La ministra de Interior pide disculpas por el maltrato, pero no logra explicar por qué ha tardado tanto en solucionar los problemas sufridos por la llamada generación Windrush
Después de vivir décadas en el país, el Ministerio, dirigido por Theresa May, intentó negarles sus derechos a la ciudadanía
AMELIA GENTLEMAN. ELDIARIO.ES.- “Esto no debería haber sucedido nunca,” declaró la ministra de Interior, Amber Rudd, al comienzo de su extraordinaria respuesta a una situación que describió como “devastadora”.
Su comunicado hablaba de muchos temas, pero en ningún momento explicó cómo fue posible que ella y Theresa May permitieran que sucediera y por qué tardaron tanto en responder a los detallados e inquietantes relatos de las personas afectadas por los errores del Ministerio del Interior, antiguos inmigrantes que llevaban décadas viviendo en el Reino Unido.
La generación Windrush incluye a los inmigrantes caribeños que llegaron legalmente a Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial pero que, sin embargo, han recibido del Gobierno el trato de inmigrantes ilegales. Tras décadas de incertidumbre, la ministra de Interior ha informado que los miembros de la generación Windrush obtendrán finalmente la ciudadanía británica.
El nombre procede del barco MV Empire Windrush en el que llegaron en 1948 los primeros 492 inmigrantes que aceptaron la oferta del Gobierno británico de entonces para trasladarse al Reino Unido y colaborar en la reconstrucción del país.
“Todos los que trabajamos en este Ministerio, cuando escuchamos esas devastadoras historias de personas que viven desde hace décadas en este país y han tenido que luchar con el sistema de inmigración, pensamos que no debería haber ocurrido así”, afirmó Rudd el lunes.
Cabe destacar que finalmente la ministra haya decidido calificar las historias de las víctimas como “devastadoras”. Durante seis meses, the Guardian contactó con el Ministerio de Interior casi semanalmente para conversar sobre los horrorosos problemas a los que se enfrentaba la generación Windrush –personas sin techo, sin empleo, con las ayudas sociales suspendidas o a las que se les negó acceso a la Sanidad pública–.
Desde el Ministerio nunca reconocieron que se cometieran errores gravísimos y nunca nadie sugirió que estas historias fueran devastadoras.
Cada vez que llamamos nos respondieron con frases frías, en general recomendando a las víctimas buscar asesoramiento legal, algo que no podían pagar, ya que fueron llevados a un estado casi de indigencia por las acciones del Ministerio.
En el lapso de ocho días, el Gobierno ha corregido sorprendentemente su actitud antes despreocupada hacia el profundo sufrimiento de los ciudadanos de la generación Windrush.
El sábado pasado, la posición del Gobierno era que este tema no era lo bastante importante como para tener que acceder a la petición formal de los 12 embajadores de países del Caribe de tener una reunión con la primera ministra para discutir sobre el tratamiento que el Ministerio de Interior dio a sus ciudadanos mayores, durante la reunión de jefes de gobierno de la Commonwealth que comenzó el lunes pasado en Londres.
En pocas horas, quedó claro que el desplante había sido un grave error. Rudd tuvo que presentarse ante la Cámara de los Comunes para admitir por primera vez que la generación Windrush recibió un trato “espantoso”.
Luego, Theresa May se vio obligada a disculparse tres veces. La primera fue el martes ante los diplomáticos caribeños, y no fue especialmente sincero. May dijo que “se disculpaba sinceramente por cualquier ansiedad ocasionada”, que sonó más bien a “siento que estés molesto”.
Para cuando llegó el momento de la tercera disculpa el viernes por la noche, al menos ya estaba cerca de reconocer que las políticas que ella diseñó habían arruinado la vida a muchas personas. Siguió diciendo que quería hacer “lo que fuera necesario” para “resolver ansiedades” (como si todo el dolor que causó el Ministerio del Interior se redujera a un innecesario nerviosismo por parte de los afectados), pero finalmente admitió que existieron “problemas”.
A la madre de Dexter Bristol, que murió el mes pasado intentando solucionar sus problemas con Inmigración, no le convence el remordimiento de la primera ministra. “Esto es racismo” afirma.
