Además de ser la primera fosa común cuya exhumación se acomete en la ciudad de Sevilla, es también la de mayor envergadura que se afronta en el conjunto del país
JAVIER RAMAJO. ELDIARIO.ES.- Los trabajos de exhumación en la fosa común de Pico Reja de Sevilla están arrojando datos y conclusiones tras arrancar el pasado 19 de enero. Un total de 502 sujetos han sido localizados, de los cuales 412 han sido exhumados y 84 de ellos presentan posibles evidencias de haber sido represaliados. 157 osarios y un centenar de ataúdes, junto a 158 restos aislados en desconexión anatómica, completan la distribución de los sujetos exhumados hasta el pasado 30 de abril.
Estos datos se contemplan en el último informe de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, adjudicataria del concurso público convocado por el Ayuntamiento de Sevilla y para la que trabaja un equipo multidisciplinar de arqueológos, antropólogos, sociólogos, historiadores, etc. Todo el proceso de trabajo ha implicado ya la «revisión de decenas de miles de restos», si bien para la contabilidad de evidencias localizadas, excavadas y exhumadas diferencian varios grupos: inhumaciones primarias que podrían corresponder a la población reclusa fallecida en la cárcel, actividad funeraria normalizada (ataúdes), restos óseos aislados y dispersos, y conjuntos secundarios.
Según el informe, «cualquier tipo de material óseo exhumado, proceda de osario o de conjuntos articulados, pasa por una revisión destinada a observar las zonas de rotura, defectos de sustancia o alteraciones que puedan atribuirse a episodios violentos o daños perimortem». A lo largo de toda la intervención se está operando «con la eventualidad de que los presuntos depósitos de población asesinada hayan sido alterados e integrados en acumulaciones secundarias», explica el informe.
Los mineros fusilados
La exhumación del material óseo de la fosa de Pico Reja, donde yacerían más de un millar de ejecutados por el franquismo, una cuarta parte del total de 4.500 represaliados depositados sin vida en el cementerio de San Fernando de la capital hispalense, parte del acotamiento de «realidades muy distintas, tiempos muy distintos y protagonistas muy distintos», si bien en el informe se explica que se posee «suficiente información documental, arqueológica y antropológica para llegar a una serie de conclusiones sobre los contenidos de la fosa».
Entre esas conclusiones está que «la cronología de los materiales inhumados en la fosa de Pico Reja desborda ampliamente la fecha de agosto de 1936» y que existe «una actividad funeraria no documentada e improvisada junto a otra que sigue los patrones usuales de enterramiento socialmente aceptados». En ambos casos aportan «una cantidad ingente de material».
Asimismo, apunta Aranzadi que la documentación recabada identifica «una población que se inhuma en julio y agosto, en teoría junto a las personas asesinadas, que supera ampliamente las cifras estimadas». «La población represaliada con partidas en blanco supera en unos 300 sujetos a la estimada en las investigaciones anteriores a la fecha actual», indica el informe, estando ante «evidencias inusuales detectadas, como sería la población reclusa, fallecida de hambre y enfermedad en las cárceles». «No puede descartarse la presencia de sujetos asesinados por consejos de guerra, más allá del grupo de los mineros fusilados en los últimos días de agosto de 1936», se señala también entre las conclusiones.
Patrones multiformes
Aranzadi indica que todas esas actividades «determinan patrones multiformes» en el modo en que se presentan los contextos arqueológicos y antropológicos, como material óseo suelto, material óseo «producto de la traslación de restos individualizados desde nichos o sepulturas del entorno», o grandes osarios «que procederían de otros lugares en los cuales se ha producido una pérdida
de elementos anatómicos pequeños».
También se presentan los restos en grandes depósitos mixtos con sujetos «con desplazamientos de zonas anatómicas que acontecerían cuando el sujeto estaba provisto de elementos de retención», o en espacios de inhumaciones primarias en ataúd, conformando espacios más o menos amplios o compartiéndolos con osarios y conjuntos mixtos.
También se han apreciado «depósitos improvisados de material anatómico procedente de autopsias y amputaciones clínicas, que se incluyen en ataúdes o junto a éstos». «La documentación de las inhumaciones que se desarrollan en paralelo a las personas represaliadas contempla escasas inhumaciones de este tipo, con lo que solo cabe pensar en material no documentado o en que se trata de materiales posteriores a agosto de 1936», explica en ese sentido.
Intervención sin pausa
El informe, que aclara que la intervención en la fosa de Pico Reja no ha implicado ningún tipo de paralización completa de la actividad, como informó este periódico, y que durante los días de vigencia de la fase más restrictiva del Estado de alarma los trabajos se centraron en la revisión de materiales, actualización de datos y teletrabajo.
La intervención arrancó a finales de año gracias a un acuerdo entre Junta, Ayuntamiento y Diputación que costó terminar de fraguar y que aspira a identificar y dar digna sepultura a 1.103 represaliados por las tropas golpistas al inicio de la Guerra Civil, entre ellos, numerosos líderes sindicales y políticos sevillanos, según las investigaciones previas a los trabajos de exhumación.
Además de ser la primera fosa común cuya exhumación se acomete en la ciudad de Sevilla, es también la de mayor envergadura que se afronta en el conjunto del país. Entre los restos que se aspiran a encontrar estarían los de Blas Infante, padre de la patria andaluza. Con 671,34 metros de longitud (66 más de la dimensión inicialmente barajada por los historiadores) y una profundidad aproximada de cuatro metros, la fosa común de Pico Reja alcanza 2.685,36 metros cúbicos. El fin último es dignificar a las personas que fueron depositadas en la misma, darles un entierro digno y atender a las peticiones de las familias y su voluntad.