Ricardo González, experto de la Policía en violencia en el deporte, pide más contundencia a los clubes y la UEFA
DAVID S. OLABARRI. EL CORREO.- Ricardo González es jefe de sección del grupo especializado en violencia en el deporte de la Brigada de Información de la Policía Nacional en Madrid. Este experto participó ayer en Bilbao en las jornadas europeas organizadas por el sindicato Erne, mayoritario en la Ertzaintza, con motivo de los incidentes protagonizados por radicales en los últimos partidos europeos del Athletic.
– ¿Cómo ha evolucionado la violencia en el deporte?
– Ha cambiado mucho. Y hemos evolucionado bien. Entre otras razones, por la legislación y por las medidas que se han tomado desde las administraciones. Se ha hecho hincapié en las medidas de los clubes: dejar de prestar un apoyo explícito a los grupos ultras también ha ayudado mucho. Tenga en cuenta que los clubes han ido reduciendo mucho todo el tema de la financiación a través de la venta de entradas, en favorecer los desplazamientos… Es verdad que todavía se puede mejorar, y mucho, pero se ha avanzado bien.
– ¿Qué papel juegan las sanciones económicas a los grupos ultras?
– Las sanciones económicas han hecho mucho daño a todos estos grupos y han jugado un papel importante a la hora de que se reduzcan los incidentes entre las aficiones. La aplicación de la Ley del Deporte, que se aplica antes, durante y después de los partidos, ha sido muy positiva. Pero se trata de un frente que hay que abordar desde diversos ámbitos. Más allá de las medidas policiales, si todos remamos en la misma dirección, incluidos los clubes y la Liga de Fútbol, podremos acabar con este fenómeno.
– Hasta hace no mucho, los radicales ocupaban una parte importante de la gradas de los estadios.
-Porque tenían el apoyo institucional de los clubes. Por ejemplo, se les facilitaba un local dentro del estadio. Les facilitaban entradas a un precio reducido con las que podían autofinanciarse, les subvencionaban parte de los desplazamientos. Se escudaban en que les animaban, empujaban al equipo. Pero luego se han dado cuenta de que los problemas que generan son mucho mayores de lo que aportan.
– ¿Algún ejemplo?
– Ultra Sur. El Real Madrid ha sustituido a ese grupo radical por una grada de animación, que anima de forma sana. El Barcelona también tomo medidas. Pero todavía hay equipos que son más blanditos. Los clubes tienen que tener un libro de registro de sus peñas. Si se considera que un grupo que incita a la violencia, se le puede prohibir el acceso a un campo y promover su disolución.
– ¿Se han reducido los incidentes con estas medidas?
– Sí. Cuantas menos facilidades tengan para desplazarse, menos gente violenta se va a desplazar. Ahora se financian más con su propio ‘merchandising’, pero el tema económico les ha hecho daño. A cualquier organización que le cortas el grifo de la financiación entra en dificultades. Es como una planta que no se riega. Para mí, junto a otras medidas, asfixiar económicamente a estos grupos es la mejor manera de acabar con la violencia.
– ¿Cómo funcionan estos grupos?
– En España están muy ideologizados. En Madrid, por ejemplo, tenemos a Ultra Sur, que son de extrema derecha; el Frente, que también es de extrema derecha y Bucaneros, que representa a la izquierda más radical. El hermanamiento entre radicales es básicamente por cuestiones ideológicas, pero también por una perspectiva territorial. También hay radicales de ideología contrarias en un mismo equipo. En este asunto, el tema deportivo y el político van de la mano.
– ¿Qué responsabilidad tiene la UEFA en todo esto?
– Toda. El principal problema con el que nos encontramos es que son actores privados, que organizan una competición privada, con sus propios intereses económicos, que son muy importantes. Que la legislación pueda entrar a regular eso es muy complicado, porque chocan intereses contrapuestos: lo público contra lo privado. Es complicado convencer a la UEFA de que imponga sanciones a los clubes.
– Hay mucho dinero.
– Hay mucho dinero. Los estamentos políticos tendrían que convencer a la UEFA de que navegara en la misma dirección. De hecho, los incidentes en la Liga doméstica son muy pocos. El problema lo tenemos cuando vienen aficiones extranjeras. Y en este sentido hay que poner en valor el trabajo de las policías españolas. Se está trabajando bien desde casi todos los ámbitos. Lo que hay que hacer es exportar el modelo español. Pero igual que en Europa chocamos con la UEFA, aquí chocamos con la Liga de Fútbol, que es una entidad privada con intereses económicos muy potentes.
¿La culpa de los rusos?
– ¿Qué análisis hace de los incidentes que se han producido en los partidos europeos del Athletic?
– Yo creo que se deben, principalmente, a la falta de experiencia en Europa de la Policía autonómica. También, por lo que he hablado con compañeros, a la falta de efectivos. Para un partido, UIP de la Policía Nacional puede mandar entre 6 y 8 grupos de 50 personas. Estamos hablando de un número de gente del que la Policía autonómica no dispone. Y luego que se han juntado con aficiones muy radicales.
– ¿Cómo clasificaría a los hinchas radicales del Athletic?
– Ahora mismo son de los peores que tenemos en España. Para nosotros los más problemáticos son los Biris (del Sevilla) y Herri Norte. Son complicados. Pero también diría, por lo que he visto en los últimos incidentes, que el club -institución, jugadores, entrenador- está siendo muy blando con ellos. He oído declaraciones en las que parecía que toda la culpa era de los rusos. Vi muy poca contundencia en criticar lo ocurrido. Pero también habría que advertir de los titulares de prensa tan grandilocuentes, para bien o para mal, pueden generar un caldo de cultivo para la violencia en el deporte. A Messi se le pone como dios y en las derrotas igual porque se enardece a la masa. Un individuo quizás no cometería un acto violento, pero se encuentra arropado por la masa y con esa cerilla que lanza la Prensa podemos tener el cóctel perfecto.
–¿Qué opina de las ‘quedadas’ de los radicales para pegarse?
– Utilizan las redes sociales. Pero también saben que las tenemos muy controladas, por eso ahora van un paso más allá y utilizan ‘chats’ privados. Por eso nuestra labor es cada vez más difícil.