Mientras extrema izquierda y los anarquistas perciben el final del capitalismo, los supremacistas blancos su ansiada “guerra racial”
ARGEMINO BARRO. EL CONFIDENCIAL.- Estados Unidos vive ahora mismo una Edad de Oro. Al menos desde el punto de vista de los grupos extremistas. Como un espejo, el caos refleja para cada uno sus fantasías más salvajes: los sueños apocalípticos que llevan acariciando desde hace años. La extrema izquierda y los anarquistas perciben el final del capitalismo, los supremacistas blancos su ansiada “guerra racial” y toda una caterva de grupos antigobierno comprueban que, por fin, ha empezado la segunda guerra civil.
“Un canal de Telegram de un grupo extremista supremacista blanco incitó a sus seguidores a participar en la violencia y empezar el ’boogaloo’ disparando en una multitud”, decía un informe del Departamento de Seguridad Interior. Otro mensaje de los radicales pedía a quienes se pusieran a disparar que se metieran dentro de un grupo de gente, lo cual amplificaría la violencia.
La palabra “boogaloo” es una forma de decir “segunda guerra civil” o “colapso social” y también es el nombre de un grupo extremista descentralizado. Una confederación de militantes armados de diferentes rasgos ideológicos, pero que tienen en común la obsesión por una nueva contienda y el miedo a que el Gobierno federal les arrebate las armas. Sus miembros debaten estrategias en internet y han demostrado, estos últimos días, que se pueden movilizar rápidamente.
Cuando empezaron las protestas en Mineápolis, tras el asesinato de George Floyd, un miembro local de Boogaloo dio la alerta en un foro de internet. Unos compañeros de Carolina del Norte se pusieron en camino. Según la CNN, llevaban rifles de asalto. Los extremistas condujeron 18 horas hasta Mineápolis, donde poco después patrullaban las calles con la cara tapada y los fusiles en ristre.
Explosivos y hombres armados
Miembros de Boogaloo, que suelen llevar camisas hawaianas, han sido vistos en las protestas de Minesota, Texas y Pensilvania, según NBC News, y en Nevada tres de ellos han sido acusados de planear un atentado terrorista. La fiscalía de Las Vegas ha confirmado que los sospechosos, de entre 23 y 40 años, tenían en su poder elementos explosivos. Los grupos que, como Boogaloo, quieren detonar una guerra civil, son conocidos como ”aceleracionistas”.
Antes de las protestas, las políticas de confinamiento contra la pandemia de coronavirus también generaron rechazo en este tipo de grupos, que las percibían como un ataque a las libertades individuales. La protesta más mediática tuvo lugar en el Capitolio Estatal de Michigan. Varias decenas de hombres armados y con atuendo militar entraron en el edificio institucional pidiendo el final del confinamiento. Este grupo, autodenominado “Liberate”, también se manifestó con fusiles de asalto a la puerta de los capitolios de otros estados.
El Departamento de Seguridad Interior también ha alertado sobre las intenciones de la extrema izquierda y los anarquistas, cuyos planes serían “ocupar y quemar el Capitolio Estatal de Minesota”. Los radicales anarquistas y de izquierda, agrupados en el nombre de Antifa (por “antifascista”) han sido mencionados por el presidente de EEUU, Donald Trump, que los ha culpado varias veces de estar detrás de parte de los disturbios. Aunque de momento no ha aportado pruebas.
De manera parecida a Boogaloo pero en la otra esquina del espectro político, los activistas de Antifa no tienen jerarquía, ni cuartel general, ni siquiera una ideología concreta. Sus militantes, que dicen inspirarse en los partisanos antifascistas de la Segunda Guerra Mundial, profesan una mezcla de idearios socialistas, comunistas y anarquistas. El nódulo común es el convencimiento de que la violencia es útil para contener lo que ellos consideran el ascenso del fascismo. En la América de Trump, a medida que grupos extremistas aparecían en manifestaciones de apoyo al presidente, también lo hacían miembros de Antifa, generando fuertes choques.
El diccionario anarquista
En 2018, un informe del Servicio de Investigación del Congreso identificó cuatro predicamentos que Antifa pide a sus seguidores: “(1) seguir la actividad de grupos fascistas, (2) oponerse a su organizaciones públicas, (3) apoyar a los aliados antifascistas atacados por fascistas o arrestados por la policía, y (4) no cooperar con las fuerzas de seguridad”.
El presidente Trump declaró en Twitter que añadiría a Antifa a la lista de grupos terroristas, una acción que, sin embargo, corresponde tomar al Congreso. Shane Burley, autor de «Fascism Today: What It Is and How to End It», escribe en NBC que esta es “una declaración que legalmente significa poco, pero políticamente mucho”, y que “probablemente pondrá a gente en peligro, inflamando las divisiones políticas y culturales en un momento bisagra”.
Antifa y Boogaloo son solo dos grupos, y descentralizados, de la amplia variedad de extremistas que prolifera en Estados Unidos. Algunos vídeos tomados a lo largo del país reflejan a ciudadanos armados a la puerta de algunas tiendas, o patrullando las calles como si fueran la Guardia Nacional. Pero pueden pertenecer a alguno de los 68 grupos que categoriza el Southern Poverty Law Center, o alguno que todavía no haya sido descubierto por los observadores del extremismo.
A pesar de la presencia de estos grupos en las protestas por el asesinato de George Floyd en Mineápolis, la inmensa mayoría de quienes han saqueado tiendas o prendido fuego a edificios serían, según la policía, delincuentes comunes u oportunistas que aprovechan para robar tiendas. Ha habido pocos indicios de que tengan vínculos con grupos extremistas. Documentos policiales revisados por Reuters atestiguan que, de los centenares de detenidos en las protestas, muy pocos (25 de 312 en el caso de Mineápolis) venían de fuera del estado.