Esvásticas, un colegio de Cantabria, Netanyahu y el Gobierno alemán

| 25 octubre, 2015

Para algunos, hablar del holocausto es hacer política, ¡qué mal están las cosas! Cada vez que no nos tomamos en serio ni los valores humanos ni la Educación, el mundo que nos rodea termina convirtiéndose en una versión oscura de aquellos amaneceres esculpidos con maestría por José Luis Cuerda (que no es poco).

LUIS MIGUEL ARTABE. ELDIARIO.ES.- Hace poco tiempo, en un colegio de Cantabria aparecieron una serie de esvásticas pintadas en diferentes zonas de sus instalaciones. “Cosas de críos”, aseveraron algunos. Una profesora que trabajaba allí -para su desdicha, amiga mía-, intentó montar una campaña que dejara claro cuál es el significado de este símbolo y qué barbaridades se hicieron en su nombre.

¿El resultado? Un grupo de niños tatuando paredes y pupitres con nuevas esvásticas y cantando el ‘Cara al sol’, sus padres protestando porque una docente había introducido la política en clase y el colegio desautorizando a mi colega por el revuelo organizado. Una vez más, el partido Nazi alcanzaba sus objetivos sociales.

Educación e Historia

Para algunos, hablar del holocausto es hacer política, ¡qué mal están las cosas! Cada vez que no nos tomamos en serio ni los valores humanos ni la Educación, el mundo que nos rodea termina convirtiéndose en una versión oscura de aquellos amaneceres esculpidos con maestría por José Luis Cuerda (que no es poco).

Todos los horrores imaginables tuvieron cabida en aquellos 12 años del III Reich: desde no dejar entrar a los niños judíos en los parques infantiles o probar repulsivas terapias para “curar” la homosexualidad hasta ir enfriando una sala con el objetivo de medir cuánto tardaba en morir una persona; desde coser a un hermano gemelo a otro por la espalda hasta colocar los hornos crematorios junto a las cámaras de gas para calentarlas y que el Zyklon B alcanzase su temperatura óptima de uso.

La raza aria consiguió mostrar que fue superior en algo: creó un Imperio cimentado sobre una sociedad esclavista que favoreció el asesinato sistemático y preciso de seis millones de judíos, de millón y medio de gitanos, de un número indeterminado de niños con enfermedades congénitas, de personas con deficiencias mentales y de gentes que no pensaban como ellos y que no formaban parte de lo que algunos habían decidido que debía ser el pueblo alemán.

Benjamín Netanyahu

Si os traigo a la memoria todo este horror (perdonadme por ello) es porque esta misma semana hemos tenido la desdicha de escuchar al primer ministro israelí afirmar que “Hitler no quería exterminar a los judíos, solo quería expulsarlos” -sí, el primer ministro israelí. Repito; el primer ministro israelí-. Parece ser, según aseveró, que las culpas del cambio de mentalidad del Führer sobre la cuestión judía las tuvo el muftí Amin al-Husayni. Este líder musulmán le trasladó la idea de que si expulsaba a los semitas de Europa iban a terminar al completo en Palestina y que era “mejor quemarlos.”

Y, aunque está constatada la colaboración con el Reich de al-Husayni, por ejemplo, reclutando los musulmanes radicales que formaron parte de la división de montaña Handschar de las SS, parece muy poco (pero que muy poco) probable que tuviera alguna influencia ideológica en un movimiento que ya venía adoctrinado de casa.

Como podemos comprobar casi a diario, dejar la Historia en manos de los políticos no suele traer nada bueno. En este caso, Netanyahu (quizá por agradar a los alemanes, quizá por buscar respaldo internacional para su conflicto sin fin) llega a olvidar que el Holocausto fue la Solución Final que unos locos dieron a los sentimientos antisemitas implantados en Alemania y en el resto de Europa.

Sin duda alguna, mucho más trascendentes que las palabras de Amin al-Husayni fueron textos (falsos) como los Protocolos de Sión, la creación de sociedades secretas (como la Sociedad Thule), la invención de un pasado mítico para la raza aria que se habría perdido por culpa de la sangre judía, la búsqueda de culpables y traidores tras la Primera Guerra Mundial, la crisis económica alemana, las teorías que aliaban a los semitas con los soviéticos y, por encima de todo, la creación de una omnipotente orden medieval-religiosa: las SS de Heinrich Himmler.

El Gobierno alemán del siglo XXI

A pesar de que soy muy crítico con la política económica dictada desde Berlín, he de reconocer que me sorprendió y me alegró que el Gobierno alemán no tardase ni dos horas en contestar a Benjamín Netanyahu. Las chocarrerías hay que atajarlas antes de que se conviertan en mantras sociales, supongo que pensaron.

Steffen Seibert, portavoz del Ejecutivo teutón, aseguró que «todos los alemanes conocen la historia de la asesina manía racial de los nazis (…) que llevó al Holocausto» y que por este motivo “se enseña en las escuelas” para que «nunca se olvide».

No dijo nada sobre lo malo que es remover el pasado ni sobre que los familiares de las víctimas solo se acuerdan de las fosas comunes cuando hay subvenciones ni negó los casi 150.000 desaparecidos de la represión franquista tras la Guerra Civil, no. El señor Sibert afirmó que, en Alemania, el nazismo y sus barbaridades se enseñan en la escuela para que no se olviden. Casi, casi como en España, que cuando una profesora de un colegio de Cantabria trató de explicar a sus alumnos por qué no son divertidas las esvásticas terminó escaldada.

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