La extrema derecha española mira a Europa en busca de éxito para las municipales
ANA CARBAJOSA. EL PAÍS.- «¿Eres español?. Te jodes». Con esta ironía se despacha uno de los pasquines que da la bienvenida al tropel de necesitados que llaman a la puerta de un pequeño de piso de Alcalá de Henares (Madrid). En el habitáculo, la ultraderechista España 2000 reparte carros repletos de víveres, para contrarrestar el trabajo de los servicios sociales, que a su juicio, favorecen a los inmigrantes. Leche en polvo, aceite, garbanzos, salchichas, pasta de dientes. Lo necesario para que una familia sobreviva mes y medio, según el cálculo de los repartidores. Solo hay dos requisitos para acceder a los preciados alimentos: necesitarlo y ser español.
Este piso forma parte de una red de asistencia social que la extrema derecha española ha ido tejiendo al calor de una crisis en cuyos estertores afloran las pulsiones más xenófobas. Iniciativas como la de Alcalá, que incluyen también asesoría legal, administrativa y social, se repiten en al menos una decena de ciudades en España. Y van a más.
Los repartos calcan estrategias ensayadas con éxito por ultras de Francia, Bélgica o Grecia. Con ellos se envuelven en un manto social, con el que pretenden dar la sorpresa en las municipales de mayo. Aspiran a robarle a la derecha los votos-protesta que Podemos ha cosechado en la izquierda. En España, los integrantes de la extrema derecha son pocos y mal avenidos, pero están convencidos de que el espectacular éxito ultra en las pasadas elecciones europeas acabará contagiándose tambén a la Península.
Formaciones como Plataforma por Catalunya (PxC), la más potente, o el Partido por la Libertad, su hermano pequeño, reniegan de las etiquetas de extrema derecha y echan mano de un populismo de libro, con guiños a un electorado descreído y resentido con un sistema político que creen que les ha fallado. Su gran referente es el Frente Nacional francés.
En el microcosmos de la extrema derecha habitan también formaciones más clásicas como el Movimiento Social Republicano, Democracia Nacional o Alianza Nacional, que se inspiran en el NPD alemán o Amanecer Dorado en Grecia, con menos tirón electoral pero muy activos a pie de calle. España 2000 estaría a caballo entre ambos grupos, con ambiciones similares al populismo europeo, pero anclados al pasado más rancio y peligroso.
Componen un caleidoscopio de siglas y personajes que rivalizan entre sí, pero que comparten grandes líneas ideológicas. Su fuerza reside en el ámbito municipal. Sus diferencias les impiden presentarse en el territorio nacional. En total lograron un centenar de concejales en 2011.
Los voluntarios de Españoles en Acción, el brazo social de España 2000, da de comer a 130 familias de Alcalá de Henares cada mes. Consiguen los alimentos a las puertas de los supermercados, donde piden donaciones «para familias españolas». Rafael Ripoll, vicepresidente de España 2000 y concejal en Alcalá de Henares, admite: «La crisis ha supuesto una oportunidad para demostrar nuestro patriotismo». Y sigue: «Ayudamos a gente que hace dos años veraneaba en Gandía y que todavía no entiende cómo ha acabado así. El problema es que en España se da preferencia a los inmigrantes para las ayudas, mientras que los españoles no tienen a dónde acudir y emigran». Alcalá de Henares es el único Ayuntamiento de la Comunidad de Madrid en el que el partido logró situar un concejal en las últimas elecciones municipales -—los otros cuatro ediles de la formación están en la Comunidad Valenciana—, y ahora buscan expandirse desde este municipio al resto de la región.
En el piso de Alcalá, el desfile de empobrecidos es continuo y sus protagonistas variados. «Vengo aquí porque es el único sitio donde me han abierto las puertas», asegura Raúl Flores. Hasta el año pasado trabajó en una fábrica de papel. Ahora, cobra 426 euros de paro, de los que viven también su mujer y su hija. Pasó por el Banco de alimentos, la Iglesia y Cruz Roja hasta acabar aquí. Una mujer desdentada recoge también su ración y traslada al voluntario una duda sobre el impago de su hipoteca. «Me llamas, quedamos y lo miramos, no te preocupes», le tranquiliza el militante. Luego entra una desempleada, con la casa embargada, un hijo y un marido en la cárcel. Al poco, otras dos, algo mayores, con perlas y peinadas con laca. En la nevera del local luce una pegatina en la que se lee: «Falta trabajo, sobra inmigración».
