La decisión de posponer la repetición de los comicios, debida a un fallo en las papeletas del voto por correo, amenaza con hastiar a los votantes del anterior vencedor, Alexander Van der Bellen
ANTONIO MARTÍNEZ. EL CONFIDENCIAL.- La decisión de retrasar la repetición de las elecciones presidenciales en Austria -a causa de un defecto de las papeletas- acerca aún más la jefatura del Estado a los ultraderechistas. En mayo, el candidato de Los Verdes, Alexander Van der Bellen, ganó por apenas 30.000 votos en la segunda vuelta a su rival, Norbert Hofer, del nacionalista y populista Partido Liberal Austríaco (FPÖ). Ahora todo apunta a que este nuevo revés, sumado a los fallos en el recuento por los que se anularon las elecciones anteriores, llevará a muchos austriacos a la abstención, hastiados. Y a río revuelto, el único beneficiado solo puede ser Hofer, que podría convertirse en elprimer jefe de Estado ultraderechista en Europa desde el fin de la II Guerra Mundial.
El ministro de Interior austriaco, Wolfgang Sobotka, compareció este lunes para explicar el nuevo fiasco. La repetición de la segunda vuelta de los comicios presidenciales se retrasará del 2 de octubre al 4 de diciembre por un fallo en la fabricación del sobre para el voto por correo. Al parecer se ha detectado que el pegamento de la solapa se despega fácilmente y un sobre abierto supone un voto inválido. «No podemos calcular cuántas y cuáles de esas papeletas electorales pueden abrirse», reconoció el titular de interior. El retraso es además comprensible porque el voto por correo es decisivo en este país. Ya en la segunda vuelta anulada un 12 por ciento de las personas con derecho a voto optaron por esta modalidad.
El problema es que este fiasco no viene solo. Que viene a sumarse a la decisión del Tribunal Constitucional del pasado 1 de julio, cuando falló repetir la segunda vuelta de las elecciones presidenciales -realizada el 22 de mayo- por la acumulación de irregularidades en el recuento de los votos, principalmente en el realizado por correo. Entonces no se logró determinar ninguna mala práctica, pero quedó en evidencia la posibilidad de que se hubiesen realizado. Suficiente para cuestionar unos resultados más que ajustados.
La decisión del Gobierno austriaco, una gran coalición de socialdemócratas y conservadores, es ante todo preventiva. Tratan a toda costa de evitar dar más argumentos al FPÖ para una nueva impugnación electoral. Ésta era la mejor solución de entre las malas. La mejor, a pesar de que supone un varapalo más a la dañada imagen de Austria y un acicate para que los ultraderechistas sigan inflando su teoría de la conspiración, según la cual los poderes fácticos están tratando por todos los medios de que no alcancen el poder.
Los votantes del FPÖ, más motivados que el resto
Pero eso no es todo. Austria prolonga así aún unos meses más una situación de inestabilidad e incertidumbre que no le beneficia. Es cierto que el cargo de presidente es eminentemente protocolario, pero es que la situación del Ejecutivo en Viena es también precaria. La política de puertas abiertas ante la crisis de los refugiados se llevó el pasado mayo por delante al entonces canciller, el socialdemócrata Werner Faymann. Su sucesor, Christian Kern, aunque ha endurecido la política de asilo, se encuentra aún en una situación de debilidad y sabe que deberá convocar elecciones anticipadas, previsiblemente el año que viene, para consolidar su posición.
Luego está la abstención. Los expertos coinciden en advertir que unos nuevos comicios juegan en contra de Van der Bellen, el candidato independiente al que apoyan Los Verdes y que en mayo logró imponerse por la mínima. Consideran que muchos ciudadanos, hastiados, optarán por no participar en esta tercera rondade las presidenciales. Esto lastraría principalmente al rival de los ultraderechistas, estiman, ya que los votantes del FPÖ están crecidos tras los últimos avances de sus formación política y no fallan en las urnas.
Así, podría además darse la situación de que el canciller se viera forzado a convocar elecciones para reforzar su postura en un contexto claramente adverso, meses después de la victoria del ultraderechista Hofer en los comicios presidenciales del 4 de diciembre. El efecto dominó.
La cuestión no sólo tiene consecuencias para la política interna austriaca. La derecha radical y populista está avanzando en gran parte de Europa, de los nórdicos a Francia, de Reino Unido a Hungría, pasando por Alemania y Polonia. Cada una de sus victorias en las urnas frente a los partidos del status quo -paradigmáticamente ejemplificados en la gran coalición de conservadores y socialdemócratas austriaca- alienta la siguiente. Y así, poco a poco, va aumentando el peso en la Unión Europea (UE) de los euroescépticos, los nacionalistas y los xenófobos, de todos aquellos que quieren parar o revertir el proceso de integración del proyecto comunitario.