SUR.- Son sólo el 1% de la población gala, pero la mitad de los actos racistas que se cometen en el país van dirigidos contra ellos. La pandemia no ha reducido el número de agresiones violentas que sufren. Padecen el antisemitismo neonazi y también la judeofobia de origen árabe-musulmán.
«No reparto a judíos», les espetó en enero un empleado de Deliveroo a los dueños de dos restaurantes kosher de Estrasburgo, al este de Francia. El repartidor, un inmigrante argelino sin papeles de 19 años que se negó a llevar comida a clientes hebreos, fue condenado a cuatro meses de prisión. «El antisemitismo no tiene cabida en Francia», escribió en Twitter el ministro francés de Interior, Gérald Darmanin, al anunciar en abril su expulsión del país. Un odio que está «muy presente en Francia y se transforma», explica por teléfono Francis Kalifat, presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías en Francia (CRIF).
Kalifat compara el antisemitismo con «un cáncer» que hay en la sociedad francesa y que, «desgraciadamente, no logramos extirpar, a pesar de la voluntad muy fuerte de los distintos gobiernos que se han sucedido». El 74% de la ciudadanía considera que el antisemitismo es un fenómeno extendido en Francia, según un sondeo de Ipsos publicado en febrero. Si tomamos como referencia la última década, el 54% de los franceses cree que se ha extendido, el 35% que se mantiene estable y el 9% que ha disminuido.
En Francia, el antisemitismo es un fenómeno de múltiples caras. El de extrema derecha no ha desaparecido. En Alsacia, por ejemplo, ha habido en los últimos años una oleada de profanaciones de cementerios judíos. De vez en cuando, aparecen pintadas neonazis y mensajes antisemitas en muros en distintas localidades. Por no hablar de los negacionistas del Holocausto, que difunden sus ideas en Internet.
Pero, a partir de 2000 surgió un nuevo antisemitismo en Francia, una judeofobia de origen árabe-musulmán, especialmente violenta en el caso del islamismo radical, al que se suma un odio a los judíos procedente de la extrema izquierda, donde el antisionismo y el antisemitismo muchas veces van de la mano. Si en 1999 se registraron 82 actos antisemitas en Francia, al año siguiente, su número pasó a 744, casi diez veces más. Este espectacular aumento coincidió con el inicio de la Segunda Intifada, la oleada de violencia en Palestina e Israel.
El politólogo Jérôme Fourquet y el geógrafo Sylvain Manternach explican en su libro ‘¿El próximo año en Jerusalén?’ (editorial L’Aube) que existe una clara correlación entre «las fases de fuerte progresión de actos antisemitas en Francia» y momentos críticos en el conflicto israelí-palestino.
Importación del conflicto
Muchos jóvenes musulmanes de la periferia de las ciudades se identifican con los palestinos y a todos los judíos con los israelíes, lo que se traduce en una «importación» del conflicto y en un aumento de agresiones antisemitas en Francia. «La gente que comente violencia contra este sector de la población se informa por la tele o por internet, no lee los periódicos. Es una violencia muy reactiva», explica Manternach.
El ministro del Interior prohibió el pasado 15 de mayo una manifestación pro palestina en París, convocada a raíz del ataque perpetrado por Israel en la Franja de Gaza. Lo hizo como medida preventiva, alegando que en 2014 hubo «graves problemas de orden público» en protestas similares. Ese año, propalestinos atacaron sinagogas en la capital y en Sarcelles, a la que llaman ‘la pequeña Jerusalén’, tras una ofensiva israelí contra Gaza al grito de «muerte a los judíos».
Desde el cambio de siglo, se registran en Francia una media de 600 actos antisemitas, siete u ocho veces más de lo observado en la década anterior, según datos del Ministerio del Interior y del Servicio de Protección de la Comunidad Judía (SCFJ). «Lamentablemente no vemos mejoría», señala el presidente del CRIF.
Como consecuencia de la pandemia, el número total de actos antisemitas (329) bajó sustancialmente en 2020 con respecto a 2019 (687), según el SCFJ. Pero el número de agresiones violentas (44) se mantuvo estable frente a 1999 (45), a pesar de los dos confinamientos por la pandemia de Covid-19 y a que hubo menos actividades comunitarias por las restricciones sanitarias.
«Hay un antisemitismo que acapara las portadas de los periódicos y que es muy violento. Y hay otro que podríamos llamar ‘de la vida diaria’, como las cartas anónimas, los grafitis en los muros, los insultos, etc», que es el que ha bajado, explica Kalifat. El SPCJ denuncia que las manifestaciones de esta judeofobia proliferan en Internet «sin que los autores sean perseguidos o condenados». En 2020, por ejemplo, circularon teorías de la conspiración que culpaban a los judíos del Covid-19.
