MARGARITA B. R. (UNA MADRE ROTA)/IDEAL DE GRANADA.- «Al grito de «bollera» le asestaron una paliza que de haber durado un poco más, habría acabado con su vida».
Sr. Director: Hace unos días, mi hija sufrió una brutal agresión en Granada por el simple hecho de ser homosexual. En Granada, ciudad universitaria por excelencia, donde se forman los que regirán el mundo, donde se debería respirar la libertad, la tolerancia…
A la salida de un local, cerca de Derecho, (allí donde se aprende sobre justicia, libertades…) unos desalmados ‘machos’, cuatro bestias, se abalanzaron contra ella –una mujer de escasa estatura– por sorpresa y empezaron a pegarle. Al grito de «bollera» le asestaron una paliza que de haber durado un poco más, habría acabado con su vida.
Gracias a Dios, salieron los que estaban dentro y contra tantos su testosterona no servía, los búfalos en celo se largaron. Qué poca talla moral, qué cobardes, qué miserables… Otras buenas personas la acompañaron a casa, donde estábamos su padre y yo, para acogerla, abrazarla, limpiar sus heridas e intentar consolarla sin mucho éxito. Es lo más doloroso que nos ha pasado,
Después de unos días, viendo que físicamente mejora (el dolor del alma tardará en pasar) y tras haber secado muchas lágrimas, me pregunto tantas cosas…
Chicos bien vestidos, igual hasta son buenos estudiantes. En esa edad en la que todos estamos llenos de ideales para un mundo mejor. Igual son el orgullo de sus padres, tal vez lleguen a puestos importantes. Pues que también son capaces de apostarse en la puerta de un lugar donde suelen reunirse personas homosexuales y esperar a que salga cualquiera, quien deciden que se merece la paliza de hoy, y lincharla. Y luego llegarán a su casa, satisfechos, se lavaran las manos, limpiarán sus botas ensangrentadas, pensarán que han hecho un bien a la humanidad, y… la próxima víctima caerá otro día.
Esto no es una cuestión de política. Es cuestión de aquellos que piensan que «todo el que no es como yo, merece morir». Pero morir apaleado, que es muy grave.
El colectivo LGTBI me confirma que, lamentablemente, pasa a diario en nuestras calles de Granada. Encima parte de su objetivo lo cumplen: consiguen que personas como mi hija tengan miedo. Le cuesta denunciar, le asusta volver a encontrárselos, a ellos o a otros de la misma calaña. Oímos esto en las noticias, pero les pasa a otros… Y un día es mi hija a quien oigo entrar en casa llorando, con la cara ensangrentada, temblando, muerta de miedo y de rabia…
La homosexualidad existió siempre. No es problema, no requiere ninguna solución. No podemos someternos a las normas de estos malnacidos. El delito no es ser homosexual, es ser tan miserable como estos animales.
Es evidente que como sociedad tenemos mucho camino por recorrer.