El Mundo.- Un tipo con un generoso bigote prusiano toca diana con la corneta mientras atentamente le observan tres camaradas con uniforme de las Waffen SS y un legionario romano. A 100 metros de allí, Felipe II curiosea un stand de libros de historia mientras dos caballeros medievales con casco y armadura combaten en un ring improvisado y demarcado por una cinta bajo la atenta mirada de una chica vestida con un traje de la Guardia Civil. En el lado opuesto, padres y niños disparan con Kalashnikovs de bolitas sobre unos objetivos de metal. Una amalgama de escenas y personajes que forman parte del singular espectáculo de la feria No Solo Militaria, que este fin de semana celebra su 59ª edición en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo.
El evento cuenta con un público tan variopinto como sus actividades. Familias con niños pequeños, chicos jóvenes, skinheads, parejas y una notable cantidad de jubilados aguardan pacientemente en una cola para acceder al recinto que, en algunos momentos de la mañana, llegó a durar media hora. Tras pasar el control de seguridad, un taquillero cobra siete euros.
Un tipo con un generoso bigote prusiano toca diana con la corneta mientras atentamente le observan tres camaradas con uniforme de las Waffen SS y un legionario romano. A 100 metros de allí, Felipe II curiosea un stand de libros de historia mientras dos caballeros medievales con casco y armadura combaten en un ring improvisado y demarcado por una cinta bajo la atenta mirada de una chica vestida con un traje de la Guardia Civil. En el lado opuesto, padres y niños disparan con Kalashnikovs de bolitas sobre unos objetivos de metal. Una amalgama de escenas y personajes que forman parte del singular espectáculo de la feria No Solo Militaria, que este fin de semana celebra su 59ª edición en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo.
El evento cuenta con un público tan variopinto como sus actividades. Familias con niños pequeños, chicos jóvenes, skinheads, parejas y una notable cantidad de jubilados aguardan pacientemente en una cola para acceder al recinto que, en algunos momentos de la mañana, llegó a durar media hora. Tras pasar el control de seguridad, un taquillero cobra siete euros.
«Todos los años es la misma polémica, pero aquí hay cosas de los nazis, cosas de los rusos, cosas franquistas, cosas republicanas…», se defiende Ruíz.
Sin embargo, parte de la polémica radica en una cuestión de asimetría. Por ejemplo, solo un puesto está especializado en la venta de artículos soviéticos frente a más de una decena que venden uniformes, gorras, banderas o merchandising de temática nazi, como ediciones limitadas de dagas conmemorativas Unidad Ezquerra, un grupo de españoles que lucharon en la batalla de Berlín.
«Las antigüedades alemanas son mucho más caras que las rusas porque hay menos y están más cotizadas entre el mundo del coleccionismo de artículos históricos», explica un dependiente. «Sin embargo», prosigue, «en el caso de las réplicas se compran por una cuestión de coleccionismo, recreación histórica e incluso para practicar BDSM».
Más allá de la polémica, esta feria se perfila como un particular punto de encuentro en el que puede verse lucha medieval, practicar la puntería, observar a grupos de recreación histórica o encontrar objetos y documentos curiosos del pasado.