Información.- El joven golpeado relata cómo vive las secuelas físicas y psicológicas que todavía sufre año y medio después de la paliza. Los nueve menores implicados en el ataque se sientan esta semana en el banquillo.
Aún siente miedo cuando camina por la calle y se cruza con algún grupo de chavales. No sabe por dónde le podrán salir. La víctima de la agresión homófoba en el Monte Tossal de Alicante todavía sigue arrastrando secuelas físicas y psicológicas año y medio después de los hechos. Ahora deberá revivir la brutalidad de una noche en la que fue al parque a saludar a unos amigos y se encontró con que una turba les atacaban al grito de «maricones, hijos de puta, os vamos a matar». Los nueve menores implicados en la brutal paliza se sentarán esta semana en el banquillo por la brutal paliza. Otros cuatro mayores ya fueron juzgados el año pasado en un proceso que tuvo una polémica sentencia. El juez condenó a tres de los procesados por un delito de odio, pero no por las lesiones. El fallo fue recurrido y ahora la Audiencia tenga que estudiar si anula o no ese otro juicio.
Durante este tiempo, la víctima ha procurado mantenerse alejado de los focos, «no quería que esto se convirtiera en un circo«. Pero ahora ha accedido por romper su silencio para contar lo que vivió aquella noche y las secuelas que estos hechos le han dejado, pero desde el anonimato, por temor a que alguien pueda buscarle buscando venganza. La víctima está personada como acusación a través del abogado José Barragán, del despacho de abogados ilicitano Vilai. El letrado está negociando acuerdos de conformidad con varios de los menores acusados que podrían declararse culpables y declarar contra sus compañeros por lo ocurrido aquella noche. Algunos de ellos ya fueron citados en el juicio a los mayores, pero optaron por acogerse a su derecho a guardar silencio para no perjudicarse en su propio proceso.
Una velada que ha quedado marcada en la memoria de la víctima y los dos amigos que le acompañaban. «Había quedado con un colega y me encontré con el percal. Él me insistió en que fuera, pero no me apetecía porque acababa de salir de una comida. Quería irme a casa, pero me insistió tanto que dije que pasaría solo a saludar e irme», relata. «Estábamos tranquilamente hablando y un grupo empezó a gritarnos. Me asomé y, cuando me vieron, salieron hacia mi. Pensaba que se iban a quedar allí y solo a hacer el amago. Pero empezaron a perseguirnos». Sus amigos lograron escapar pero a él lo atraparon. «Nos fuimos en direcciones diferentes. Yo me fui a por donde tenía mi coche aparcado, pero era en el otro parking. Por no saltar, me cogieron», relata.
A pesar de que por corpulencia podría haber hecho frente perfectamente a cualquiera de ellos «lo que menos me pensaba era que me iban a dar un puñetazo. Me dejaron noqueado y ahí perdí toda mi defensa». En el suelo recibió toda una lluvia de patadas y puñetazos y hasta golpes con un palo de madera. Las luces de un coche patrulla que pasaba por la zona espantó a la turba e hizo que salieran corriendo. «Hubo una persona que acudió a ayudarme esa noche y que nunca he sabido quién es. Y que hubiera podido ser muy útil en el juicio porque él debió ver todo», relata.
Secuelas
La principal secuela física está en una pierna. La paliza le causó la ruptura de la cabeza del fémur. No puede correr, porque siente un dolor constante; ni hacer deporte en condiciones, imposible el tenis, ni el pádel, que había empezado a practicar poco antes, ni mantener el equilibrio al vestirse. «El traumatólogo me dice que ese dolor lo voy a tener siempre». Tampoco puede respirar por la nariz, «solo por la boca», ya que los golpes, le causaron numerosas microfacturas de las que tiene que ser operado de nuevo. «No pueden hacerme ni una PCR por el desvío del tabique nasal», se lamenta. Problemas a los que se suman dolores en la boca, donde alguno de los puñetazos o las patadas, debieron tocar algún nervio y tiene problemas de sensibilidad en los dientes.
Pero también hay secuelas psicológicas. «Pasas por delante de un grupo de chavalines y les estás mirando de reojo. Aún cuando estás paseando al perro, miras a ver qué quieren hacer. Si voy yo solo, miras que haya gente por la calle. En un bar, miras a ver que no te mire nadie mal, que moleste una acción tuya. El otro día un chico quería darme un beso en un pub del centro de Alicante pero no quise. El dueño me decía que era un sitio seguro, pero él no puede responder por toda la gente que está allí en ese momento», sostiene. «Está la sensación de que te puedan seguir, que puedan ir hasta tu trabajo a molestar. O a tu casa. No quiero que venga mi familia porque no quiero que vean quién está a mi lado por si alguien que quiere hacer algún tipo de venganza o vendetta sepa más de lo necesario sobre mi», asegura. En su caso, agradece tener la ventaja de que no vive por la zona del Tossal por lo que es prácticamente imposible que pueda cruzarse con sus agresores por la calle. «Mis amigos que estaban allí esa noche sí son de la zona. Ellos tienen más riesgo», advierte.
Expectativas ante el juicio
Durante el juicio, no quiso ni mirar a los acusados, ni saber quiénes son, ni de dónde son. «Nada. Que les juzguen y que lo que tenga que ser, que sea y que aprendan. Y tendrían que darles una sentencia ejemplarizante, no una palmadita en la espalda y una multa. Un buen escarmiento. Como las multas de tráfico que son gigantescas para que no lo hagan. Trabajos sociales y que aprendan de ellos», asevera .
Preguntado sobre se podía imaginarse que aun persista una homofobia tan brutal, asegura que «siempre ha existido odio hacia lo diferente, un resquemor hacia una libertad que nosotros intentamos obtener y que se piensan que va contra la libertad de ellos o contra ellos, cuando lo nuestro es para nosotros, ni les tiene por qué afectar. No tiene explicación esa subida de violencia por parte de, sobre todo, jóvenes. No tiene ningún sentido, no sé qué tipo de información les llega. Algo falla, el qué no lo sé. Da pena que no sepan vivir». Su abogado José Barragán asegura que es preocupante que cada vez haya más violencia homófoba y que cada vez sean chavales más jóvenes las personas implicadas.
«La sentencia del primer juicio no la entiende nadie»
La sentencia del primer juicio le parece contradictoria, «parece como si el magistrado quisiera que le quitaran el caso y se lo dieran a otro». En la apelación, su abogado ha pedido la nulidad del juicio. «Nadie la entiende cuando se lo explico. Y eso que yo he intentado estar lo más desconectado de todo para que no me afecte. Sé que si llego a estar encima mucho más estaría mucho peor de lo que estoy ahora. Me tocarían sesiones intensas de psicólogo». J. A. M.