SERGIO R. VIÑAS. EL MUNDO.- Isabel Romero (Madrid, 1957) no responde en absoluto al estereotipo de persona musulmana. Nació católica, se educó en un colegio del Opus Dei, después fue atea y agnóstica, hasta abrazar finalmente el Islam. «Entré en contacto con conversos que en la Transición descubrieron el Islam y vi que allí había algo que tenía que ver conmigo y con mis raíces», explica. Desde hace años es presidenta de la Junta Islámica española y directora general del Instituto Halal, una entidad que propugna un estilo de vida conforme a las enseñanzas del Corán. Romero ha pasado por Bilbao para participar en una conferencia sobre la islamofobia, un problema en auge que preocupa a la comunidad musulmana.
¿Qué visión tiene la sociedad española de los musulmanes?
- Horrible. El estereotipo marca que somos unos brutos, unos ignorantes, que las mujeres estamos sometidas… Y además el terrorismo perjudica nuestra imagen como colectiva de forma injusta.
¿Cree que es similar a lo que ocurría con la visión que había de los vascos durante las épocas más crudas del terrorismo de ETA?
- Igual. Como ocurre con los vascos, una cosa somos los musulmanes y otra muy distinta los terroristas. Para mí, un terrorista no es un musulmán, no encuentro en él ni en sus actos nada que tenga que ver con la identidad musulmana. Todos los apellidos que se le han ido poniendo, incluido el de yihadista, son erróneos.
Explíquese.
- La yihad se menciona nueve veces en el Corán y sólo en dos de ellas tiene relación con la guerra. Y con unas reglas y unas normas que no tienen nada que ver con lo que hace ahora esta gente. Hasta la RAE dice ahora que la yihad es la guerra santa de los musulmanes, aunque en absoluto es así. Es triste, pero el término de terrorismo yihadista ya se ha instalado en la sociedad. A nosotros nos repugna, pero tenemos que vivir con ello y lo combatimos como podemos.
¿Le reclaman que condene este tipo de terrorismo?.
- Claro, pero yo me planteo por qué tengo que condenar algo que no tiene nada que ver conmigo. Pese a todo, comprendemos que la sociedad nos reclame a los musulmanes una respuesta contundente y nosotros la damos. Rechazo el terrorismo como ciudadana, pero no porque tenga ningún tipo de vínculo religioso con ellos.
¿Qué atractivo encuentran los españoles que recluta el ISIS?
- Es un fenómeno muy complejo, en el que se mezclan muchas cosas. Tiene que ver con las políticas de integración y con los fenómenos migratorios. Lo que le interesa al ISIS es que vivamos en comunidades estancas, en guetos, sin contacto con el resto de la sociedad. Ahí es donde ellos pueden inocular y hacer calar un mensaje de que la sociedad les rechaza y no respetna su fe. Eso puede llevar a un joven a pensar que su causa es la del ISIS. Y es un negocio. A lo mejor a un joven parado que se ve sin horizontes le puede persuadir el dinero que le pagan.
Hace unos meses, Javier Maroto siendo alcalde de Vitoria, acusó a argelinos y marroquíes de vivir de las ayudas sociales y de no querer trabajar. ¿Qué sienten cuando escuchan este tipo de manifestaciones?
- No es el único. El líder del PP en Cataluña [Xavier García Albiol] dice cosas parecidas. En Europa y en España está habiendo un crecimiento de la extrema derecha y de las derechas más conservadoras. Las ideas de este tipo son excluyentes y tienen una visión de Europa, que ya lideró Aznar, de que Europa es blanca y católica. Van en contra de la Europa de la diversidad y de la integración.
A los musulmanes se les acusa de aprovecharse de ayudas sociales como la RGI. ¿Por qué cree que sucede eso?
- También en Alemania, en los años 70, se culpaba a los emigrantes españoles de que los alemanes no tuvieran trabajo y se llegó a generar un discurso xenófobo hacia los españoles. Cuando existen dificultades, siempre se busca a alguien para echarle la culpa. Y en este caso le está tocando a la emigración musulmana.
Hace unas semanas, en Vitoria se vertió carne de cerdo en la puerta de un local que iba a coger una mezquita. ¿Sucede en más lugares?
- Sí, es la moda y la están pagando los cerdos. No sé de dónde sale el mito de que si tiras sangre de cerdo en un lugar ya no se puede abrir ahí una mezquita. Pero hay más: El Ayuntamiento de Bilbao, por ejemplo, mandó las mezquitas a los polígonos industriales. Eso no favorece la integración y el desarrollo de la diversidad, no tiene ningún sentido que las mezquitas se abran junto a las fábricas. Generan exclusión, la formación de un gueto, es lo que el ISIS quiere, volviendo a lo que decía antes. Explícales luego a esas personas a las que les has mandado a rezar fuera de la ciudad, que forman parte de la sociedad y que tienen el mismo derecho que una iglesia u otro centro de culto. Es algo que no nos podemos permitir, es una barbaridad.