El primer ministro húngaro presenta una enmienda que establece que los niños deben crecer solamente en una familia heterosexual y con valores cristianos
MARÍA HERVÁS. EL PAÍS.- En Hungría, un libro de cuentos se ha convertido en un símbolo de resistencia para las personas LGTBI. En sus páginas, Cenicienta no es una chica, sino un chico de etnia gitana que se enamora de otro en una fiesta. También aparece una princesa asexual que no quiere casarse ni comer perdices con nadie. La publicación de Meseorszag mindenkie (en español, Un cuento de hadas para todos) ha desatado la ira de los sectores más conservadores de un país ya de por sí poco tolerante hacia la libertad sexual. En cambio, ha supuesto un revulsivo en la lucha por los derechos de una comunidad que en el último año ha sufrido los ataques del Gobierno ultraconservador de Viktor Orbán.
Esta misma semana, el Ejecutivo ha propuesto al Parlamento una enmienda a la Constitución que establece que los niños deben crecer en una familia heterosexual y cristiana. También ha presentado un proyecto de ley para validar las adopciones solo a las parejas que estén casadas, cerrando así la posibilidad que tenían los solteros homosexuales de adoptar individualmente. “La homofobia se ha institucionalizado en nuestro país”, dice por correo electrónico desde Budapest Boldizsar Nagy, editor del libro. Hungría se suma así a la cruzada homófoba del Gobierno de Polonia, lo que ha impulsado a la UE a presentar este jueves su primera hoja de ruta para defender los derechos de la comunidad LGTBI en Europa.
“Las nuevas y modernas tendencias ideológicas de Occidente ponen en peligro el derecho de los niños para su sano desarrollo”, declaró la ministra de Justicia húngara, Judit Varga, el pasado martes tras la presentación de la enmienda. La supuesta amenaza que suponen las personas LGTBI para los niños también fue la razón por la que en 2018 la Ópera de Budapest tuvo que suspender las funciones del musical Billy Elliot tras una campaña homófoba patrocinada por un medio afín al Gobierno. El año pasado, el diputado de Fidesz István Boldog llamó a los húngaros a boicotear al gigante de bebidas Coca-Cola por unos carteles de publicidad gay-friendly.
Esta retórica hostil hacia las personas LGTBI cada vez es más frecuente. Cuando en octubre le preguntaron a Orbán por el libro de cuentos LGTBI, el primer ministro dijo: “Hungría es un país tolerante y paciente en términos de homosexualidad, pero dejen a nuestros niños tranquilos”. András Biró-Nagy, director del think tank Policy Solutions, sostiene al teléfono desde Budapest que el colectivo LGTBI se ha convertido en un arma política para Fidesz. «Pero también en la cortina de humo perfecta para no hablar de los verdaderos problemas que preocupan en este momento a los húngaros: la crisis sanitaria por el fuerte impacto de la segunda ola de la pandemia, o la caída de la economía”, sostiene Biró-Nagy. “Quizá también buscan sacar rédito electoral de este tema, como lo ha hecho el partido Ley y Justicia en Polonia”, añade.
El mismo día que proponía esta enmienda, el Ejecutivo también presentaba un proyecto de ley que vetará por completo que las parejas homosexuales puedan adoptar a un niño, ya que solo los matrimonios heterosexuales podrán hacerlo. Las personas solteras que quieran adoptar necesitarán un permiso especial del Ministerio de Familia, que se encargará de analizar cada caso. El Gobierno elimina así el único resquicio legal por el que los homosexuales podían acceder a este derecho. Y ambas propuestas legislativas se aprobarán seguramente sin problemas porque Fidesz tiene dos tercios del Parlamento húngaro. “Estamos muy preocupados, Orbán nos ha declarado la guerra, somos su nuevo enemigo y no sabemos qué será lo próximo que nos vaya a hacer”, dice por teléfono Tamás Dombos, presidente de la organización LGTBI Hatter (frontera, en húngaro).
En Hungría el matrimonio entre dos personas del mismo sexo está prohibido, pero son legales las uniones civiles. Según un estudio publicado el mes pasado por el instituto de investigación Policy Solutions, el 58% de los encuestados se mostraba en contra del matrimonio gay, mientras que el 35% lo apoya. “El primer ministro no está haciendo nada que no esté dentro de su proyecto político: preservar los valores cristianos y las tradiciones”, dice el analista Boris Kalnoky. “Y lo hace con la legitimidad que le da haber ganado con mayoría absoluta desde 2010″, añade.
La organización internacional de lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex ILGA-Europe denuncia que la situación de la comunidad LGTBI en el país centroeuropeo (con unos 9,8 millones de habitantes) ha empeorado este año. En mayo, el Gobierno aprobó una ley que pone fin al reconocimiento legal de las personas transexuales e intersexuales. Esta norma determina que en los documentos oficiales debe aparecer el sexo biológico, y que ese dato no podrá modificarse nunca.
“Vivimos en una sociedad diversa, pero nuestra cultura es excluyente. Por eso quisimos contar historias para niños con héroes LGTBI”, cuenta Boldizsar Nagy, editor del libro. Lo que no imaginaba Nagy, de 37 años, es que esos cuentos acabaran convirtiéndose en un símbolo de lucha. La primera edición, con 16.500 copias, se agotó después de que una política del partido de extrema derecha Mi Hazank rompiera las páginas de un ejemplar durante una rueda de prensa calificándolo de “propaganda homosexual”. Ahora están pendientes de lazar la tercera edición. “Esto muestra que muchos en Hungría sueñan con un cambio”. Quizá ahí radique el éxito de este cuento de hadas (para todos).