20 Minutos.- A principios del mes de noviembre, el Ministerio del Interior emitió una orden previa al partido de la Europa League entre el Marsella y la Lazio mediante la cual se prohibía la entrada en Francia de hinchas italianos debido al “comportamiento violento y exaltación fascista” de la afición. Una medida con doble filo, a tenor de lo visto en los últimos tiempos en el fútbol galo. Por un lado se intentaba evitar la llegada de ultras transalpinos, y por otro se prevenían enfrentamientos con los aficionados violentos franceses… que también tienen un expediente para mirar con detenimiento: lanzamientos de objetos, agresiones entre aficiones, altercados en países extranjeros coincidiendo con partidos de la Champions League y un etcétera infinito.
En Francia tienen un problema muy serio con los grupos ultras. Una lacra para el fútbol que está ganando protagonismo recientemente y pintando la cara a una liga en la que los incidentes se suceden constantemente. El último episodio se vivió en el Lyon–Marsella, cuando Payet recibió un botellazo al prepararse para lanzar un córner. Una botella impactó en el rostro del jugador y el partido terminó siendo suspendido definitivamente después de un tiempo de caos y descontrol. Sólo se habían disputado cinco minutos de encuentro.
Lamentablemente, no era la primera ver que el Marsella y sus jugadores se veían involucrados en un incidente de este tipo. A lo largo de la presente temporada se han dado varios incidentes graves en diferentes partidos y el Olympique ha estado presente en más de uno. Sin ir más lejos, el choque contra el Niza se descontroló por completo, siendo un claro ejemplo de lo que puede suceder cuando los ultras tienen tanto peso en las gradas. Payet, sí otra vez, recibió un botellazo y devolvió el objeto a la tribuna, dando paso a una auténtica batalla campal. Las imágenes dieron la vuelta al mundo. Invasión de campo, jugadores con heridas y magullados… Un espectáculo dantesco.
La situación está tan desmadrada que las peleas entre aficiones están casi a la orden del día. El derbi del norte entre el Lille y el Lens dejó para la posteridad otra invasión multitudinaria de campo cuando los ultras de ‘les dogues’ se empeñaron en entrar en la sección de la grada reservada para los seguidores del Lens, que saltaron al césped para evitar ser ‘invadidos’ y el terreno de juego se convirtió en un campo de batalla. La solución fue cerrar el estadio varios partidos, pero a tenor de lo visto en otros escenarios no es suficiente.
Los ultras franceses son extremadamente complicados de controlar dentro de los estadios, pero más aún fuera de ellos. Un ejemplo claro está en las agresiones con barras de hierro por parte de hinchas del Montpellier a aficionados del Girondins cuando regresaban a casa. La agresividad está en todos lados y el odio exacerbado no tiene límites. Y lo peor de todo es que el fútbol es la excusa perfecta para darle rienda suelta.
Una liga que en principio había ganado peso en Europa con la llegada de Messi al PSG ha trascendido por este tipo de asuntos bochornosos que, simple y llanamente, tienen atemorizado a más de uno, hasta el punto de que la policía, la Federación y los clubes no siempre están a la altura. “Lo que ocurrió en Niza fue un desastre institucional. Yo estaba cerca de la grada de los Ultras y vi cómo tiraban de todo. No hubo intervención policial, no se avisó por megafonía del estadio para que pararan con los lanzamientos, el árbitro no quería parar el partido y así se llegó a la violencia”, explicaba el periodista de Eurosport Thibaud Leplat después del espectáculo del Niza-Marsella.
“El presidente del Niza trató de minimizar la gravedad. Hay un contexto en Francia que explica también la violencia de estos radicales y que tiene que ver con la rebelión que hay contra el Gobierno por la gestión de la pandemia y la vacunación«, analizaba Leplat. «El sábado, en Niza, hubo una manifestación organizada por los grupos que no se quieren vacunar y son contrarios al pasaporte sanitario. Una revuelta contra el Gobierno. En el fútbol encuentran, de alguna manera, la manera de liberarse”.
Esa extraña relación entre el Gobierno y los grupos ultras dificulta un poco más la situación. El ejemplo más claro estuvo precisamente en el Niza-Marsella, cuando el delegado del Gobierno quiso que se reanudase el partido después de lo sucedido, sólo por no tener que enfrentarse a los ultras. “Los tratan como niños”, opina Leplat. “Les tienen miedo”, y así es muy difícil resolver un problema que está avergonzando a un país entero.