La Vanguardia.- Acusadas de “corrupción” al “promover” la homosexualidad y el cristianismo.
Las noticias relacionadas con detenciones a activistas que se oponen al uso obligatorio del velo, que luchan por los derechos de la mujer o por una mayor libertad en el mundo del arte, especialmente el cine, han vuelto a aumentar en Irán en los últimos meses hasta el punto que hacen recordar los momentos más duros del gobierno del expresidente radical Mahmud Ahmadineyad, que gobernó Irán entre el 2005 y el 2013. El último anuncio que ha conmocionado al activismo local está relacionado con Zahra Sadeqi Hamadani y Elham Chubdar, dos mujeres de 31 y 24 años que han sido sentenciadas a pena de muerte por apoyar a la comunidad LGTB.
La pena fue confirmada ayer por la agencia de noticias Irna, horas después de que la organización no gubernamental Hengaw, que documenta las violaciones de derechos humanos, anunciara que había recibido noticias de que la oficina del fiscal de la región de Urumia, en el noroeste del país, había notificado a estas dos mujeres lo que sería su desenlace. Desde la instauración de la República Islámica en 1979, la homosexualidad en Irán se castiga con pena de muerte; pero activistas que luchan por los derechos de la comunidad LGTB han denunciado en los últimos meses que la persecución actualmente se extiende a aquellos que abogan por sus derechos en las redes sociales. Los acusan de difundir “propaganda”.
La sentencia se produce en uno de los momentos de mayor represión de los últimos años en Irán
Según la oenegé Hengaw en su comunicado, ambas activistas fueron acusadas por la Fiscalía de Urumia del delito de “corrupción en la tierra” a través de “promover la homosexualidad”, “promover el cristianismo” y “comunicarse con prensa opositora a la República Islámica”. Estas acusaciones estarían vinculadas con el caso de Zahra Sadeqi Hamadani, conocida como Sara, que había contado su historia en un vídeo que dejó grabado antes de su detención en octubre pasado, cuando intentaba cruzar la frontera entre Irán y Turquía. Sara había formado parte de un documental grabado por la BBC persa en la región del Kurdistán iraquí –donde Sareh residía–, sobre la vida de los integrantes y activistas de la comunidad LGTB en esta parte del mundo. “Fui detenida en Irak durante 21 días por mi entrevista con la BBC. Fui torturada y puesta en confinamiento solitario”, dijo.
En el mensaje que dejó consignado con otros activistas, Sara aseguraba que dejaba este testimonio “para que ustedes entiendan a cuánta presión estamos sometidos”. La mujer terminaría por ser detenida cuando intentaba escapar a Turquía y días después la agencia Tasnim, relacionada con los Guardias Revolucionarios iraníes, anunciaba que había sido desmantelada una red que enviaba menores a Irbil y apoyaba a los homosexuales. Muchos activistas relacionaron ambos casos y la organización Amnistía Internacional envió una carta al poder judicial iraní sobre el riesgo de ejecutar a la activista.
Meses más tarde, el 27 de julio, el departamento de inteligencia de la Guardia Revolucionaria emitió un comunicado en el que presentaba a Sara como “la líder de la pandilla más grande de niñas iraníes llevadas a la fuerza a Irak, por traficantes”. En la misiva la acusaban de “promover la homosexualidad, el juego, el fraude y las relaciones sexuales ilícitas y publicarlo en el ciberespacio”. Sara terminó pasando otros 53 días en una celda solitaria en Urumia, en Azerbaiyán Occidental, donde según se ha denunciado no tuvo acceso a un abogado. El investigador del caso también acusó a la detenida de promover el cristianismo porque asistía a una iglesia en Irán y usaba un collar con una cruz. La práctica del cristianismo está aprobada en Irán pero no la conversión, que se puede castigar con la cárcel.
Esta no es la primera vez que integrantes de la comunidad LGTB son castigados con la pena de muerte, pero lo que ha llamado la atención es que la sentencia de ambas mujeres llega en uno de los mayores momentos de represión en los últimos años.