Mientras que en España la actividad ultraderechista en las redes sociales consigue salpicar el debate público, el coronavirus ha sumido a Alternativa para Alemania en un estado de irrelevancia política desconocido desde años.
JAVIER PÉREZ DE LA CRUZ. PÚBLICO.- Es la fantasía de cualquier político de extrema derecha: fronteras cerradas, una población asustada (hasta cierto punto) y una alarma generalizada por el futuro de la economía. A priori, un caldo de cultivo propicio para que la gente se deje encandilar por el discurso disponible más autoritario y simplista disponible. Pero en Alemania, los ultraderechistas están de capa caída.
Desde la llamada «crisis de los refugiados» de 2015, Alternativa para Alemania (AfD), el partido que logró romper el tabú de la extrema derecha en territorio germano, había conseguido determinar a su antojo el ambiente político. Con sus provocaciones estratégicas, en 2017 se convirtieron en la principal fuerza de la oposición al Gobierno de Gran Coalición. La presión que ejercían desde la derecha, conseguía arañar más y más votos a los conservadores del partido de Angela Merkel. Hasta que llegó el coronavirus y, como si hubieran entrado en cuarentena, desaparecieron del debate público.
Se estima que, en comparación con los datos de hace un año, el impacto de los mensajes de la AfD en redes sociales se redujo a la mitad desde mediados de marzo a principios de abril. El dato es especialmente significativo porque la arena virtual representa el gran canal de comunicación de los ultraderechistas. Su presencia en las redes era la envidia del resto de partidos.
Su creciente intrascendencia sobrepasa el ámbito digital y también se refleja en los sondeos. Una encuesta encargada por el periódico sensacionalista y conservador Bild daba el 8 de marzo, antes de que comenzaran las medidas de aislamiento, el 14% de apoyo para la AfD y un 24% para la CDU de Merkel. Un mes más tarde, otra encuesta para el mismo diario coloca a la AfD con un 10,5% de apoyo y a la CDU, con un 37,5%. Los ultraderechistas caen y los conservadores de Merkel se disparan.
«En tiempos de crisis, la gente suele mirar más hacia el Ejecutivo, del que esperan liderazgo y directrices. Los partidos de la oposición lo tienen siempre más difícil para hacerse oír», asegura a Público Dierk Borstel, experto en extrema derecha y politólogo de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Dortmund.
Un diagnóstico que, mirando lo que ocurre en España, no es suficiente para explicar la irrelevancia de los ultraderechistas alemanes. La presión de VOX y de diversas personalidades afines a sus posturas sí está condicionando la actuación y los mensajes del Gobierno. El presidente del CIS ha llegado incluso a justificar la censura sobre la que se preguntaba en el último y polémico barómetro.
Pelea interna y popularidad de Merkel
«En este sentido es importante destacar dos puntos -añade el politólogo Dierk Borstel-. La AfD se encuentra inmersa ahora mismo en una pelea interna. Una parte del partido se siente muy insegura debido a la decisión de la Oficina para la Protección de la Constitución [el servicio de inteligencia doméstico] de vigilar al sector conocido como «el Ala». Uno de sus dirigentes llegó incluso a proponer la división del partido”.
Der Flügel (el Ala) es el sector más radical de Alternativa para Alemania, encabezado Björn Höcke, líder del grupo parlamentario del partido en Turingia, uno de los Estados donde los ultraderechistas tienen mayor apoyo. Pero hasta ahora, cualquier intento para expulsar o marginar a Höcke dentro de la formación ha acabado en estrepitoso fracaso.
Además de peleas internas, según el experto, «la AFD no tiene ningún tipo de respuesta convincente para esta crisis». «Hasta ahora ninguno de sus recurrentes chivos expiatorios, como el Gobierno, los refugiados o la Lügenpresse (prensa mentirosa), pueden ser considerados responsables del virus. Y hasta el momento, esta manera de construir enemigos ha sido la base de la política de la AfD», añade Borstel.
Que las críticas al Gobierno no cuajen entre la sociedad también se explica por la percepción generalizada de que el Ejecutivo está haciendo un buen trabajo. La figura de la canciller se mantiene como la más valorada entre los políticos de primera línea. Angela Merkel, al contrario que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, no se saltó la cuarentena de 14 días que tuvo que realizar después de que su médico diera positivo por coronavirus.
La AfD ha perdido la cámara de eco digital que distribuía y replicaba sin cesar sus mensajes hasta convertirlos en temas que los políticos no podían obviar. «En particular en las redes sociales, la AfD se integra en una red internacional compuesta por grupos, individuos, partidos, asociaciones, a veces con conexiones estatales», sostiene Borstel.
La diferencia es que muchas de las cuentas pertenecientes a esa red se están centrando más en difundir teorías de la conspiración que en propagar los postulados de la AfD, que no acaban de encontrar un rumbo fijo. Por ejemplo, primero criticaron a Merkel por no reaccionar a tiempo, para luego asegurar que las medidas de confinamiento (mucho más relajadas que en España) eran demasiado estrictas.
La propuesta de la AfD de 10 medidas para salir de la crisis, entre las que se encontraban aumentar el número de tests y mejorar el equipo de los trabajadores sanitarios, no difiere apenas de lo que pide cualquier otra formación política. Su única petición marca de la casa era reclamar que se pudiera celebrar la Pascua de 2020 en las iglesias, «teniendo en cuenta las medidas de protección». Nadie les hizo caso. Las iglesias, como el resto de templos de culto, permanecieron cerrados.
Futuro económico incierto
No obstante, nadie da por finiquitados a los ultraderechistas. »La crisis que vivimos actualmente golpea a todas las clases y supone una pérdida de control a nivel universal. Nadie puede saber con exactitud qué consecuencias sociales, culturales y económicas traerá», reflexiona el analista Dierk Borstel. «Pero es probable que aumente la desintegración de la sociedad y la desigualdad. En el pasado, estas crisis siempre impulsaron fuerzas autoritarias, a menudo de extrema derecha. Eso podría volver a ocurrir ahora».
La tormenta económica que se avecina también va a golpear de lleno las finanzas germanas. El desencanto y la indignación de aquellos que se vean más afectados puede traducirse en una pérdida progresiva de confianza en el Gobierno a favor de un partido como la AfD, que se intenta seguir presentando como alternativa al sistema.
Alemania afronta el batacazo económico con unos índices mejor preparados que los de España o Italia, pero, igual que en el sur de Europa, se espera que su desempleo, deuda y déficit sufran de manera prácticamente sin precedentes . Los economistas temen que en los próximos meses se profundicen la desigualdad y la precariedad ya instaladas en el país antes de la pandemia.
Y, por último, se encuentra el papel de Alemania dentro de una cada vez más tensa y fragmentada Unión Europea. Precisamente fue la crisis del euro y el debate sobre los rescates a Grecia lo que precipitó la creación de Alternativa para Alemania en 2013.
Angela Merkel se mantiene firme en su rechazo a los eurobonos, postura que comparte la AfD, pero cualquier aportación que haga Berlín a un fondo común europeo será un filón que los ultraderechistas se esforzarán al máximo en explotar.