El portavoz del Gobierno galo, Gabriel Attal, puso en enero una denuncia tras recibir una carta con amenazas e insultos antisemitas y homófobos. Y April Benayoum, miss Provenza, fue insultada en las redes sociales después de que en el concurso de Miss Francia 2021 contara que su padre es de origen israelí. Ocho personas serán juzgadas en septiembre por este último caso.
Otra cifra ilustra bien el problema. Los franceses judíos representan más o menos el 1% de la población de Francia, pero cerca del 50% de los actos racistas que se cometen en el país van dirigidos contra los judíos, según cifras oficiales.
«Porque eran judíos»
El presidente del CRIF también recuerda que entre 2003 y 2018 «doce franceses judíos han sido asesinados en Francia solamente porque eran judíos». Desde la muerte de Sébastien Sellam en 2003 hasta el de Mireille Knoll en 2018, pasando por el secuestro, tortura y asesinato de Ilan Halimi en 2006 y el de la jubilada Sarah Halimi en 2017.
La comunidad judía francesa también se vistió de luto con el atentado en la escuela hebrea de Ozar Hatorah de Toulouse en 2012, en el que murieron un adulto y tres niños de entre 3 y 8 años. Y en la toma de rehenes del supermercado Hyper Casher en París en 2015, perdieron la vida cuatro rehenes, todos ellos judíos. Hace poco más de una semana, profanaron en Sarcelles una estela en memoria de Yohan Cohen, una de las víctimas de ese atentado antisemita.
«Francia cuenta con una de las legislaciones más duras para combatir el antisemitismo y, aun así, esta lacra sigue creciendo», cuenta Kalifat, que responsabiliza de esta dinámica a la justicia. Según el presidente del CRIF, los magistrados pronuncian sentencias simbólicas, sin efecto disuasorio alguno.
A juicio de muchos ciudadanos judíos, el caso de la profesora judía jubilada Sarah Halimi ilustra la impunidad de la que goza la violencia antisemita y lo mal que funciona la justicia francesa. Su vecino Kobili Traoré, un joven musulmán, entró en su casa, le pegó una paliza y después la tiró por la ventana al grito de «Alá es grande» y «he matado a Satán». Traoré no será juzgado, pues el Tribunal Supremo francés le declaró en abril «irresponsable penalmente» de los hechos, al considerar que su discernimiento estaba «abolido» por el consumo de drogas. La comunidad judía en Francia está indignada por esta decisión.
Ante el temor de convertirse en víctimas de la violencia antisemita, muchos judíos franceses evitan ciertos barrios o tratan de pasar desapercibidos, evitando algunos de ellos, por ejemplo, llevar en público ciertos símbolos religiosos judíos como la kipá (la gorra ritual usada tradicionalmente por los varones judíos) o cubriéndola con una gorra de béisbol si salen de su barrio o por la noche.
«No es cierto que en Francia no se puede pasear con una kipá en la cabeza, es falso decir eso. Hay las dos cosas. Hay barrios en los que es muy complicado ser un judío visible y en otros en los que no hay problema», explica Kalifat. También hay niños judíos a los que sus padres sacan de la escuela pública por temor a que sean víctimas de agresiones o insultos antisemitas y que les llevan a escuelas privadas judías, católicas o no confesionales para evitar problemas.
Sin poner la mezuzá
Zeev, un joven que trabaja en una librería judía en el centro de París, explica, por ejemplo, que, por precaución, no ha puesto la mezuzá (la cajita que los judíos colocan en las puertas de sus hogares y que contiene un pergamino con versículos de la Torá) en la puerta de su casa, sino en el interior de la vivienda. También cuenta que extrema las precauciones cuando hay manifestaciones pro palestinas en París porque «sabemos que puede haber problemas».
Los responsables de la comunidad judía no dan consignas oficiales de seguridad a sus miembros. Suelen ser los padres los que dicen a sus hijos que tengan cuidado. «Mi familia tiene mucho miedo por mí. Mi padre no quiere ni que coja el RER (tren de cercanías) ni que fuera a París», explica Benjamin, estudiante de Comercio, en Le Marais, el barrio histórico judío de París. En ese sentido, uno de cada tres jóvenes judíos de entre 18 y 24 años dicen haber sufrido al menos una agresión física de carácter antisemita y cuatro de cada cinco una agresión verbal, según una encuesta reciente.
El presidente del CRIF considera que la lucha contra el antisemitismo no es un asunto de los judíos, sino una cuestión nacional. «Cuando tenemos que lamentar doce muertos sin razón alguna, únicamente porque las víctimas son judías, por supuesto que es terrible. Lo es para la comunidad judía, pero también para Francia», concluye Kalifat.