La vuelta a casa de ‘la Pasionaria de Omaña’, la maestra que el franquismo ejecutó por 300 pasquines antifascistas

| 28 julio, 2020

Genara Fernández, fusilada en 1941, ha sido enterrada en su pueblo, Cirujales (León), después de que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica exhumara a sus restos y se los entregara a su familia

MARTA BORRAZ. ELDIARIO.ES.- De la tía Genara nunca se hablaba. Que «la mataron en la guerra» era lo máximo que se decía en la familia de labradores en la que creció su sobrino, Evelio Fernández, en una atmósfera marcada por el silencio heredado de generación en generación. El nombre de Genara Fernández García, maestra en Cirujales (León), su pueblo natal, sobrevivió a los años, pero no lo hizo su historia. Nadie contó cómo el régimen franquista acabó con su vida en el campo de tiro de Puente Castro, donde los fusilamientos se contaron por cientos, y arrojó su cuerpo a una fosa de la que no se supo nada hasta ahora. Ocho décadas después, Evelio y su familia han reconstruido los pasos que dio hasta su fusilamiento al amanecer del 4 de abril de 1941, tras ser condenada por unos pasquines antifascistas, y por fin Genara, apodada ‘la Pasionaria de Omaña’, ha vuelto a su lugar de origen.

El pasado 11 de julio la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) le entregó a los familiares los restos de la mujer en un homenaje público y un año después de que fuera exhumada de una fosa individual del cementerio de León. El acto se celebró en Cirujales, donde, tal y como querían los suyos, ha sido enterrada. En la ceremonia, una foto de Genara, que fue asesinada a los 36 años, reposaba sobre la pequeña caja de madera que alberga lo que queda de ella. Los asistentes pisaban el suelo en el que estaba la antigua escuela, el lugar en el que dio clase la maestra, uno de los colectivos más duramente reprimidos de la dictadura. «No sabíamos prácticamente nada de Genara. Había mucho miedo entonces, así que no se hablaba…En la familia era considerado como algo olvidado, que pasó y punto», cuenta Beatriz Fernández, hija de Evelio.

Pero en 2018 la periodista Ana Gaitero publicó en El Diario de León un artículo que se refería a su tía abuela y otra mujer fusilada por el régimen y entonces la familia comenzó a indagar. Las pesquisas de Emilio, marido de Beatriz, le llevaron hasta la ARMH y el cementerio de León, donde el acta de enterramiento indicaba que el cuerpo de Genara debía estar supuestamente en una fosa individual de la parte civil del mismo: cuartel A, manzana B, sepultura 6. También lograron recopilar el sumario de su causa, la 2134/1939, que comienza a instruirse el 19 de diciembre de 1939, pocos meses después del fin de la Guerra Civil.

En ella la tachan de «revolucionaria», de relacionarse con «mujeres de moralidad dudosa» y con «muchas personas de probada desafección al régimen», en definitiva, de ser contraria a la dictadura de Franco. Según explica Ana Cristina Rodríguez, historiadora de la Universidad de León y directora técnica de su exhumación, «no está del todo claro si estaba afiliada a Unión Republicana o al Partido Comunista, pero sí que estaba muy vinculada activamente a la vida política de su pueblo». Tras el triunfo del golpe de Estado el 18 de julio de 1936, Genara, conocida como ‘la Pasionaria de Omaña’, comarca leonesa a la que pertenece Cirujales, fue víctima de la depuración franquista del magisterio. Y suspendida de empleo y sueldo «por sus actividades contrarias al Glorioso Movimiento Nacional», como les pasó a miles de maestros y maestras, huyó a Asturias y a Barcelona. Después intentó exiliarse, pero el barco en el que viajaba fue interceptado, y regresó a León.

Los 312 papeles que la llevaron al paredón

Ante el veto en su profesión, no le quedo más remedio que cambiar de oficio, y entró a trabajar como taquillera en los conocidos Cines Mari de la capital, hoy desaparecidos. La noche del 16 de diciembre de 1939 terminó de trabajar y en vez de dirigirse a su domicilio, fue a la céntrica iglesia de San Marcelo. Allí depositó dos paquetes de pasquines de propaganda subversiva y antifranquista, uno en la puerta del templo y otro en un banco de la plaza «en posición de gran visibilidad», según se puede leer en la sentencia que la condenó. Eran 312 cuartillas escritas a máquina y encabezadas por una ristra de llamamientos como «camaradas trabajadores, pueblo honrado y laborioso» o «camaradas obreros, antifastistas todos» y en las que se clama por «el proletariado universal», «el pueblo libre y unido» y hay ‘vivas’ a «la España Popular».

