El racismo, una tendencia aún minoritaria, experimenta un repunte en los últimos años alimentado por la institucionalización del mensaje del odio
04/08/2018 El País.-Un hombre dispara desde el balcón de su casa una carabina de aire comprimido e hiere en la espalda a una bebé que va en brazos de su madre, ambas de etnia gitana, cerca de un campamento de la comunidad romaní. Sucedió hace unas semanas en Roma, a plena luz del día. El agresor es un italiano que días después dijo que estaba probando su arma. El presidente de la República, Sergio Mattarella, poco dado a comentar la actualidad en público, esta vez dejó claros los límites. “Italia no se puede parecer al salvaje oeste donde cualquiera compra un fusil y dispara a una niña de un año. Esto es una barbarie y debe suscitar indignación”, dijo.
Ocurre en un momento en el que las agresiones contra inmigrantes están aumentando exponencialmente. En el último mes y medio se ha registrado, de media, un ataque cada dos días. Dos jóvenes negros disparados con pistolas de aire comprimido este jueves en Nápoles y Pistoia; otro herido la semana pasada en Vicenza por un proyectil que disparó un hombre que alegó que “había apuntado a una paloma”; un senegalés asesinado a tiros en Florencia en un crimen que aún se está esclareciendo y un largo etcétera al que se suman múltiples casos de insultos y otros ataques.
Las agresiones más serias tienen un punto en común: el uso de algún tipo de arma, sobre todo de aire comprimido. En ese entorno, el vicepresidente y ministro del Interior, Matteo Salvini, plantea cambiar la ley para autorizar la legítima defensa dentro de la propiedad privada en todos los supuestos. La Liga también quiere levantar algunas restricciones a las armas para que se puedan comprar por correo o sin límite de munición. En el último año estas licencias han aumentado un 13,8%, según el instituto CENSIS.
¿Despierta sentimientos racistas y xenófobos entre los italianos la retórica diaria, dura e iracunda de Salvini contra los inmigrantes? No hay un vínculo claro, pero hay dos factores evidentes. Por un lado, los ataques racistas están viviendo un repunte progresivo. La asociación Lunaria registró 319 agresiones de enero de 2007 a abril de 2009 y 169 solo en los tres primeros meses de este año. Según la OSCE, que se basa en datos reportados por la Policía, los crímenes de odio pasaron de 71 en 2012 a 803 en 2016, y la asociación Vox denunció 73.000 tuits contra los migrantes en 2017 frente a los 42.000 de 2016.
Además, el líder de la Liga mantiene el tono provocador de sus mensajes, que ahora llegan desde el Ministerio del Interior, en busca permanente del rédito electoral. Habla de “invasión” o de necesidad de “limpiezas masivas” y el riesgo de que este mensaje cale en la sociedad es manifiesto. “El nivel de propaganda política ha ayudado a difundir mensajes de hostilidad y esto ha contribuido a legitimar a nivel social comportamientos violentos o simplemente ofensivos con migrantes, refugiados y gitanos”, señala a EL PAÍS Grazia Naletto, portavoz de la asociación Lunaria.
Campaña electoral
Las consignas de Salvini son gasolina para un fuego que comenzó a prender hace tiempo, al calor de una crisis económica que acentuó las desigualdades. Algunos partidos como la Liga aprovecharon la falta de gestión y la crisis migratoria de los últimos años para promover una campaña del miedo contra la inmigración. “El problema es que desde la otra parte no ha habido una capacidad igual de las fuerzas políticas democráticas para contraponer un mensaje vencedor de igualdad y de no discriminación”, apunta Naletto, y señala que nos encontramos ante un proceso dilatado que ha ido transformando la sociedad a nivel cultural. “El papel de la política y de los medios de comunicación ha sido importante”, concluye.
En una campaña electoral encendida en la que dominó el debate sobre inmigración, el ataque racista de Macerata, en el este del país —un hombre disparó desde su coche a seis inmigrantes—, abrió una rendija de la que la ultraderecha se valió para seguir lanzando mensajes que estigmatizaban a los extranjeros.
La vida de Kofi Wilson, ghanés y una de las víctimas alcanzadas por los disparos, cambió aquel día. Cuenta que en la actualidad apenas sale de casa y no consigue dormir —aún depende de la medicación para ello y para aliviar el dolor— y continúa viviendo en la localidad solamente porque no tiene otra opción. “Tengo miedo, pero no tengo otro lugar al que ir”, dice. Tiene 21 años y llegó hace dos a Italia. Sobrevivió al infierno libio y a la peligrosa travesía por el Mediterráneo. No esperaba encontrar otro abismo en Italia. “Vine a Europa para mejorar mi vida, no para esto”, repite y añade: “Lo que ese hombre hizo es injusto, yo no había hecho nada, solo estaba caminando y él cogió una pistola y me disparó. Me trató como a un animal solo porque soy negro”. También le preocupa la atmósfera que está fermentando. “Ahora el racismo es mayor, no sé por qué, pero cada día es más alto y esto no es bueno”, dice y relata un ejemplo cotidiano: “Cuando vas a comprar algo y te dicen ‘deja el dinero en el mostrador, que luego lo recojo yo’, para no tocarte”. Wilson ve cada vez más patente el rechazo. “Hay mucha gente que está apoyando al chico y le está dando en cierto modo la razón cuando dice [a los inmigrantes] ‘vosotros tenéis que volver a vuestro país”, explicaba Giancarlo Giulianelli, abogado del agresor, al diario La Repubblica.
La asociación de inmigración y delincuencia es otro de los grandes libelos de la Liga que cada vez genera más inseguridad entre los italianos. En cambio, los datos indican lo contrario. Según la asociación Antigone, el número de extranjeros detenidos ha ido cayendo en picado en los últimos años, a pesar de que la cifra de inmigrantes ha aumentado. En la actualidad hay 2.800 detenidos extranjeros menos que en 2008 y el 22% del total de presos procede de países no europeos. “El actual es un debate viciado, sin rastro de sensatez ni de respeto por el dato analítico o al parecer de los expertos, que se mueve solo en torno a las crónicas de sucesos y el miedo colectivo”, opina el presidente de Antigone, Patrizio Gonnella, que invita a los políticos a “verificar los datos”.
Pese a todo, los expertos consideran que el racismo es una tendencia minoritaria, aunque en los últimos años esté creciendo. Pero con las elecciones europeas de 2019 a la vuelta de la esquina preocupa que esta inclinación pueda dispararse.