Los límites de las amistades internacionales de la organización conservadora son difíciles de delimitar
JORDI PÉREZ COLOMÉ. EL PAÍS.-La organización conservadora Hazte Oír provoca a veces choteo en las redes. El último capítulo ha sido una avioneta que ha volado este verano por las costas españolas con este mensaje: «Ley Mordaza LGTBI: Van a por tus hijos». La «ley» se refiere a una propuesta de Podemos en el Congreso sobre discriminación sexual. El avión es heredero del famoso autobús que ha viajado por España y el mundo con otro mensaje polémico: «Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen».
Cada cual puede reírse a su gusto, pero el tamaño de Hazte Oír -y su sucursal global CitizenGo- no es ninguna broma. En Hazte Oír y CitizenGo trabajan 80 personas y tuvieron unos ingresos conjuntos en 2016 de 4,3 millones, básicamente de donativos. Su expansión internacional con la marca CitizenGo empezó en 2013 con webs en 7 idiomas; ahora tienen 12 lenguas. El presidente de la organización, Ignacio Arsuaga, ha ahondado en sus relaciones con la élite profamilia mundial. Hasta hace poco, era un panorama dominado por protestantes norteamericanos. En la última década, el estandarte del conservadurismo está en Moscú. Hazte Oír no ha quedado fuera de ese viraje.
Un tamaño sideral
Hazte Oír y CitizenGo tienen hoy casi 7,5 millones de emails en el mundo. En España manejan 750.000. Son personas que se han interesado por Hazte Oír o han firmado algunas de sus peticiones. Si alguna empresa o institución quiere contar vender algo a personas conservadoras, en Hazte Oír saben cómo llegar a ellos. Si todos votaran a un mismo partido político en España, serían la quinta fuerza del Congreso.
Arsuaga por ahora no ve una salida política a Hazte Oír: «No nos lo hemos planteado. Somos sociedad civil. Tenemos que llegar a la opinión pública a través de los medios, de las redes, del email. Queremos que cada vez más gente conozca nuestras ideas y se genere una corriente de opinión a favor de la vida, de la familia y de la libertad», dice. También admite que la vía política más obvia es el Partido Popular, no una plataforma nueva: «Es una pena que el PP, que representaba parcialmente los valores de Hazte Oír, los haya ido perdiendo en los últimos años. Hay un déficit de representación. Yo no sé lo que ocurrirá el día de mañana: si el PP recuperará esos valores, si va a surgir otra alternativa, no lo sé». Si en la era post Rajoy, el líder del PP es más liberal en lo social, Hazte Oír puede ganar influencia.
Mientras el peso de Hazte Oír en España es notable pero aún limitado, su ritmo de crecimiento en el extranjero desde 2013 es sideral. El modelo es extremadamente simple: buscar una causa -el bebé Charlie Gard, la cristiana pakistaní encarcelada Asia Bibi, los iraquíes perseguidos por el ISIS-, pedir firmas y dar las firmas al tribunal, embajada o poder público de turno como presión.
Una vez al mes se pide también dinero. Hazte Oír usa una de las herramientas de mercadotecnia más sofisticadas y caras del mundo: Marketo. Permite escribir a cada usuario según su actividad y aislar grupos de miles de personas según sus intereses -educación, aborto, gays-, su tendencia a donar -donante fijo, esporádico-, sus ganas de apoyar peticiones o cualquier otra variable. Marketo automatiza «itinerarios» para que esas personas reciban más mensajes adaptados: si clica tal botón, mandar este email al cabo de 5 días; si dona más de 10 euros, dejarle en paz 15 días. Es la orfebrería hecha marketing.
El retorno soviético
El Congreso Mundial de Familias (WCF, en inglés) es probablemente la principal organización global de grupos conservadores. Creado en Moscú en 1995 por activistas norteamericanos y profesores rusos, ha organizado 11 encuentros internacionales desde 1997. Hazte Oír/CitizenGo es miembro del club y montó el encuentro de 2012 en Madrid. «Hoy es la mayor unión de grupos conservadores profamilia del mundo», dice el ruso Alexey Komov, miembro del patronato de CitizenGo y representante ante la ONU del WCF.
La pretensión de influencia de Rusia en el extranjero con una ideología conservadora es similar a la de otras épocas por otro camino: «Es una versión tradicional de la exportación soviética del comunismo», dice Xenia Loutchenko, periodista rusa especializada en temas de Iglesia. «Es una internacional de derechas. Los imperalistas conservadores rusos siguen siendo soviéticos en ideología. Sus métodos y su cinismo son los mismos», añade.
Komov dice estar preocupado por la decadencia de Occidente. En una charla en Rio de Janeiro en 2016, habló de cómo Occidente les había ayudado a liberarse de la URSS. Ahora debía ser al contrario: «Occidente y Rusia han cambiado sus posturas. Estados Unidos patrocina la revolución social y la primavera árabe y Rusia es el gran país que defiende valores cristianos familiares», concluyó.
Komov no está solo en esta batalla en Rusia. Está conectado con el magnate Konstantin Malofeev, que está en la lista de sancionados por la Unión Europea por su apoyo a los separatistas ucranianos. La cercanía de Malofeev con el Kremlin tiene al menos dos canales: «Es muy próximo a Igor Shchegolev, que es uno de los asesores de Putin. También es amigo del padre Tikhon, un sacerdote ortodoxo, que se dice que es próximo a Putin», dice Anton Shekhovtsov, autor del libro Russia and the Western Far Right: Tango Noir.
