Parte de la sociedad asume cada vez más conceptos como la sobreextranjerización para atacar a los refugiados y las políticas de acogida de Merkel
LAURA ALZOLA KIRSCHGENS. CTXT.- Cinco horas después de lanzar un cóctel molotov a través de la ventana de sus vecinos, Dennis L., de 24 años, apareció en el trabajo como un día cualquiera. El explosivo, fabricado con la ayuda de dos amigos en el garaje de su casa, aterrizó bajo la cama de un niño de 11 años procedente de Zimbabwe. El menor no sufrió daños porque esa noche dormía en la cama de su madre. Durante la investigación, la policía comprobó que Dennis L., era miembro activo de varios grupos de Facebook pro-Pegida y pro-AfD, y que publicaba y compartía en la Red artículos que alertaban sobre la peligrosidad de la “llegada masiva de extranjeros” a la región, Baja Sajonia. La próxima semana, Dennis L. tendrá que explicarse en los juzgados.
El verano pasado, Alternativa para Alemania (AfD) era un partido hundido. Ahora, según las últimas encuestas, alcanza el 12% en intención de voto. Quedarían los terceros si se celebrasen unas elecciones. Nacida en 2013 como una plataforma euroescéptica en plena crisis griega, la formación resucitó porque cuando agonizaba cambió de enemigo: el euro por los inmigrantes.
Un giro a tiempo que les ha dado más impulso de lo previsto. Según un correo interno del tesorero del partido filtrado por el diario BILD el pasado 28 de enero, la AfD habría logrado reunir 3,1 millones de euros en solo un mes, desde que en diciembre de 2015 invitara a sus simpatizantes a hacer donaciones.
Durante años, las viejas corrientes ultras intentaron reunir al margen derecho del espectro político germano. Sin éxito. En Alemania la memoria histórica se vive con una especial intensidad. Ahora, sin embargo, el poder de atracción de la nueva ultraderecha no deja de crecer gracias a que el odio hacia el inmigrante aumenta exponencialmente en las redes sociales. Sobre todo en Facebook, donde el miedo a lo extraño es reforzado y jaleado, se vence la barrera del qué dirán y crece la tendencia de querer diferenciarse de la mayoría adscrita al “buenismo” y a la “corrección política”
Del ciudadano preocupado al vecino incendiario
En las marchas semanales de Pegida en Dresde, la mitad de los participantes es mayor de 56 años y solo hay un 25% de mujeres. La última encuesta del Instituto de Göttingen para la Investigación de la Democracia también concluye que los participantes pintan negro el futuro de la República Federal. Aunque valoran positivamente su situación personal, se declaran muy preocupados por la situación del país, y la mayoría defiende que los ciudadanos, dejados en la estacada por el Estado, deben de tomar la justicia por su mano. Un preocupante 45% de los participantes se muestra además abiertamente comprensivo con “aquellos ciudadanos que pierden el control ante la situación actual y se vuelven violentos”.
La Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA) ha definido estos meses un nuevo tipo de autor de delitos al que llama “el vecino incendiario”. En más del 70% de los casos de ataques a centros de refugiados, los sospechosos investigados viven en la misma localidad. La mayoría de los agresores no pertenece a la escena de la ultraderecha y sólo un tercio contaba con antecedentes penales. Suelen ser personas activas en su comunidad, que temen que su pequeño mundo perfecto sea invadido y destruido por extraños.
“Es aterrador que la aceptación de la violencia esté avanzando hasta el centro de la sociedad”, dijo el ministro de Interior, Thomas de Maizière, en una entrevista en Der Spiegel la semana pasada.
Los líderes y organizadores del nuevo movimiento de extrema derecha germano dan el último impulso a quienes viven dispuestos a pasar a la acción. Según el BKA, estos últimos son sobre todo hombres jóvenes, menores de 35, que no se conforman con gritar lemas racistas y quieren dejar que hablen los hechos.