Genara fue detenida un día después, a primera hora de la mañana del 17 de diciembre. «Sus declaraciones son confusas. Ella da varias versiones. En un principio niega que tenga que ver algo con los pasquines, pero luego acaba contando que se los entregan y que los deja donde le dicen. Reconoce los cargos y muestra un cierto arrepentimiento para que la condena no sea muy dura, cosa que no consigue…», señala Rodríguez. Unos días más tarde es enviada a prisión y, tras varios meses, se celebra la sesión plenaria del consejo de guerra que le impone la pena de muerte como condena por un delito de rebelión militar. En la sentencia se dice que con los «pasquines marxistas» ‘la Pasionaria de Omaña’ tenía el «decidido propósito» de «desprestigiar al Movimiento Nacional, perturbar el orden público y sembrar el descontento entre las clases trabajadores». Sin embargo, el fallo no se aplicó inmediatamente y la maestra comenzó un periplo que la llevó hasta la cárcel de Santa Cruz de Tenerife y Valladolid antes de ser enviada de nuevo a León.

El 4 de abril de 1941, un año y medio después de su detención, Genara Fernández es sacada de la prisión a las 6.30 de la mañana y llevada al campo de tiro de Puente Castro, donde es ejecutada. La maestra era muy querida en Cirujales, incluso varios vecinos y vecinas firmaron a su favor durante su procesamiento como último recurso para demostrar su «buena conducta», pero el régimen fue implacable. Las tres décadas de férrea dictadura que aún aguardaban hicieron el resto y «el miedo» impuso «el olvido», dice Beatriz Fernández, su sobrina nieta. Pero «cuando conocimos todo lo que había pasado y sufrido decidimos que debíamos hacerle un reconocimiento». Entonces, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) les dijo que podían exhumarla.

La ayuda de un sindicato noruego

La operación duró apenas dos días, fue una exhumación «sencilla», recuerda Marco González, coordinador del proyecto y vicepresidente de la ARMH. Sin embargo, comprobar que eran los restos de Genara mediante análisis de ADN «se complicó» y al final se constató que eran sus restos mediante identificación antropológica: «Sabíamos que buscábamos a una mujer de 36 años y que al lado debía estar un hombre. Lo comprobamos y entonces pudimos dar por buena la documentación del cementerio que acreditaba que la mujer estaba allí».

Como ocurre habitualmente, a los trabajos acudieron curiosos y familiares, pero también un grupo de integrantes del sindicato noruego Elogit, que viajaron más de 2.000 kilómetros en avión para visitar la exhumación de esta maestra republicana. Asombrados por el caso de las desapariciones forzosas en España, varias centrales sindicales noruegas apoyan económicamente a la asociación, que financia las excavaciones con sus propios fondos y donaciones ante la falta de ayudas públicas. La inversión del Estado para rescatar a los desaparecidos de la Guerra Civil y el franquismo es a día de hoy nula, algo que pretende dar la vuelta la futura ley de Memoria Democrática que prepara el Gobierno y que previsiblemente irá a Consejo de Ministros antes de que acabe julio. La búsqueda de estas personas «no la tiene que hacer una asociación gracias a la voluntad y a las aportaciones de sindicatos de Noruega a los que les llama muchísimo la atención el caso español», esgrime González, sino que «son las Administraciones Públicas las que deben hacerse cargo».

Pero además de por la visita noruega y lo paradigmático de su caso –el del profesorado fue uno de los principales colectivos represaliados por Franco–, la de Genara no ha sido una exhumación cualquiera porque ha abierto la puerta a otras muchas. Hasta ahora, no se habían descubierto fosas en el cementerio de León, pero gracias a los hilos de los que tiró en un principio Emilio, el marido de Beatriz, se han localizado varias decenas más. En la ARMH «pensábamos que con la destrucción del cementerio en los años 70 u 80 habían desaparecido, pero había otra zona, la parte civil, en la que todavía se conservan. En León no hay apenas fosas comunes, puede haber de dos o tres personas como mucho, pero lo habitual era que a cada una la depositaran en un hoyo, como ocurrió con Genara», cuenta el vicepresidente de la asociación.

Para Rodríguez, el de esta maestra «ha sido un ejercicio perfecto de memoria histórica» porque «teníamos una persona represaliada y casi olvidada a la que se ha dignificado» de su ejecución. Los restos de la mujer han vuelto a Cirujales y descansa por fin en el panteón familiar del pueblo. Un proceso clave también para los suyos, que hoy, ocho décadas después, ya sí hablan de Genara: «Ha vuelto a la familia en todos los sentidos. Durante todo este tiempo ha parecido que no estaba en ella porque como había sido fusilada parecía que incluso era una vergüenza, pero es todo lo contrario. Hay que recordarla y reconocerla. Estamos felices de que por fin esté en casa», concluye Beatriz.

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