22/05/2018 El Mundo.- «Durante mucho tiempo era como ir a medio gas. Teníamos el argumento legal de nuestra parte, y eso lo respeta todo el mundo aquí, pero no basta contra un relato sobre la lucha por la libertad, opresión y derecho al voto. Gracias a esos artículos[de Quim Torra] muchos colegas, por fin, empiezan a ver que la historia no es como se la pintaban». Un alto funcionario español explica estos días en Bruselas su alivio.
Después de las cargas policiales del 1 de octubre, de la manifestación masiva de independentistas en Bruselas en diciembre y de que media Europa analizase con perplejidad y, a menudo, indignación el que, uno tras otro, todos los candidatos a presidir la Generalitat estuvieran presos, huidos o con causas pendientes, el factor Torra ha alterado los equilibrios.
Los mensajes xenófobos y supremacistas de Quim Torra han llegado a Europa. Están en artículos de The Guardian o The New York Times, dos de las tribunas más abiertas a la causa soberanista estos meses. En un durísimo artículo de Le Figaro, en el que el nacionalismo excluyente del nuevo presidente se compara con «la Yugoslavia de Milosevic o la Italia de Mussolini». Incluso en The Economist, una de la biblias de la información de Europa, que habla de Torra como un «ultranacionalista» que ha mostrado su «entusiasmo por Estat Català, una organización cuasifascista» y «expresado su odio visceral a los españoles». En todos ellos se mencionan la ristra de insultos que a lo largo del tiempo ha dedicado al conjunto de la ciudadanía. Y eso, en un continente que en no poca medida ha comprado un discurso romántico respecto al nacionalismo y la causa independentista, no es una cuestión baladí.
A diferencia de otras salidas de tono, provocaciones y declaraciones abiertamente xenófobas del pasado, los mensajes y la ideología del nuevo president han circulado, y mucho, por cadenas de correos y grupos de WhatsApp. Lo han movido incluso desde las posiciones de izquierda, que han sido las más complacientes con el independentismo, pero en las que hay una incomodidad evidente.
«Hay preocupación», reconoce un embajador europeo. «El discurso nacionalista cala en Europa, en países pobres y regiones ricas. Tuvimos perfiles bajos a propósito para que la UE no fuese usada como chivo expiatorio, y uno de los precios es encontrarnos de golpe con nuevas voces y un mensaje muy peligroso. Hace 30 años Orban era la esperanza liberal en Hungría y hace 30 años el nacionalismo catalán llegó a Bruselas como ejemplo de apertura. Cuesta creer que tanto odio haya sido recompensado».
La semana pasada, el portavoz en jefe de Juncker, Margartis Schinas, se pronunció al respecto. En los últimos tiempos, la sala de prensa del Ejecutivo se ha convertido en un campo de batalla, con preguntas y comparaciones constantes sobre la crisis catalana, pero en general con críticas muy duras de los periodistas al Gobierno español. Schinas, siempre claro sobre la posición de la UE [apoyo al Estado, a las leyes y una Cataluña fuera de la Unión si se independizara], fue esta vez especialmente rotundo: «No vamos a dignificarlos con un comentario», indicó respecto al mensaje supremacista de Torra.
Los funcionarios europeos y los corresponsales internacionales escucharon en persona algunos de los exabruptos del ahora líder catalán, rompiendo el halo que muchos se habían ido componiendo. «Torra tiene el poder de despojar al movimiento independentista catalán de cualquier legitimidad izquierdista-antifascista que todavía tuviera. Torra es etnonacionalismo en su forma más primitiva», resumió un corresponsal luxemburgués que se define como «catalanista y catalanoparlante».
Las afirmaciones de Torra
«Los mensajes han corrido como pólvora, y el vídeo con la pregunta a Margaritis y la lista de barbaridades, leídas en inglés, también», explica otro funcionario europeo de un país del norte. Mucho más beligerante es siempre el día a día en el Parlamento Europeo. El miércoles, Esteban González Pons, jefe de filas de los populares españoles remitió una carta a sus 750 colegas explicando quién era Torra, con una decena de sus afirmaciones más salvajes. Por su parte, Ciudadanos, a través de Javier Nart, hizo lo mismo, pero de forma mucho más completa, adjuntado un dossier de ocho páginas con citas, enlaces y traducciones de los artículos.
Las condenas a Torra han sido demoledoras y sin precedente en esta crisis. Ya no son valoraciones políticas o llamadas a respetar el Estado de Derecho. «La retórica racista y separatista del nuevo presidente catalán está en firme contradicción con la Constitución española, pero también con la voluntad de la mayoría de los catalanes. Es hora de diálogo y reconciliación y no de más provocaciones y confrontación», aseguró Hans Van Baalen, el presidente de Alde, el grupo liberal europeo, que es en el que se encuadra precisamente el PDeCAT de Torra y Puigdemont.
Los palos llegan de todas partes y sin medias tintas. «La elección de Torra es preocupante pues representa el nacionalismo excluyente contra el que siempre luchó la UE; sólo puede traer división e inestabilidad. Europa necesita más cooperación, puentes, y menos divisiones. Espero que Torra reconsidere sus posiciones», apunta a EL MUNDO Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo en la cámara.
«El nuevo presidente catalán debe devolver la normalidad institucional y garantizar la coexistencia. Con sus declaraciones identitarias de línea dura aún no demostró estar a la altura del puesto», coincide Victor Bostinaru, vicepresidente del grupo socialista. «Estamos profundamente preocupados por el perfil político del señor Torra después de que sus textos se hayan hecho públicos. Parece una elección difícil en un momento en el que el diálogo es tan necesario», cierra Ska Keller, copresidenta del Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea.