Carlos Sánchez, delantero del San Martín, está decidido a dejar el fútbol cansado del ensañamiento que sufre por el color de su piel y la inacción de los árbitros
PABLO PENEDO. LA VOZ DE GALICIA.- «Negro, mono, hijo de puta, negro de mierda… llevo padeciendo insultos racistas desde que jugaba de infantil». Los apelativos que apunta Carlos Arturo Sánchez Rojas (Barranquilla, Colombia, 10 de septiembre de 1984) son solo el repertorio más habitual de las agresiones verbales que ha venido sufriendo durante 22 años en los campos de fútbol. En el caso del jugador del San Martín de Vilaxoán (Vilagarcía), el calvario al que se ha visto sometido esta temporada en buena parte de los campos del Grupo 5 de la Primera Regional le ha llevado a la conclusión de arrojar la toalla. «Quiero dejarlo. Mis compañeros, mi entrenador y mi club me dicen que siga. Lo estoy pensando. El jueves hablaré con ellos. Pero me asquea el fútbol. Es increíble que esto siga pasando en pleno siglo XXI».
La gota que colmó el vaso fue lo vivido el pasado domingo en el campo del Marcón Atlético, paradójicamente, uno de sus exequipos. «A los 5 minutos saltamos de cabeza un rival y yo, y me empezaron a insultar. Hasta una chica llamándome mono. Escuché de todo. Hubo uno que se cebó conmigo, hasta que me sacó de mis casillas» y, confiesa, al final del partido dos compañeros lo tuvieron que agarrar para no llegar a las manos con un hincha. Un hecho recogido en su acta por el colegiado del encuentro, como también los insultos. El problema es que, a pesar de sus llamadas de atención, y las de sus compañeros y directiva, ningún otro árbitro había recogido hasta ahora lo que está padeciendo el jugador del San Martín.
Emigrado a Pontevedra cuando apenas tenía 10 años junto a su madre, que se había casado con un gallego, Carlos Sánchez relata uno de sus primeros y desagradables episodios, en Moaña, cuando aún jugaba en categoría infantil: «Un padre, que no dejaba de insultarme me intentó agredir cuando le dediqué mis dos goles en el partido».
Jugador de categorías regionales, ha tenido que convivir siempre con el racismo de unos pocos, pero «nunca como este año».
No es Carlos Sánchez hombre de rendirse. Desde cadete tuvo que empezar a habituarse a sufrir el racismo de un puñado de individuos entre la tolerancia quienes debían denunciar y no lo hacían sin siquiera el apoyo de su madre en las gradas, harta de tener que discutir con individuos sin entendederas para hacerlo. Y si finalmente en un par de días decide abandonar el fútbol, como ahora mismo le pide el alma, lo hará haciendo un servicio al mundo del balompié gallego.
«Yo juego para divertirme», explica Carlos, «fui al San Martín por un par de amigos -con los que comparte gastos de gasolina para ir y venir desde Pontevedra- y echar una mano. Todo el mundo te dice ‘pasa de todo’ ante los insultos. Pero yo no tengo que aguantar insultos. No me da la gana. No puedo pasar de esto». Por ello, reclama públicamente que «la federación tome medidas. Ya no por mí. Ni solo por los insultos racistas. Por los niños que vengan detrás. Que los clubes expulsen de los campos a las personas que insulten, y a los clubes que lo permitan, sancionarlos». Y concluye: «Sé que lo que yo vivo, lo sufre más gente. Espero que esto sirva para que la gente se conciencie».
Cartas a la Federación y árbitros
Carlos dice sentirse arropado por su club, el San Martín. El portavoz de la entidad, Jorge Soto, entonaba ayer el mea culpa: «A lo mejor teníamos que haber actuado antes». La respuesta del San Martín ha sido escribirles a la Federación Gallega de Fútbol y el Comité Gallego de Árbitros para que tomen cartas en el asunto. Porque, dice Soto, «hay que parar esto».