DAVID ASTA ALARES. EFE / LA VANGUARDIA.- La comunidad transexual en la India, que sufre una palpable discriminación social a pesar de formar parte de una milenaria tradición en el país asiático, se ha rebelado contra una ley que pretende protegerla y mitigar su estigma.
Cuatro años después de que el Tribunal Supremo reconociese en una sentencia de 2014 a los transexuales como un «tercer género», la Cámara Baja del Parlamento aprobó finalmente la semana pasada la Ley de Personas Transexuales (Protección de Derechos) de 2016, que todavía deberá pasar por el Senado.
La legislación, presentada por el Gobierno para acabar con el estigma de la comunidad, es «discriminatoria», ataja Rudrani Chettri, una activista transexual y fundadora de la asociación Mitr Trust.
«No vemos que sea una ley de protección en ninguna parte, más bien se trata de violar nuestros derechos como seres humanos», sentencia Chettri a Efe en el local de su asociación, repleto de carteles reivindicativos y situado en el oeste de Nueva Delhi.
«Lo que más me ha chocado es que van a formar un comité de revisión que decidirá por nosotros si somos transexuales o no», destaca la activista.
El proceso administrativo para obtener un carné de identidad implica enviar una petición a un tribunal local y exige la elaboración de cinco informes, entre ellos el de un médico jefe, un psicólogo y un funcionario gubernamental.
Una traba exclusiva para los transexuales y que Chettri teme que, en un país como la India donde la Administración no tiene fama de rápida, se extienda durante más de un año.
La prueba de que los legisladores «no tienen ni idea de quiénes son los transexuales ni de sus problemas», dice, se halla en la definición original de transexual, modificada a su paso por la Cámara Baja, de que «no son ni completamente mujer ni hombre, o una combinación de mujer ni hombre, ni mujer ni hombre».
«¿Qué demonios significa eso? No entendemos la definición. Yo, como una mujer transexual, no quiero ser llamada hombre (…) Me identifico como una mujer, ¿qué hay de malo en ello?», se pregunta la activista.
Desde el «manifestódromo» de Nueva Delhi, Jantar Mantar, decenas de transexuales llegaron de toda la India para mostrar su rechazo unánime contra la legislación.
«Hasta ahora se han introducido 27 cambios en la ley», reconoció a Efe Sonam Chisti, una transexual llegada a la capital india desde el estado vecino de Uttar Pradesh, «pero todavía hay un gran problema y es que se sigue negando el derecho de identificarse a sí mismo».
Según el último censo de la India, elaborado en 2011, la nación asiática de 1.250 millones de personas cuenta con medio millón de transexuales.
El colectivo sufre una palpable discriminación a pesar de que en el subcontinente asiático existe la antigua tradición de las «hijras», transexuales o travestidos que forman parte de una comunidad con un gurú, y bendicen recién nacidos y matrimonios, en ocasiones con amenazas.
«Tratamos de llevar una vida digna, pero por toda la India la mayor parte de los transexuales realizan trabajos sexuales o piden limosna», explica a Efe la activista Grace Banu, del estado sureño de Tamil Nadu.
Banu relata que los transexuales son normalmente excluidos de la sociedad desde pequeños, y se ven obligados a vivir entre ellos en comunidades sin acceso a la educación o al apoyo de la familia biológica.
La ley criminaliza la mendicidad sin ofrecer facilidades para encontrar trabajo, denuncia la activista, que como muchos transexuales aboga por que se establezca un número de puestos de empleo público y plazas en la educación superior reservados para ellos.
La práctica de reservar trabajos y asientos en la universidad está garantizada por la Constitución de 1950, con un sistema de cuotas ideado para rectificar la enorme y milenaria discriminación que habían sufrido los eslabones más bajos del jerárquico sistema de castas hindú y los grupos tribales.
«Las cuotas son nuestro derecho básico», reivindica Banu, que destaca que tras la sentencia del Supremo de 2014 un parlamentario presentó una propuesta de ley que sí incluía esa disposición y que sí contaba con el apoyo de la comunidad transexual.
Aquella propuesta fue desplazada por la presentada en 2016 por el Gobierno y que debe recibir todavía el visto bueno del Senado, donde los transexuales esperan que sea modificada o rechazada.
La activista Rudrani Chettri permanece esperanzada, en buena parte gracias a decisiones judiciales progresivas como la reciente despenalización de la homosexualidad después de que el Supremo pusiese fin a una legislación de la época colonial que castigaba los «actos contra natura».