El legendario portero camerunés se resiste a despedirse del fútbol y condena el racismo
ÁLVARO GARCÍA – NIETO / ROBERTO RODRÍGUEZ. LA VANGUARDIA.- Carlos Kameni (Douala, Camerún, 1984) era una de las caras de la Liga hasta hace dos temporadas, cuando dejó el Málaga para fichar por el Fenerbahçe turco. Carismático y potente, al guardameta camerunés se le recuerda por las tardes de espectáculo y sus reflejos salvajes. Nunca dejó indiferente a nadie. Y hablo en pasado porque en Turquía vivió un auténtico calvario hasta que pudo rescindir contrato y volvió a Málaga, donde pasa la cuarentena en familia. Anochece tarde para amanecer tarde. Dice que así los días no se le hacen tan largos. Entrena, se devierte con sus cuatro hijos y juega al scrabble con su mujer mientras espera resolver su futuro.
Llegó al Espanyol con sólo veinte años y en un santiamén se apropió de la portería y de los corazones de muchos aficionados. A preguntas tartamudas responde sereno y directo. Lleva demasiado sin jugar. Echa de menos el fútbol y el fútbol le echa de menos a él.
–¿Cómo lleva la búsqueda?
–No es nada fácil moverse viendo la situación. A ver si sale algo la temporada que viene. Rescindí con el Fenerbahçe por el trato que me estaban dando. Por suerte puedo no priorizar el dinero.
–¿Qué prioriza?
–Que los hijos sean felices. En Turquía lo eran, pero no como en España. Volver a Málaga se notó.
–Con trece años se fue a Francia. ¿Viajó con la familia?
–No. Me fui solo. Estaba en la Kadji Sports Academy, de donde han salido muchos futbolistas como Eto’o, Djemba–Djemba o M’Bia. Tenían acuerdos con muchas escuelas francesas, empecé en Le Havre y decidieron quedarse conmigo.
–Era un niño. ¿Tuvo dudas?
–No, porque gracias a Dios desde pequeño sabía lo que quería hacer. Y también que la vida no era fácil en Camerún. Tenía que buscarme la vida.
–Y con 16 años fue campeón olímpico en Sidney 2000. ¿Qué supuso?
–Todo. Me dio a conocer en el mundo del fútbol, pero a esa edad no te das cuenta de lo que estás consiguiendo. Estos días he vuelto a ver los partidos y me mando mensajes con compañeros. Con el tiempo te das cuenta de lo que has hecho. Sólo Nigeria y Camerún han ganado olimpiadas. Recuerdos que quedan de por vida.
–En aquel equipo estaban Eto’o, Lauren, Geremi…
–En aquel momento no éramos nadie. Niñatos africanos que se buscaban la vida. Con las carreras que hemos tenido podemos decir que teníamos un equipazo.
–Llegó al Espanyol recomendado por N’Kono.
–Tommy es el padrino de mi boda. Mi padre futbolístico. Lo conocí con quince años. Cuando tuvo la oportunidad de traerme al Espanyol lo hizo. Yo ya tenía apalabrado irme a Inglaterra. Pero me dijo que aunque ganaría más dinero, el Espanyol es un club familiar y que sería un escaparate muy importante para mi carrera. Seguí sus consejos.
–En verano se ofreció al Espanyol. ¿Cree que algún día volverá?
–Sólo el Señor lo sabe. Me ofrecí el verano pasado pero no quisieron. Confiaban en quienes tenían. Ellos saben el sentimiento que tengo hacia el equipo.
–¿Llegaron a hablar con Rufete?
–Mi representante habló con él. Toqué a varios que están alrededor, pero tomaron esa decisión y a mí me tocó seguir adelante.
–¿Quién fue su modelo? Es un portero con un estilo muy característico.
–N’Kono y Bernard Lama. Los africanos tenemos un estilo. Somos felinos. Y es lo que marca la diferencia. El resto de porteros no lo son de nacimiento. En Europa podemos mejorar el juego con los pies, las lecturas y muchos aspectos. Sufro durante la semana para disfrutar el fin de semana y dar alegría a la gente en las gradas. Y eso no significa hacer chorradas, sino que si un balón va por la escuadra hay que correr, llegar y parar.
–Habla del control con los pies. Es de los que arriesga.
–Yo no arriesgo, trato de buscar la solución correcta en su momento. No controlo para regatear, pero si hago un control largo y no tengo pase, prefiero regatear. Si puedo controlar y jugar al otro lado, lo hago.
–Mi padre me enseñó a fijarme en el arte con el que perdía el tiempo. ¿Dónde lo aprendió?
–Hay cosas que no se pueden aprender en la escuela. Como en la vida, tienes que apañarte dependiendo de la situación. Si se da la situación de estar ganando y mis compañeros necesitan aire, tengo que encontrar la fórmula para darles descanso. El aprendizaje de la vida está en la calle.
–¿Cómo empezó a jugar a fútbol?