En 2014 el WCF iba a hacerse en el Kremlin (Moscú), pero la invasión rusa de Ucrania provocó que cambiara de nombre. Invitados por Komov, los billetes de avión de dos asistentes españoles, Ignacio Arsuaga y Pablo Santana, director adjunto de Hazte Oír, fueron pagados por una fundación dirigida por Natalia Yakunina. Yakunina ha compartido mesa o panel con Arsuaga en los congresos de Madrid y Budapest (2017). Su marido, Vladimir Yakunin, es otro magnate ruso, viejo amigo de Vladimir Putin, con quien eran vecinos de villa en el Lago Komsomolsk en la URSS. Yakunin está en la lista de sancionados por el Departamento del Tesoro americano por su implicación en Ucrania.
Arsuaga no teme que Komov sea un agente ruso: «Conocí a Alexey en una reunión en Dallas antes de 2012. Allí apareció. Siempre lo que me he planteado con él es: todo lo que sea participar en cosas de la familia, a favor de la vida, a favor de la libertad. No me meto en las intenciones, prefiero no meterme en la geopolítica. Yo pertenezco a Occidente y me gusta la Unión Europea y Estados Unidos. No me gustan muchas cosas de Putin, pero es verdad que ha adoptado alguna medida favorable a la familia y a la natalidad que me parece positiva. Si yo viera que me están manipulando para geopolítica, para defender los intereses del gobierno ruso, me saldría».
España no es -de momento- un objetivo prioritario de la política exterior rusa. Las guerras culturales o la extrema derecha no han cuajado en la política local. Rusia tiene un papel más importante en el Frente Nacional francés o incluso en La Liga Norte italiana. La Liga ha hecho la transición de partido nacionalista a plataforma eurofóbica y anti inmigración. Alexey Komov intervino en el congreso de La Liga Norte en 2013. Se le veía contento, exaltado, algo nervioso. Se aplaudía sus propias intervenciones mientras la intérprete traducía del inglés al italiano. Al final, en pleno clímax de aplausos, gritó: «¡Putin!» Y cerró el puño.
No hay ningún partido español con esta cercanía a Rusia, ni siquiera Vox, que no tiene ningún contacto directo con Moscú, según dicen sus dirigentes. «Estamos suficientemente lejos de Rusia como para no tener problemas con ellos», dice Mira Milosevich-Juaristi, investigadora del Instituto Elcano. Eso no significa que las conexiones no importen.
«El objetivo primordial de Rusia es tener más poder -dice Francisco Malavassi, consultor en relaciones internacionales. Está intentando hacer esto de muchas maneras: desestabilización de alianzas, promoción de su visión de mundo, campañas de (des)información, participación en conflictos visibles». En esa visión más general, España sí puede tener un rol: «Dentro de los secundarios, es un país importante y para el que estoy seguro que algún tipo de estrategia existe, solamente por el hecho de ser de la Unión Europea», dice Malavassi.
Malavassi, que ha trabajado sobre la subrepticia influencia rusa en el extranjero, cree que la pregunta sobre Hazte Oír debe ser distinta: «¿La gente de CitizenGo es consciente de su papel como agente de influencia rusa? ¿Lo saben pero no les importa, ya que es una manera de conseguir su objetivo? O incluso, ¿es posible que no lo sepan del todo y tengan una fe ciega en su trabajo?» En Occidente puede parecer de viejas películas de espías, pero en el Kremlin todo es política: «Cuando tienes a personas que tienen un vínculo más o menos directo con Putin, participando en una iniciativa como CitizenGo, que tiene un alcance enorme, y además global, para mí es motivo de sospecha», dice Malavassi.
La influencia no funciona como algo evidente. A Rusia le va bien que en países con un cierto presunto consenso social, más ciudadanos duden del sistema: el aborto, la familia, la libertad de escoger la educación o educar en casa, el presunto poder del lobby gay, se convierten en posibles armas de división. El caos en otros países crea oportunidades: «Es parte de lo que los rusos llaman ‘guerra de nueva generación'», decía Heather A. Conley, autora de The Kremlin Playbook, en un acto en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington en junio, y añadió: «Es una estrategia de influencia, no de fuerza bruta». Hazte Oír y CitizenGo pueden tener un papel ahí, voluntario o no.
DE ITALIA A AZEIRBAYÁN
Komov no es el único miembro del patronato de CitizenGo con raras conexiones en el panorama ruso. El político italiano Luca Volontè recibió 2,39 millones a través de su fundación Novae Terrae de Azerbaiyán, ex república soviética cercana al Kremlin. El dinero era presuntamente para que el Consejo Europeo, donde Volonté dirigía al grupo de centroderecha, no criticara a Azerbayán. La justicia italiana ha condenado a Volontè por blanqueo de dinero, pero no por corrupción porque no han podido demostrar el motivo del voto de Volontè.
Hay otra ficha curiosa en los vínculos de Hazte Oír con Volontè. El director de fundraising de Hazte Oír, Matteo Cattaneo, era en 2013 coordinador de Novae Terrae: «Cuando a Luca Volontè le imputan un delito, ya estaba en el patronato -dice Arsuaga. Yo creo en la presunción de inocencia. Recibir dinero de Azerbaiyán no es delito. No hay ninguna sentencia que le condene a nada. Creo que es inocente y si no, me lo replantearé. No conozco los detalles de su fundación. Luca me presentó a Matteo, que trabajaba en su fundación. En un momento dado pasa a trabajar para CitizenGo. Yo de la Fundación Novae Terrae conozco lo que ha salido publicado. Pero tampoco les he preguntado los detalles. Matteo me decía que Luca Volontè tenía grandes donantes. Pero tampoco sabía exactamente de dónde venía el dinero».