LUCÍA ABELLÁN. EL PAÍS.- Francia, uno de los países de tradición más europeísta, y Reino Unido, el menos afín a la UE, tienen un elemento en común. Las opciones populistas y antieuropeas han ganado terreno en las elecciones europeas, un elemento que consolida el auge eurófobo como nuevo fenómeno de estos comicios. Aunque su peso es reducido sobre el total de eurodiputados y su capacidad para unir esfuerzos, dudosa, la subida de estas opciones extremas evidencia el malestar y el desconcierto de muchos ciudadanos europeos ante la peor crisis de la historia del proyecto comunitario.
Algo más del 20% del voto se corresponde con alguna opción euroescéptica, populista o eurófoba, según resultados, aún parciales, divulgados por la Eurocámara. Un nada desdeñable 9% del electorado europeo —incluido en esa suma— ha optado por formaciones de nueva creación. Esta categoría engloba a una amalgama de partidos —no todos populistas, pero sí una buena parte— que sin duda traerán nuevos aires a la Eurocámara. También suben cuatro escaños los no inscritos, un grupo ahora formado por parte de los diputados del británico UKIP y del italiano Liga Norte, los representantes del húngaro xenófobo Jobbik o los del holandés antimusulmán PVV, de Geert Wilders.
Los primeros sondeos a pie de urna acercaban al Frente Nacional de Marine Le Pen al 25% del electorado, lo que la consagra como la más votada en Francia. También en Reino Unido el populista UKIP se hizo con la victoria y en Dinamarca, la extrema derecha venció con un 23% de los votos para el Partido Popular, contrario a la UE. En Alemania, una formación antieuropea (Alternativa por Alemania) ha conseguido el 7% de las papeletas y entrará en la Eurocámara. En Austria, el partido que cae en este saco de los eurófobos, el FPÖ, se llevó casi el 20%. En otros países, la pulsión del eurodesencanto parecía menor. En Holanda, el partido de Geert Wilders, ha perdido peso, según los primeros resultados, y en Polonia, el muy conservador Solidaridad también cae, según los sondeos.
Una de las caras más dramáticas del ascenso de estos movimientos es el fuerte impulso de los neonazis en Grecia. El partido Aurora Dorada ha logrado, según las primeras estimaciones, alrededor de un 10% de los votos, lo que le puede proporcionar hasta tres representantes en la Cámara de Estrasburgo.
Pese a toda la ganancia general de votos para opciones extremas, está en el aire la intención que ambicionaba Le Pen, la gran vencedora de este bloque antieuropeo, de aglutinar un grupo propio de eurófobos en el Parlamento, una posibilidad que les da financiación, visibilidad y una cierta unidad de acción de la que carecen hasta ahora. Para crearlo es necesario reunir a un mínimo de 25 diputados procedentes de siete países distintos. Le Pen contaba con una formación de extrema derecha eslovaca que no ha conseguido representación, según los primeros sondeos, aunque puede intentar sondear a otras formaciones.
Nigel Farage, líder de UKIP, fue uno de los primeros en celebrar la subida de partidos heterodoxos que cuestionan el proyecto comunitario. “Es un terremoto”, aseguró en videoconferencia ante la prensa que seguía los resultados electorales en la Eurocámara. Farage aseguró que siempre ha habido escepticismo en la Unión Europea, pero que este se había acrecentado por “errores masivos” del club comunitario como la creación del euro, la libre circulación de ciudadanos y la ampliación de la UE a los países del Este del continente.
Las corrientes antieuropeas y populistas en general han estado hasta ahora muy diluidas en el Parlamento Europeo. La mayoría se aglutina en torno a dos grupos: el de no inscritos —no adheridos a ningún grupo tradicional— y el de Europa de la Libertad y la Democracia. Juntos han sumado en la pasada legislatura el 8% de los escaños, aunque no tienen unidad de acción ni de voto. No obstante, no todos los no inscritos son populistas. En este grupo figura, por ejemplo, el representante español de UPyD, Francisco Sosa Wagner, y otros diputados que no comparten en absoluto el ideario antieuropeo.
Otro 7% de los representantes correspondía a euroescépticos tradicionales (tories británicos y conservadores polacos principalmente). Este grupo ha reducido significativamente su influencia, en buena medida por la caída de la popularidad de los conservadores británicos. Pese a todo, este grupo celebró el auge del euroescepticismo en el Parlamento Europeo. “Vamos a ver grandes cambios en el nuevo Parlamento. No podemos ignorar las voces de milones de ciudadanos”, aseguró tras los comicios Struan Stevenson, integrante de este grupo.