Asistimos en los últimos tiempos a una ofensiva xenófoba, especialmente en internet, que tiene por objeto, no una crítica a la política migratoria, sino el impulso de una estrategia que ataca directamente a la convivencia democrática, integradora de la diversidad, mediante un uso perverso de cualquier conflictividad social generada a partir del fenómeno de la inmigración, del pluralismo religioso y de la diversidad cultural.
Entre los prejuicios más significados que dan cuerpo argumental al discurso del nuevo racismo y de la xenofobia, siempre acompañados de una creciente islamofobia, emerge el de “la invasión migratoria”, una invocación doméstica que recurre continuamente a la metáfora de que “en tu casa no dejarás entrar a más personas de las que caben…”, y además usa el miedo al extranjero. Pero ¿España está en verdad amenazada por una invasión migratoria?. Carece de sentido hablar en estos términos cuando aún nuestra media no alcanza a la europea. Una ciudad como Madrid con un proceso de inmigración notorio (12%), está muy lejos de otras capitales, no alcanza a París (22%), Londres (24%), Bruselas (28%), Toronto (40%) o Nueva York (56%).