La extrema derecha que vino del frío

, | 6 abril, 2014

Bulgaria TurkeyJAVIER G. GALLEGO. EL MUNDO.- El patrón es el mismo en casi todos los países: populismo, ultranacionalismo, supremacía racial y, paradójicamente, políticas económicas de izquierdas. Son las características principales de los movimientos de extrema derecha que han surgido en las naciones de la Europa del Este y que vuelven a apoyarse en la crisis económica y los flujos migratorios para intentar crecer. Frente a la extrema derecha de la Europa rica, los analistas destacan además que estos grupos contrarrestan una menor organización y experiencia política con mayores dosis de radicalismo y violencia.

Junto al Jobbik húngaro, otro de los movimientos con mayor respaldo es el búlgaro Ataka (en español, Ataque), que el pasado año obtuvo el 7,3% de los votos en las elecciones nacionales y cuyo líder, Volen Siderov, llegó a ser el segundo político más votado en los comicios presidenciales de 2006. Más que su presencia en el Parlamento nacional, lo que preocupa es la cada vez mayor representación en la política local, desde donde intenta combatir la llegada de refugiados procedentes de la guerra de Siria, así como a la población gitana.

Este partido cuenta con dos representantes en el Parlamento Europeo y los sondeos apuntan a que podría conseguir un asiento más en los comicios a la Eurocámara del 25 de mayo, adonde acude con un programa en el que pide la salida del país de la OTAN y muestra su apoyo a la intervención de Rusia en Crimea.

Similar en cuanto al ideario pero sin representación política, en Rumanía está Nueva Derecha, un movimiento integrado en el Frente Nacional Europeo y que se define como antisemita, nacionalista y contrario a la democracia parlamentaria. En este grupo europeo se encuentra afiliado también la Falange española y el partido Renacimiento Nacional de Polonia, que por el momento no tiene presencia en la Cámara Baja del país.

El Partido Nacional Eslovaco registra un ideario político similar, pero en las últimas elecciones perdió parte del respaldo del electorado y no logró formar grupo político. Con todo, llegó a tener 20 de los 150 escaños del Parlamento y en Bruselas cuenta con un eurodiputado, alineado con los representantes de la extrema derecha búlgara y conocido por sus declaraciones de rechazo a los gitanos y los húngaros.

En la República Checa, el equivalente a este grupo radical sería el Partido de los Trabajadores, que ejemplifica esa difusa frontera entre los planteamientos ideológicos de la extrema derecha -defiende un ultranacionalismo contrario a las minorías y es abiertamente homófobo- y de la extrema izquierda, ya que recibe la herencia del partido comunista y defiende la nacionalización de las empresas privadas. Su mayor logro político tuvo lugar en las elecciones de 2010, aunque no ha llegado a tener representación en el Parlamento.

Los movimientos de estos países encuentran además otra razón de ser en la necesidad de preservar el orgullo de sus naciones ante la humillación que sufren sus ciudadanos en la Europa rica. Porque, a pesar de que el proceso de ampliación de la UE tiende a generar una convergencia económica entre sus Estados miembros, para los grupos populistas y radicales la amenaza tiende a venir siempre del Este.

El ‘enemigo’ pobre

De ahí que para grupos como el Frente Nacional francés o el Partido de la Libertad (PVV) holandés, el enemigo número uno sean los ciudadanos rumanos, búlgaros y polacos que, según critican, se aprovechan de la protección social estatal creada durante décadas de prosperidad sin aportar nada a cambio.

No obstante, según los expertos la extrema derecha no es exactamente igual en la Europa Occidental que en la Oriental. «Más que un simple partido nacionalista, Ataka es un grupo definido por su violencia racista y su antisemitismo», explicaba en un reportaje de The New York Times Krassimir Kanev, jefe del Comité Helsinki, una organización de Bulgaria que promueve la defensa de los derechos humanos.

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