Jair Bolsonaro, un ex policía homófobo y racista para presidir Brasil

, , , | 25 enero, 2018

Las encuestas le dan como el segundo favorito para ocupar la Presidencia del país, sólo por detrás de Lula da Silva. Este ex policía conocido por sus declaraciones homófobas y machistas asegura que la mitad de su gobierno estaría formado por militares y que Trump sería su modelo a seguir

AGNESSE MARRA. EL MUNDO.- Jair Messias Bolsonaro dice y hace lo que quiere. Comentarios homófobos, racistas, machistas, todo vale. Y, en parte, ésa es la clave de su éxito. Puede increpar a una ministra con la frase de «no mereces ni que te viole«, como sucedió con Maria do Rosario, que dirigía la cartera de Derechos Humanos. O le puede dedicar su voto a favor del impeachment de Dilma Rousseff al comandante Ustra, conocido en la dictadura brasileña por usar técnicas de tortura como introducir ratas en las vaginas de las guerrilleras. La ex presidenta fue una de sus centenares de víctimas.

Durante dos décadas como diputado en Brasilia este policía militar de profesión pasó desapercibido. Pero la llegada de Dilma Rousseff a la Presidencia en 2010 despertó al personaje Bolsonaro que decidió emprender una batalla «contra los ataques comunistas del PT» y contra la «tortillera», como llamó en más de una ocasión a la anterior mandataria. Sus declaraciones homófobas: «a los homosexuales no se les quiere, se les aguanta»; las racistas, como decir que sus hijos no saldrían con una negra porque están bien educados; o las machistas, del tipo «las mujeres deben ganar menos porque se quedan embarazadas», han sido una constante de los últimos cinco años.

Sus peleas con colegas y periodistas no parecen haber provocado rechazo entre los brasileños. Todo lo contrario. En 2014 se convirtió en el diputado más votado de Río de Janeiro y en apenas dos años el que era un ‘outsider’ del Congreso, tan sólo conocido por su capacidad para crear broncas, empezó a coquetear con la idea de presentarse a controlar el Ejecutivo. Lo que nadie esperaba es que tuviera posibilidades, que tras 26 años con cargo en el Legislativo se presentara como el hombre de «la nueva política», y que las encuestas le colocaran como el segundo favorito en la carrera presidencial con un 17% de intención de voto, apenas por detrás de Lula da Silva que tendría un 32%.

A sus 62 años se presenta como el político de la anticorrupción -su nombre es uno de los pocos no citados en el escándalo de Petrobras-. Promete mano dura y el retorno a los valores tradicionales de la familia heterosexual. Asegura que en su gobierno la mitad de los ministerios serían dirigidos por militares por ser «los únicos libres de corrupción». Y defiende la pena de muerte, la castración química y el fin del estatuto de desarmamento que prohíbe a los brasileños tener armas en sus casas: «Tenemos que poder defendernos de los bandidos, debemos hacer como los norteamericanos».

Precisamente el país del norte es su principal referente y Donald Trump, con el que muchos lo comparan, su debilidad. Para la profesora de Relaciones Internacionales de la UNIFESP, Esther Solano, hay al menos cuatro puntos en los que coincide con el norteamericano: «Ambos forman parte de la nueva derecha pop, que tiene una cara más joven, rebelde, que no se identifica con el ‘mainstream’ político. Además los dos se definen como heterosexuales blancos que son víctimas de las minorías de homosexuales, mujeres y negros que les acosan al exigir nuevos derechos. Su discurso es de odio pero lo maquillan bajo la idea de libertad de expresión». El uso que hace de las redes sociales y los constantes ataques a los medios de comunicación, a quienes acusa de ‘fake news’ cada vez que le nombran, serían otros de los parecidos con el mandatario del norte.

Venerado por los jóvenes

Gabriel (17) es estudiante de bachillerato en una escuela de la periferia paulista y lleva una pegatina de Bolsonaro en su mochila. Cuando le preguntamos por la famosa frase de la violación a la ministra nos dice que eso «era una broma» y que «los periodistas siempre exageráis sus palabras». Mario es gay, tiene 21 años y piensa votar por él «porque va poner orden en el país». Niega que sea homófobo: «Lo que pasa es que los gays no podemos estar quejándonos de todo, siempre pidiendo un trato de favor, eso es lo que le molesta a Bolsonaro y a mí también».

Con cinco millones de seguidores en Facebook y dos millones y medio en Youtube se ha convertido en el precandidato presidencial más popular del mundo virtual. Vídeos de humor y memes se lanzan a diario para mostrar a este líder evangélico como el nuevo superhéroe que puede salvar a Brasil del comunismo y la corrupción.

El 60% de su electorado son jóvenes y según Mauro Paulino, director del Instituto de encuestas Datafolha, su éxito reside en la fuerza que tiene en las redes y «al igual que el Trump, en su actitud de rebeldía y de decir lo que le da la gana». Paulino reconoce un mismo discurso entre sus votantes: «Relativizan las declaraciones del candidato, dicen que no están de acuerdo en algunas pero le ven como el único líder que puede renovar el país».

Pero este Trump a la brasileña no es millonario y el mayor problema que enfrenta es la falta de presupuesto para la campaña. Después de pasar por ocho partidos, el PSL (Partido Social Libre) le acogerá a partir de marzo, pero al ser una sigla nueva apenas tendrá minutos de publicidad en las televisiones. Para Solano ese puede ser el obstáculo que podría frenar su meteórico ascenso: «Habrá que ver si las redes sociales son suficientes para mantenerlo vivo hasta el segundo turno».

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