Antonio Sánchez, otro voluntario, ofrece sus razones. «Yo vivo al lado de Cruz Roja y los rumanos van a recoger comida en cochazos y llenos de cadenas de oro. Salen con bolsas hasta arriba de libros de texto». Sánchez pasó 22 años de encargado de obra y ahora ya no le quieren en el tajo. «Sólo buscan gente de fuera, que esté en el andamio cuando llueve y que no cobre horas extras. Han dejado entrar a demasiados extranjeros. Han conseguido que me sienta un inútil».
¿Por qué los inmigrantes sí y yo no? Es una percepción que se repite sobre todo a raíz de la crisis. A pesar de ello, España ha sido hasta ahora la excepción europea, casi un milagro. Un país en el que no ha prendido la llama del populismo de derechas y en el que a diferencia del resto de la UE, la inmigración no domina ni mucho menos el discurso político. Declaraciones como las del alcalde de Vitoria, Javier Maroto (PP), que acusó a los magrebíes de vivir de los servicios sociales apenas sorprenden al norte de los Pirineos. En España, donde la memoria histórica de la ultraderecha ha ejercido hasta ahora de eficaz vacuna, constituyen un fenómeno nuevo y una rareza.
«Utilizan el hambre para enfrentar a la población», interpreta Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, quien alerta de la multiplicación de propaganda xenófoba en webs españolas y que cifra en más de 1.500. «En un contexto de crisis, cuando la gente tiene miedo, la demagogia resulta especialmente peligrosa».
El referente de España 2000 es el Frente Nacional Francés. Los franceses son también un modelo para Plataforma por Catalunya, un partido cuyos 67 concejales en Ayuntamientos catalanes de 2011, suponen 50 más que los de 2007. Su sintonía con el FN es total. Durante las pasadas europeas viajaron a Francia invitados por sus colegas franceses. «Lo que dice Marine Le Pen es exactamente lo que nosotros pedimos. Queremos aprender de ellos. Su triunfo nos da ánimos», explica Robert Hernando, secretario general de Plataforma per Catalunya en su despacho del Ayuntamiento de Igualada, en Barcelona. Ellos también reparten comida «para gente autóctona» en carpas que montan en la calle en varios puntos de Cataluña. Empezaron regalando jamón -no apto para musulmanes- con tomate hace un año. «Funcionó bien y ha ido creciendo en los últimos meses».
Hernando se queja de que los medios de comunicación les boicotean y está convencido de que si les dejaran «salir en los medios tanto como Podemos», arrasarían. Pero sobre todo, no le gusta que les metan en el mismo saco que a otros partidos de extrema derecha como España 2000, ni con las falanges u otros grupúsculos minoritarios. Ellos se consideran más modernos,»transversales», «a la derecha del PP en seguridad e inmigración y a la izquierda del PSOE en política económica». Con sus socios madrileños, el Partido por la Libertad, buscan alumbrar el «embrión del FN español». El próximo sábado, se reunirán en un Congreso en Madrid para dar forma a una futura federación en la que participarán otra decena de agrupaciones de toda España, listas para presentar decenas de candidatos en mayo.
«La sociedad española está en ebullición. El paro y la corrupción han generado una desmoralización generalizada y el desplome de los partidos tradicionales», analiza José María Ruiz, presidente del Partido por la Libertad en su despacho de abogados en Madrid. «El PP también tiene muchos votantes que están en el paro. Queremos hacer contrapeso al frente de izquierdas que se está organizando». Su formación también tiene pequeños proyectos de ayuda solo para españoles en la sierra de Madrid y su idea es ampliarlos en el futuro próximo.
En Cataluña o en Alcalá, los repartos se han producido sin incidentes. En Valencia, la Fiscalía investiga si incurren en un delito de xenofobia y discriminación. Para los que desfilan por el piso de Alcalá la polémica es puro ruido político. Profesan un enorme agradecimiento hacia los ultranacionalistas y la necesidad no les permite si quiera entrar a cuestionar los motivos de la ayuda. Sánchez, el encargado de obra, lo tiene claro: «Mire, esto no es discriminación, es supervivencia».