Hombres como Dennis L. o como el joven bombero Dirk. D de la localidad de Altena, en el Land Renania del Norte-Westfalia. El pasado 3 de octubre, Día de la Unidad Alemana, Dirk D., de 25 años, decidió prender fuego con gasolina al tejado sobre el piso de sus vecinos. Ante la policía, se justificó diciendo que tenía miedo de que los solicitantes de asilo fueran agresivos, “tal y como se dice en los medios”, y añadió que su pareja no hubiera querido quedarse a dormir en casa si en el piso contiguo vivían refugiados. Ahora, Dirk D. será juzgado por intento de asesinato de siete personas: la familia siria jugaba a las cartas con varios jubilados del pueblo cuando las vigas del salón empezaron a echar humo.
La desinformación, el instrumento más eficaz
La desinformación es la divulgación dirigida y consciente de una mentira que como rumor tomará vida propia y que una vez en el mundo será difícil de volver a capturar. El ascenso de la nueva ultraderecha tiene que ver con el boicot a los medios de comunicación clásicos. Cada vez más ciudadanos desconfían del rol de los periodistas encargados de filtrar las noticias relevantes. Creen que los medios tradicionales manipulan la realidad y ocultan información. Por eso, como alternativa, hay quien busca la verdad en publicaciones de Facebook de supuestos testigos directos de los hechos, en blogs ultras y páginas de noticias autodenominadas “libres e independientes del poder”.
El 1 de septiembre de 2015, el DortmundEcho, una web de noticias próxima al partido Die Rechte (La derecha), informaba sobre la supuesta violación de una menor de 17 años a las puertas de un centro para refugiados en Lünen, cerca de Dortmund. “Al menos cinco hombres agredieron a la chica y la obligaron a tener sexo oral con ellos”, publicaba el diario, para añadir que “ni la policía ni los medios” habían “querido informar del suceso”.
Solo unas horas después, a media tarde del mismo día, el propio DortmundEchose veía obligado a desmentir la noticia. La policía les había advertido de que los hechos narrados “no tuvieron lugar”. El medio cedió y desmintió la noticia argumentando que daría “un voto de confianza a los cuerpos de seguridad” pero puntualizó que la redacción se mantendría vigilante para “encontrar informaciones seguras en la jungla de rumores y comunicados existente”, dejando entrever que desconfiaba de las autoridades.
A pesar del rápido desmentido oficial, para entonces el cuento de la supuesta violación ya había cobrado vida en las redes sociales, donde los rumores se reproducen, evolucionan, y en el caso ideal para quien los ha sembrado, se riegan asociados a noticias reales creciendo en veracidad aparente. Cuatro meses antes, una mujer de 17 años había sido violada en un festival de rock en la localidad cercana de Lünen. En la evolución del rumor, hubo miles de personas que asociaron en Facebook el hecho real con el bulo.
La disposición a creerse los rumores ha ido en aumento desde la Nochevieja de 2015, cuando en una plaza central de Colonia hubo un número elevado de agresiones sexuales. Desde entonces prácticamente todos los diarios locales del país han tenido que negar noticias falsas sobre violaciones cuando los bulos se han extendido por la zona. Los desmentidos de la policía y de los medios se olvidan, o son tachados directamente de mentiras ordenadas “desde arriba”, mientras los cuentos siguen haciendo efecto y dejando poso.
Quien haya leído lo que circula por la Red estos meses podrá creer que los refugiados asaltan en masa supermercados y centros comerciales de decenas de localidades germanas robando sin que nadie lo evite. Las redes están llenas de historias según las cuales decenas de solicitantes de asilo se llenan los bolsillos de alimentos sin que los dependientes del supermercado intervengan. Hasta ahora, la policía y todos los dueños de los establecimientos supuestamente afectados han negado y desmentido todos y cada uno de los bulos. Sin éxito.
El ejemplo de Goebbels o la peligrosa elección del lenguaje
“Las palabras pueden ser como pequeñas dosis de arsénico: se tragan inadvertidamente, parecen no surtir efecto y finalmente, con el paso del tiempo, aparece la fatal reacción tóxica”. Victor Klemperer, profesor alemán de Literatura de la Universidad de Dresde que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, argumentaba en su obra La lengua del Tercer Reich, que las autoridades trataron de inculcar las ideas nazis a través de algo tan aparentemente inofensivo como la palabra.