Rudd dedicó un tiempo a un desagradable ejercicio de echar las culpas fuera, enumerando iniciativas laboristas para luchar contra la inmigración ilegal, sin darse cuenta de que la clave de las injusticias cometidas contra la generación Windrush es que estas personas viven en el país de forma absolutamente legal y fueron atacadas una y otra vez por las acciones de su Ministerio.
Cuando en la Cámara comenzaron los susurros, Rudd dijo: “Esto es un fracaso de varios gobiernos sucesivos que no pudieron asegurar a estas personas la documentación que necesitaban y por eso debemos corregir este tema urgentemente”. Eso es difícil de creer. Es innegable la relación entre la política de May de generar un clima hostil hacia los inmigrantes y este escándalo.
Rudd también intentó señalar que el término “clima hostil” fue utilizado por dos ministros del Interior laboristas, tratando de pasar por alto el hecho de que la iniciativa explícita de May de endurecer el sistema de inmigración fue lo que causó esta desgracia.
Además de hablar de las políticas, anunció algunas iniciativas positivas. La comisión especial para la generación Windrush compuesta por 20 personales aumentó su tamaño para convertirse en un cuerpo de 50 experimentados profesionales de inmigración.
Es notable que Rudd dejara en claro que el término Windrush incluye a “todos aquellos que llegaron a Reino Unido antes de 1973 y tuvieron derecho de residencia sin tener que presentar ninguna documentación para probar este derecho”.
Las víctimas de la generación Windrush han pasado meses, a veces años, intentando reunir documentación que prueben que llegaron a Reino Unido antes de 1971, con la dificultad de que sus documentos fueron destruidos, las escuelas donde asistieron se convirtieron en viviendas y los familiares que podían ayudarlos murieron hace muchos años. Rudd ahora ha reconocido, casi de pasada, que todo esto no era necesario.
“Está más que claro que todos consideramos que los inmigrantes de la generación Windrush son británicos. Sin embargo, esto no es así con las normas actuales”, declaró. Cabe destacar que esto no lo ha tenido claro el personal del Ministerio del Interior bajo el nuevo clima hostil. La semana pasada una fuente interna explicó que el personal del Ministerio buscaban cazar a las personas que estaban luchando por reunir la documentación.
Las víctimas de esa generación agradecerán el anuncio de Rudd de que quiere “ayudar a que la generación Windrush tenga el estatus que se merece, el de ciudadanos británicos, rápidamente, sin ningún costo y con ayuda proactiva durante todo el proceso”. Pero algunos de ellos se sienten comprensiblemente escépticos sobre cómo funcionarán las cosas en la práctica. Hay una desconfianza generalizada respecto a las promesas anunciadas con tanto retraso.
Una víctima que malgastó años de su vida intentando comprender por qué los funcionarios le decían que era una inmigrante ilegal –cuando llevaba más de 50 años en el país y décadas pagando impuestos mientras trabajaba en el Ayuntamiento– señala que estas promesas le recuerdan a las que se hicieron tras el incendio de la Torre Grenfell. “El Gobierno hace promesas que luego son olvidadas cuando el interés por el tema decae”, añade.
The Guardian ha publicado entrevistas a más de 20 víctimas de la generación Windrush, todas inquietantes. Muchas de estas personas contactaron con este diario para poder expresar su enfado por cómo el Gobierno estaba manejando la crisis. Rudd pareció hacer referencia a algunos de estos casos durante su declaración.
Sin embargo, no dijo nada que diera alguna seguridad a aquellos como Albert Thompson, que llegó al país pocos meses después de la fecha límite y hoy sufre cáncer. El equipo de prensa del Ministerio de Interior no ha podido aclarar si a Thompson se le dará el tratamiento de radioterapia que espera desde noviembre pasado.
Sin nombrar al periódico, Rudd pareció reconocer el impacto de la información de the Guardian, cuando reconoció el papel que tuvieron “los medios de comunicación que expusieron incansablemente la situación que estaban sufriendo estas personas. Su trabajo es extraordinario y ha conducido a este cambio de rumbo respecto a la protección de la generación Windrush”.