La difícil convivencia entre católicos, musulmanes y ortodoxos ha causado numerosos conflictos en la frontera entre Europa y Asia durante siglos
ROGER VALSELLS. LA VANGUARDIA.- A principios de la década de 1990, tres estados de los seis que formaban parte de Yugoslavia decidieron independizarse: Eslovenia, Croacia y Bosnia.
Eslovenia y Croacia realizaron una declaración unilateral de independencia en 1991, lo que provocó una respuesta contundente de las autoridades centrales, que no estaban dispuestas a perder dos de sus territorios. El ejército yugoslavo, liderado por Serbia, inició una guerra contra eslovenos y croatas.
En 1992, Bosnia convocó un referéndum y proclamó su independencia, pero eso desató una guerra civil entre los bosnios partidarios de separarse (bosnio-croatas) y los que apostaban por permanecer dentro de Yugoslavia (serbo-bosnios).
Estos conflictos se conocen como la Guerra de los Balcanes (1991-1995), la península donde se encuentran los países implicados. En los cuatro años que duró el conflicto, murieron más de 130.000 personas (no hay cifras oficiales) y dos millones tuvieron que huir de sus casas.
¿Por qué empezó la guerra?
Para entender las causas del conflicto hay que viajar hasta la antigua Yugoslavia, una federación de repúblicas creada después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Estas repúblicas eran: Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia (con las provincias autónomas de Kosovo y Voivodina), Montenegro y Macedonia.
En este territorio vivían pueblos y comunidades con orígenes y costumbres muy diferentes: serbios ortodoxos, croatas católicos, bosnios musulmanes, albaneses, eslovenos, macedonios y húngaros.
Todo este territorio estaba bajo la influencia de la Unión Soviética, uno de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, las diferencias culturales, religiosas y políticas eran demasiado grandes.
El dictador Josip Broz Tito gobernó Yugoslavia con mano de hierro durante más de 30 años. Su muerte en 1980 despertó tensiones históricas y algunas regiones empezaron a reclamar un estado propio.
Guerra entre compatriotas
Las aspiraciones nacionalistas toparon con la negativa del ejército yugoslavo, controlado por los serbios. Intentaron evitar la independencia de estos países declarándoles la guerra. Los combates fueron encarnizados y en 1992 se declaró un alto el fuego con la supervisión de las Naciones Unidas.
En Bosnia, la guerra acabó convirtiéndose en un genocidio: las fuerzas serbio-bosnias, de religión cristiana ortodoxa, llevaron a cabo una limpieza étnica y mataron a decenas de miles de musulmanes.
Uno de los peores episodios del conflicto fue la Matanza de Srebrenica, ciudad bosnia en la que 8.000 varones musulmanes fueron asesinados, incluidos niños y ancianos. La masacre ocurrió en una zona considerada “segura” por las Naciones Unidas, que habían desplegado hasta allí a 400 cascos azules, las fuerzas de paz de la ONU.
Más de un millón de bosnios y croatas tuvieron que abandonar sus casas. La capital de Bosnia, Sarajevo, estuvo asediada durante tres años, pero sus habitantes resistieron.
Ganadores y perdedores
Las hostilidades terminaron con la intervención militar de la OTAN y con los Acuerdos de Dayton, un tratado de paz firmado en noviembre de 1995 en Estados Unidos.
Como resultado del acuerdo, la república de Bosnia y Herzegovina quedó dividida en dos entidades: la Federación de Bosnia y Herzegovina (mayoría de población musulmana y croata) y la República Srpska (mayoría de población serbia). La presidencia del país es rotatoria y vez la ocupa un político de cada etnia.
Croacia conservó las fronteras de antes de la guerra y los más de 300.000 croatas residentes en Bosnia y Herzegovina mantienen la nacionalidad croata y el pasaporte europeo (Croacia es miembro de la UE), aunque vivan en otro país.
Los militares responsables de los peores crímenes, como el general serbio Ratko Mladic y el líder serbobosnio Radovan Karadzic fueron capturados, juzgados y condenados por el Tribunal Internacional de la Haya, en Holanda.
A día de hoy, la convivencia entre antiguos enemigos sigue siendo complicada. En las escuelas, por ejemplo, el pasado más reciente se explica de manera diferente según si el profesor es serbio, bosnio o croata.
En zonas rurales y aisladas de las grandes ciudades, los niños croatas y bosnios no se relacionan. Las familias tienen muy vivo el recuerdo del sufrimiento en los años 90 y no quieren que se mezclen con los antiguos enemigos.
Ya en la universidad, muchos jóvenes de etnias diferentes se hacen amigos, a veces incluso emprenden negocios juntos, pero muy pocas veces llegan a casarse.
El tema de la semana cuenta con la colaboración de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna-URL (FCRI)