Klemperer explicaba en el libro publicado en 1947 su teoría de que el nazismo fue calando en las personas a través de palabras sueltas, expresiones y estructuras oracionales impuestas mediante millones de repeticiones y finalmente adoptadas mecánicamente por los ciudadanos.
El lunes 4 de enero, René Jahn, uno de los organizadores de las manifestaciones de Pegida en Dresde, pidió a sus seguidores que dejaran de gritar en las marchas los lemas habituales. “Todo lo que digáis será utilizado contra nosotros por los medios”, advirtió Jahn.
«Volksverräter! Volksverräter!«, suelen gritar los patriotas europeos contra la islamización de Occidente. Con Volksverräter, “traidores de la nación”, se refieren a quienes gobiernan la República Federal alemana. Especialmente a la canciller, que en su tradicional discurso de Nochevieja pidió a los ciudadanos que no apoyasen las marchas de Pegida: “Demasiadas veces hay prejuicios, frialdad, e incluso odio en sus corazones”, dijo Angela Merkel sobre Pegida. El término Volsverräter es un derivado de Volksverrat, un delito, el de delatar o traicionar a la nación a la que uno se debe, recogido por primera vez en las leyes del sistema nazi.
Otro de los términos utilizado con frecuencia en publicaciones, comunicados o manifestaciones de Pegida y AfD es Lügenpresse, “prensa de las mentiras o prensa mentirosa”, un término que ya se empleaba a comienzos del siglo XX para acusar a los medios de silenciar reivindicaciones nacionalistas. Aunque no es un término acuñado por ellos, Lügenpresse fue resucitado con éxito por los nazis. Concretamente por Joseph Goebbels, el jefe de la propaganda y después ministro del Reich que usó el término en uno de sus discursos de 1932. En él, Goebbels reprochó a la Lügenpresse roja, de izquierdas, estar perpetrando una cruzada contra los nazis. En la RDA también se usó el término Lügenpresse para referirse a los medios “occidentales y capitalistas”.
Los seguidores de Pegida alertan una y otra vez de una Überfremdung o “sobreextranjerización” de Alemania. Esta palabra también guarda una historia poco célebre. En 1929 ya estaba incluida en el diccionario alemán por excelencia, Duden, y poco después era empleada también por los nazis. Para los nacionalsocialistas la “sobreextranjerización” era una “invasión demasiado fuerte de no-alemanes o ajenos a la especie aria”. El propio Joseph Goebbels habló en 1939 con desprecio de la «sobreextranjerización de la vida intelectual alemana por culpa de los judíos». Hoy en día, la nueva ultraderecha se sirve del término para alertar sobre la invasión de otras minorías, como los refugiados provenientes de países musulmanes.
La peligrosa utilización diaria de estas palabras, junto con la invención y divulgación dirigida y consciente de rumores, ya deja poso. Bombardeado constantemente por noticias escandalosas, el ciudadano se protege. Se inmuniza.
El 30 de enero, Frauke Petry, jefa de Alternativa para Alemania, respondió en una entrevista que para para impedir el ingreso ilegal de refugiados en la frontera germana, en caso de necesidad, un policía debería actuar haciendo uso de su arma de fuego.
El revuelo inicial fue considerable. Petry se vio atacada incluso desde dentro de su partido por lo que el AfD valoró internamente como una salida de tono innecesaria. Al día siguiente, sin embargo, la vicepresidenta del partido, Beatrix von Storch, respondía en su página de Facebook con un breve «sí» a la pregunta de si el AfD abogaba por usar armas de fuego en la frontera, también contra mujeres y niños. Una semana más tarde se publicaba el resultado de la última encuesta del instituto de opinión Emnid, realizada en los días siguientes a las declaraciones de Petry y de Von Storch. La intención de voto a la nueva ultraderecha se mantuvo en el 12% de la semana anterior.