–Como acabo de decir, en la calle, como todos los niños africanos. Con botellas de plástico rellenas de papel nos apañábamos. Estábamos en el barrio y teníamos que hacer algo.
–Ser portero titular en Primera con veinte años es mucha responsabilidad. ¿Estaba preparado?
–Venía para competir. Y eso es estar preparado. Además, era maduro. Dejé a mi familia con trece, gané un oro olímpico con dieciséis… Había vivido muchas cosas y tenía la cabeza amueblada. Cuando rueda el balón me da igual quién tiene la pelota y entonces desaparecen los miedos de antes del partido.
–En su segundo año en el Espanyol jugó poco por volver tarde de la Copa África.
–No volví tarde. Nunca fui indisciplinado. Me fui a la Copa África y murió mi tía. Pensaba que lo sabían en el club. Dijeron que había criticado a Gorka (Iraizoz) y que me reía de los resultados de mis compañeros. Por detrás estaban los representantes. Hasta final de temporada sólo jugué las semis y la final de Copa, pero nunca abrí la boca.
–¿Ser un para penaltis se entrena o es instino?
–Instinto. Desde pequeño lo he sido, siempre paraba mínimo dos. Y, con todo el respeto, nunca me ha gustado analizar lanzadores porque condiciona. Prefería ir sin saber. Te contaré una anécdota.
–Soy todo oídos.
–En 2005 le paré uno a Torres en el Calderón. Durante dos días estudié cómo los tiraba. Si venía marcando paso lento me tiraría a la derecha. Pero Torres tiró a mi izquierda y lo paré. En el vídeo hay una imagen de De la Peña señalando que me tire a la derecha. Pero mi corazón me dijo que me tirara a la izquierda. Vinieron todos locos a celebrarlo. Tintín Márquez vino y me dijo “Negro ¡vaya par de huevos tienes!”. Cuando duermo y me habla el corazón, o el sexto sentido, yo escucho. Creo en Dios. Y prefiero equivocarme por haber seguido mi instinto que equivocarme por seguir órdenes.
–A veces se dice que la irregularidad es su talón de Aquiles.
–He sido varios años de los porteros con más paradas de la Liga. Y a mí me llegaban mínimo veinte o veinticinco veces en un partido. Si le dices a un aficionado del Espanyol que te recuerde mi peor temporada no te la puede decir. O que te recuerden el peor partido. No van a poder.
–¿Un partido que le marcó?
–Cada partido tiene algo especial, incluso en lo negativo. Recuerdo un gol de Griezmann que me marca porque el balón se me escurre entre las manos. Se me vino el mundo encima. Mateu Lahoz cruzó el campo, me abrazó y me dijo: “Eres un campeón. Estás haciendo una temporada increíble. No te vengas abajo”. Y a los dos segundos todo el campo empezó a corear mi nombre. Se me quedará para toda la vida. Un momento desastroso se convirtió en increíble.
–¿Y una parada?
–Una que le hago a Iniesta, a quien ni reconocerás. Lleva el número 24. En el Camp Nou,
–Es muy querido tanto en el Espanyol como en el Málaga.
–Por eso doy gracias a Dios cada día por lo que me ha hecho vivir, lo que me está haciendo vivir y lo que me queda por vivir. También a mis padres por la educación que me han dado, basada en el respeto. Es raro tener dos casas en un país. Intento ser un hombre normal, ver y tratar a la gente igual que a mí y vivir con humildad. Sólo soy Kameni en el césped.
–¿Siente tristeza por cómo acabó su etapa en el Espanyol?
–Mucha. Pude haberme ido varias veces. Pero llegamos al punto en el que forzaron mi salida y de forma fea. Me dio mucha pena.
–¿Qué pasó?
–Empezó y acabó cuando Pochettino sentó a Tamudo. Ya había fulminado a todos los excompañeros y el ambiente era muy raro. Dije públicamente que a Tamudo le tenían que dejar jugar el partido de despedida delante de su afición. Esa fue la sentencia. Pero yo siempre expreso lo que siento.
–¿Cambiaría algo de su carrera?
–No me suelo arrepentir de mis decisiones porque las tomo yo. Pero si pudiera elegir, no volvería a irme a Turquía. Quería seguir creciendo, ganar títulos, volver a jugar la Champions, pero al final me equivoqué. Son cosas de la vida.
–Hace poco, en una entrevista, decía que llevaba tiempo sin hablar sobre racismo porque lo veía un caso perdido. ¿Ha cambiado de opinión?
–No. Llevamos toda la vida hablando del tema. ¿Por qué dar bola a sinvergüenzas? Quien te insulta se siente inferior a ti. Cuando se sienten fuertes no dan bola. Con el resultado a favor no hacen el ruidito del mono. Pero cuando van perdiendo buscan formas de expresarse y siempre es la mala.
–Es un ejemplo en su país y en el continente africano.
–Para mí es un orgullo que allá donde vaya los africanos me adoren. Lo notan hasta mis hijos. Son felices de tener un padre así.