Europa ha muerto

, | 3 febrero, 2016

MIGUEL ÁNGEL CONEJOS MONTALAR. ARAINFO.- La máscara progresista ostentada durante años por los miembros de la Unión Europa ha dejado paso a las fauces del monstruo capitalista, que cuenta en euros las vidas humanas, y permite el ascenso de la ultraderecha y los mensajes xenófobos, mientras deja ahogarse, en el Mediterráneo y el Egeo, a miles que huyen del hambre o de la guerra.

La semana pasada dos diarios ingleses alertaban de la desaparición de 10.000 niños y niñas en Europa, según las previsiones más conservadoras de Europol. La mayoría de estos menores habrían podido caer en manos de organizaciones dedicadas al tráfico de personas. Una información que sin duda conocían en los altos estamentos de la UE, y que sin embargo, ni se había hecho pública, ni parece que se fuera a actuar al respecto. De hecho, la actual actitud de los dirigentes europeos, no hace sino acrecentar el negocio de las mafias.

Mientras de esto alerta la prensa, en Bruselas continúan con su inoperancia. A veces parece que esperan a que otro estado capee el temporal, y mientras continúan con debates estériles, centenares de personas naufragan en los mares. Decenas de ellas mueren semanalmente.

Por el momento, sus debates ponen a Grecia al borde de la expulsión del espacio Schengen, pese a ser el estado que más presión migratoria soporta. Con esta medida los países ricos permanecerían a salvo dentro de sus vallas, ignorando la realidad de un drama que requiere de urgentes actuaciones políticas.

La crisis migratoria está mostrando la auténtica realidad europea. La Unión Europea, como proyecto político, no existe. No es capaz de crear consenso en temas de relevancia. Así pues, la UE nunca fue nada político, tan solo una asociación económica y monetaria.

10.000 niños desaparecidos

La organización criminal que habría secuestrado a miles de menores habría aparecido hace 18 meses y tendría sus epicentros en Alemania y Hungría, país este último que sirve como centro de tránsito desde el cual las redes de trata humana reciben a los menores procedentes de Italia o de Suecia, y los distribuyen por el resto del continente, según el jefe de Personal de la Europol, Brian Donald. Tan solo alertados por las agencias de policía de los países balcánicos, iniciarán la colaboración con éstas, pese a disponer de informes previos, como el emitido por la policía del puerto de Telleborg, que afirmó, en octubre, que mil menores podrían haber desaparecido en este puerto sueco.

Solo en 2015 llegaron a Europa cerca de 26.000 menores sin acompañamiento, según datos de Save the Children, para un total aproximado de 270.000 niños refugiados; un 27 por ciento del millón de personas que en 2015 atravesaron las fronteras huyendo de la guerra en Siria y otras zonas de conflicto. En medio del enorme descontrol sobre el flujo migratorio, la Europol no ha podido evaluar hasta ahora las terribles consecuencias de este desplazamiento en los niños.

A pesar de este nuevo esfuerzo de colaboración con las policías de los países balcánicos, las futuras decisiones políticas podrían agravar aún más la situación, en especial si los Gobiernos europeos se dejan llevar por el pánico. Algo que ya se percibe en las numerosas peticiones para eliminar a Grecia de la zona de tránsito europeo Schengen, el cierre arbitrario de fronteras, la construcción de vallas o el marcado de refugiados.

El fascismo en continuo aumento

Las discusiones en la UE con respecto al tema de los refugiados utilizan continuamente argumentos xenófobos que inevitablemente llegan a la población. La ultraderecha, que hace apenas una década permanecía aletargada, se frota las manos con esta situación.

A la cabeza me vienen conversaciones en las que, cuando en el Estado español hemos visto manifestaciones enalteciendo el fascismo, argumentábamos sin dudarlo: “esto en Alemania no sucede”. La actualidad ha sido la que nos ha traído de vuelta a la realidad. Pegida es un movimiento de ultraderecha, xenófobo y populista que atrae cada vez a más alemanes. Pero no es el único país que sufre este ascenso.

El discurso xenófobo antimusulman recorre todo el territorio europeo. Berlín, Atenas, Roma, Dover, Estocolmo y otras ciudades han sido escenario de un fin de semana en el que neonazis, acompañados por ciudadanos cada vez más xenófobos, han protagonizado marchas en favor de la identidad nacional y en contra de los refugiados.

Otros países, encerrados tras sus vallas, sin contacto físico con la crisis migratoria, no necesitan de manifestaciones. La ultraderecha está bien asentada en sus parlamentos. Es el caso de Polonia o Hungría.

Polonia negaba la fecundación in vitro, restringía la libertad de prensa y restaba potestad a su Tribunal Constitucional en apenas unas semanas de mandato del ultraderechista Jaroslaw Kaczynski. Hungría por su parte, bajo el mandato de Viktor Orban, desde 2010, apoyado en la mayoría de dos tercios de su partido FIDESZ en el parlamento, ha modificado hasta en once ocasiones la constitución, deteriorando gravemente la democracia húngara. El segundo partido en Hungría es JOBBIK, abiertamente nacionalsocialista.

Sin embargo, son otros muchos los países que están notando el ascenso de la ultraderecha. Francia, Dinamarca o Grecia son algunos de ellos. Un ascenso, que como ocurre en Dinamarca, empuja a gobiernos conservadores como el de Lars Løkke Rasmussen, a aplicar medidas cercanas a la ultraderecha, ante la amenaza de la pérdida de votos.

Sin duda un panorama desalentador, en el que todas las ecuaciones llevan a un aumento del fascismo, el nacionalismo y la xenofobia. Mientras, el continente agoniza en su propia inhumanidad, herido de eurocentrismo y xenofobia, miles de personas mueren ahogadas, de frío o de cansancio en su territorio. Quizá engrosen la cifra de desparecidos. Pero ya da igual. Europa ha muerto.

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