La violencia machista deja 300 menores huérfanos en siete años

| 28 agosto, 2020

Desde el 2013, 37 niños fueron asesinados por sus padres

CARMEN G. MARIÑAS. LA VOZ DE GALICIA.– Pesadillas, fobias, ataques de ira o apatía son algunos de los síntomas de estrés postraumático que sufren los menores víctimas de violencia machista. Desde el 2013, 289 se quedaron huérfanos después de que sus madres murieran a manos de sus parejas o exparejas. En estos siete años, 37 menores fueron asesinados, tres en el 2020. Según la macroencuesta de violencia contra la mujer del 2015 elaborada por el Gobierno, un 63,6 % de las mujeres maltratadas con hijos afirman que los menores presenciaron violencia machista en sus hogares y algo más de la mitad de ellos (64,2 %) la sufrió.

En palabras de la catedrática en psicología jurídica del menor Francisca Fariña, «cuando estos niños necesitan más protección y cariño, su hogar es un espacio inseguro, con tensión, miedo y agresiones». A lo que se le suma la «normalización de la violencia para relacionarse y la legitimación del maltrato sobre la mujer», añade.

Por ello, resulta vital que las víctimas reciban atención psicológica. Sin embargo, desde la firma del pacto de Estado contra la violencia machista, para que los menores puedan ser atendidos es necesario que el maltratador haya sido condenado o se haya abierto un procedimiento contra él, explica la psicóloga del Centro de Información a las Mujeres (CIM) de A Coruña, que prefiere no ser identificada. Asimismo, se le debe comunicar al agresor que su hijo va a recibir atención psicológica por el maltrato, algo que la experta considera «paradójico». Si no hay un caso abierto, el maltratador tiene que autorizar la intervención. «Como esto no es habitual, las madres deben solicitar en el juzgado una autorización», explica.

«Los hombres que agreden o asesinan a sus hijos lo hacen cuando ya no pueden seguir controlando y atacando a sus parejas. Buscan una nueva forma de llegar a ellas infligiendo daño a los menores», aclara la experta. Según el estudio del 2015, un 15 % de víctimas no denunció por miedo a perder a sus hijos o porque no quería que los menores perdiesen a su padre. Entre las que dieron el paso, pero retiraron la denuncia, una de cada cuatro lo hizo porque el maltratador era el padre de sus hijos. «Es vital concienciar sobre la importancia de denunciar, pero también lo es que los jueces cuenten con medios que eviten que las víctimas sean revictimizadas con la pérdida afectiva y de contacto con sus hijos», señala Fariña.

De hecho, muchas mujeres conviven con el maltratador porque no pueden proteger a sus hijos si se separan. Con el régimen obligatorio de visitas, «los menores son utilizados para continuar con el maltrato hacia la expareja», insiste la psicóloga del CIM.

Hay salida

En estos centros se proporciona a las mujeres y a los hijos maltratados atención social y psicológica y asesoramiento jurídico. Las víctimas pueden pedir ayuda en el teléfono gratuito 016 o el 112 en caso de emergencia, o acudir a la fundación ANAR, de ayuda a niños y adolescentes, en el 917 26 27 00.

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