Hay hombres que tapan su inseguridad con agresiones, según un estudio de la UPF
CRISTINA SEN. LA VANGUARDIA.- Las mujeres con un mayor estatus que sus parejas hombres tienen una posibilidad más alta de sufrir violencia machista. Esta es una de las primeras conclusiones de un amplio estudio en marcha que realiza la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y que, según explica su investigador principal, Jorge Rodríguez Menés, refleja una paradoja con respecto a las teorías predominantes. Una asimetría de estatus favorable a las mujeres hace aflorar en aquellos varones inmersos en una cultura patriarcal una inseguridad que tratan de resolver a través de la violencia.
“Quieren restaurar el sistema patriarcal de dominación”, señala este profesor de Ciencias Políticas y Sociales (UPF), en una sociedad que está cambiando de valores pero que no todo el mundo acepta. El retrato que está surgiendo de la investigación sirve de base, según indica, para entender (y poder corregir) algunos de los motivos por los que en las sociedades en las que la igualdad más avanza, no retrocede la violencia machista sino que incluso aumenta.
La investigación apunta los motivos de la persistencia de la violencia pese a los avances en igualdad
La investigación en marcha trabaja en varios campos pero, según se señala desde la UPF, es la primera vez que se puede estudiar el historial “delictivo y victimológico de una cohorte completa de parejas” donde ellas han sufrido violencia machista. Se ha analizado la influencia de la edad, el nivel educativo, la situación laboral y si se es o no nativo. En torno a esta última cuestión, el estudio subraya que las parejas en las que él es inmigrante y ella no, la posibilidad de que se agredida por la pareja es cuatro veces mayor que cuando la situación es a la inversa (él nativo y ella inmigrante).
En el análisis de las parejas mixtas, se indica que aquellas en la que él es nativo y ella inmigrante se doblan las situaciones de explotación en las tareas del hogar. Pero en cambio, el riesgo de agresiones físicas aumenta, como se indicaba, cuando ella es nativa o si tienen un nivel educativo superior que su pareja.
“La violencia actúa como un instrumento clave –se señala– que algunos hombres utilizan para corregir el desequilibrio en la balanza cuando ellas tienen más poder”. Una violencia que llevaría a cambiar esta estructura, a “restaurar el equilibrio tradicional” de fuerzas, de roles. según el agresor machista.
Esta radiografía de la violencia de género contrasta con la teoría predominante, se indica, que predice riesgos mayores en situaciones de dependencia económica y social de la mujer. Si se toma como referencia el ámbito educativo, entre las parejas más jovenes (16-34 años) el 51% tiene un nivel de estudios similar, en un 31% ellas tienen un nivel superior, y en un 18% son ellos los que superan el estatus educativo de su pareja.
Este contexto de aumento del riesgo de violencia cuando el varón ve amenazado el estatus que cree que le corresponde se refleja también en el estudio realizado en el 2018 por los investigadores César Alonso y Raquel Carrasco de la Universidad Carlos III de Madrid. En el análisis del impacto del empleo en las parejas observaron que la menor incidencia de violencia de género se da en las parejas más igualitarias en términos de estatus laboral. En las que ambos miembros de la pareja trabajan.
Cuando él no tiene empleo, explicaban los investigadores, el riesgo de violencia pueda aumentar cuando él ve cuestionado su rol tradicional de proveedor. El hecho de que una mujer tenga empleo sí que reduce el riesgo de violencia machista cuando su pareja está empleada, pero esta afirmación es extrapolable cuando él no lo tiene.
Jorge Rodríguez Menés considera que los resultados que está arrojando la investigación de la UPF corresponden a un contexto de cambio en el camino de la lucha por la igualdad de las mujeres. Un contexto de avance que genera una reacción de resistencia en los hombres más tradicionales.
