LA VANGUARDIA/MARÍA-PAZ LÓPEZ.- Indignación por el cinismo del presidente ruso, Vladímir Putin, al acusar de nazi al país invadido.
La invasión rusa de Ucrania, con su reguero de muerte y destrucción, contiene un ingrediente de infamia que la propaganda de Vladímir Putin explota desde el primer día. Es la pretensión, totalmente infundada, de que el objetivo del ataque ruso es desnazificar Ucrania. En su discurso del 24 de febrero, fecha de inicio de la invasión, el presidente ruso dijo que, en la “operación militar especial” (así llama Putin a esta guerra), las tropas rusas “intentarán desmilitarizar y desnazificar Ucrania, así como llevar a juicio a quienes perpetraron numerosos crímenes sangrientos contra civiles, incluidos crímenes contra ciudadanos de la Federación Rusa”. Esta formulación ha provocado indignación en instituciones de memoria histórica de distintos países, en gobernantes occidentales y, muy significativamente, entre los judíos de Ucrania.
Como replicó el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, el mismo día del ataque en una alocución televisada en la que habló en ruso, su lengua materna: “¿Cómo podría yo ser nazi?” Zelenski, judío no religioso, perdió a parte de sus ancestros en el Holocausto, cuando la Alemania nazi ocupó Ucrania, entonces parte de la Unión Soviética. “¿Cómo un pueblo que perdió más de ocho millones de vidas en la batalla contra el nazismo podría dar respaldo al nazismo?”, dijo Zelenski.
El triunfo mismo de Zelenski en las elecciones presidenciales del 2019 con un espectacular 73% de los votos ya desmonta la pretensión de Putin. En los comicios legislativos de ese mismo año, los partidos de extrema derecha se juntaron en una lista única y, aun así, lograron solo el 2,2% de los votos, muy lejos del 5% mínimo para obtener representación parlamentaria, y por tanto no tienen ningún escaño en la Rada Suprema.
De hecho, que el actual presidente de Ucrania sea judío es algo que los judíos soviéticos no hubieran podido ni imaginar. En la URSS, un estado comunista ateo donde practicar una religión estaba prohibido, ser judío se consideraba una nacionalidad o etnia, no tanto una religión, pero el antisemitismo existía y discriminaba. “Crecí como cualquier chiquilla soviética, en mi familia sólo hablaban yiddish los abuelos”, me explicó hace unos años en Berlín la pedagoga ucraniana Ella Nilova, que emigró a Alemania en 1998 gracias a una ley alemana que acogía a judíos de países de la antigua URSS. “Durante mi infancia en Ucrania te llamaban judía como si fuera una palabrota, para insultar; lloré muchas veces”, recordaba Nilova, que tiene ahora 60 años.
En la Unión Soviética, un estado comunista ateo donde practicar una religión estaba prohibido, ser judío se consideraba una nacionalidad o etnia, no tanto una religión, pero el antisemitismo existía y discriminaba
Según el European Jewish Congress (EJC), la actual población judía de Ucrania es de entre 360.000 y 400.000 personas, pero con la guerra es difícil saber si estas cifras se mantienen. Leer ahora en prensa internacional y española los testimonios de judíos ucranianos –entre ellos, combatientes– indignados por las frases de Putin no sólo confirma el cinismo de la acusación, sino que permite constatar el florecimiento de la comunidad judía desde la independencia del país en 1991. Sinagogas, escuelas y organizaciones surgieron o se rehicieron en toda Ucrania. Los memoriales del Holocausto se erigieron tras la independencia, como el de Babi Yar, barranco junto a Kyiv que fue escenario de masacres de judíos; en época soviética no se especificaba que las víctimas eran judías.
En su propaganda sobre desnazificación, Putin distorsiona el presente instrumentalizando el dato histórico de que, en la Ucrania ocupada, nacionalistas ucranianos fascistas colaboraron con los nazis alemanes en el asesinato de judíos. En el llamado Holocausto de las balas murieron unos 1,5 millones de judíos. Putin también se agarra al actual batallón Azov, que defendía la ciudad de Mariúpol, y entre cuyos combatientes había en origen hombres de extrema derecha.
Pero, como dicen los historiadores Grzegorz Rossoliński-Liebe y Bastiaan Willems en su reciente trabajo académico Abuso de la historia por parte de Putin: ‘nazis’ ucranianos, ‘genocidio’ y un falso escenario de amenazas , “la afirmación de que Rusia debe liberar Ucrania de un gobierno fascista o de una ocupación nazi es un burdo pretexto para la invasión y sirve como excusa fácil para elevar la violencia al nivel de hace ochenta años, cuando fue necesaria toda la fuerza para liberar Ucrania de sus nazis”. Las frases de Putin son un ultraje a la memoria histórica.