Las dificultades de la UE dan alas a los populistas y los partidos moderados endurecen su discurso para frenarlos
ANA CARBAJOSA. EL PAIS.- “Cuanto peor, mejor” es además de una vieja máxima leninista, una constatación, en el caso de la extrema derecha populista y antieuropea suiza. El desconcierto político-ambiental que se respira en Europa, junto con la crisis financiera han supuesto un regalo para la SVP/UDC, el mayor partido del Parlamento —algo más del 25% de escaños— y cuyas ideas fuerza calan ahora entre la población con renovada facilidad.
Luzi Stamm, vicepresidente del gran partido populista suizo, lo explica sin complejos y con una amable sonrisa en su casa de Baden, una bonita ciudad suiza, a 15 kilómetros de la frontera alemana. “La tragedia europea nos ayuda. Cuanto peor va nuestro entorno, más fuerte se vuelve nuestro partido”. Stamm dice que se enfada cuando piensa en cómo los políticos europeos han sido capaces de cometer tantos errores, de cómo han empobrecido a la Unión y han propiciado fisuras y enfrentamientos entre los países ricos y pobres. “Por eso ahora nos atacan [en relación a la petición europea de que Suiza acabe con el llamado secreto bancario]. Cuando los que están en el poder se equivocan, miran para fuera para encontrar culpables, nos miran a nosotros”.
Y sigue: “Hace 20 años, éramos unos raros por estar en contra de la UE. Ahora es aquí una idea que cuenta con el consenso. Nosotros siempre tuvimos claro que había que limitar la inmigración. Ahora, los suizos se dan cuenta de que no se puede dejar entrar a todo el mundo”. Stamm pide abrir la caja de pandora, es decir, redefinir por completo las relaciones de Suiza con Bruselas, incluida la libre circulación de ciudadanos de la Unión a la que se comprometieron los suizos.
Si hay un nervio especialmente sensible para los suizos es el que recorre su sistema político de proximidad y democracia directa, por el que los ciudadanos participan y se corresponsabilizan del gobierno del país y del municipio. Que venga Bruselas o quien sea a decirles cómo tienen que hacer las cosas, no es algo que acostumbren a digerir con facilidad. Menos aún, argumentan algunos suizos, en tiempos como los actuales, en los que viven su prosperidad y estabilidad como una reivindicación de su singular sistema político frente al declive de la popularidad de las instituciones y partidos en la Unión. La defensa de las tradiciones es precisamente otro de los grandes caballos de batalla de los extremistas suizos.
Al margen del momento político y del popurrí ideológico, los críticos de la SVP/UDC achacan el éxito de este partido al derroche de fondos con el que su gran líder político-espiritual, el millonario septuagenario Christoph Blocher, convence en las incontables campañas que se suceden en la vida política suiza. Gran parte de la fuerza electoral del SVP/UDC radica en el mundo rural. En ese sentido, Stamm no es una excepción. Junto al caudaloso río que atraviesa Baden, el político mueve los brazos para explicar los límites geográficos de su influencia. “Allí, detrás de esa montaña, empiezan los campos de cultivo y el ganado. Es en esas zonas donde obtengo más votos. Aquí, en el núcleo urbano, no consigo hacerme con la alcaldía”. Los límites de Stamm podrían parecerse a los del resto del país, donde los extremistas son conscientes de que tienen un techo claro. Lo que también saben es que, por el contrario, sus ideas carecen de límites.
Marie-Claire Kunz, una abogada que se ha encargado de coordinar la campaña del no a la reforma urgente de la ley de asilo que endurece las condiciones de los demandantes, explica cómo el SVP/UDC ha logrado inocular su ideario. “El debate de la inmigración se ha vuelto omnipresente en la vida política suiza y en los medios de comunicación. Y eso se debe a que la SVP/UDC ha logrado conquistar al electorado con este tema y el resto de los partidos no están dispuestos a que les ganen terreno y se suben al carro”.