Singapur ha vuelto a ser pionero. En pleno confinamiento por la covid-19, las autoridades judiciales han decidido que la mejor manera de informar a un preso de que iba a ser condenado a la pena capital por tráfico de drogas era usando Zoom
ESTHER S. SIETEIGLESIAS. LA RAZÓN.- Pasear por la ciudad-estado de Singapur es realizar un viaje a una urbe futurista. Sus altos edificios de cristales oscuros se intercalan con las típicas y coloridas casas de madera de dos plantas. Singapur lidera el ránking del Green View Index (GVI) y es que los espacios verdes priman tanto en los rascacielos como a nivel del mar.
Los amantes de lo sostenible y de los hitos arquitectónicos pueden disfrutar del aeropuerto con la cascada más alta del mundo, los súper árboles de un bosque más propio de la ciencia ficción, la piscina más grande a mayor altura, el segundo edificio modular más alto del mundo, así como de construcciones ecológicas con los beneficios del bambú y las facilidades de la robótica.
Sin duda, Singapur es un paradigma del diseño y la tecnología global. Tradición y futuro. Si no que se lo digan a Punithan Genasan, que ha experimentado en su propias carnes la barbarie tecnológica: el Tribunal Supremo singapurense le notificó su condena a la horca en remoto, gracias a una aplicación de videollamadas.
Singapur ha vuelto a ser pionero. En pleno confinamiento por la covid-19, las autoridades judiciales de la ciudad-estado han decidido que la mejor manera de informar a un preso de que iba a ser condenado a la pena capital por tráfico de drogas era usando Zoom, una de las aplicaciones de moda por el coronavirus. Así, se mantenían las medidas de distanciamiento social que se han extendido hasta el 1 de junio.
El destino de Genasan, un malasio de 37 años, se ha dictado por Zoom. Se le acusa de ser el cerebro de una transacción de heroína (de unos 28 kg) en Singapur, en 2011. Por tanto, y a pesar de ser extranjero, su sentencia es la horca. «Ya de por sí una condena a muerte es siempre cruel e inhumana, da igual dónde sea. Que se haga a través de Zoom es una noticia bastante preocupante para nosotros», reconoce el experto de Amnistía Internacional España Carlos de las Heras.
No es la primera vez que el narcotráfico en Singapur termina en pena de muerte. El año pasado, de las cuatro ejecuciones que hubo, dos fueron por delitos de drogas. En 2018, de los trece ejecutados, once fueron por tráfico de estupefacientes. «Junto a Irán, Arabia Saudí y China, es uno de los únicos cuatro países del mundo en los que se ejecuta por delitos de narcotráfico», indica De las Heras.
La gran duda es además si, en plena pandemia, en la que paradójicamente los esfuerzos se centran en salvar vidas, se van a instaurar las sentencias a la pena capital vía aplicaciones. «Confiamos en que no sea así y que sea simplemente una excepción. Esperamos que ningún país recurra a este tipo de aplicaciones a la hora de imponer condenas a muerte; ni que sigan usando argumentos para imponer la pena de muerte, que es una violación de los derechos humanos fundamentales», asevera el experto de AI.
Incluso ha dado la sensación que, desde Singapur, las sentencias a la pena capital no podían esperar ni siquiera a que se levantaran les medidas por la emergencia sanitaria. “En un momento en que toda la atención está puesta en la pandemia y en cuidar la salud de las personas y proteger la vida, este uso de la pena de muerte es todavía más criticable y abominable”, concluye De las Heras.
Con todo, Peter Fernando, el abogado de Genasan, no presentó objeciones al Tribunal Supremo singapurense, pues como manifestó el letrado a Reuters, «se escuchaba al juez de forma clara». Lo que sí podrá hacer la defensa de Genasan es apelar el veredicto. Esperemos que al menos, sea en un juicio presencial –y justo–.