Esteban Ibarra, Movimiento contra la Intolerancia: «En este país a veces sale muy barato matar»

, | 8 diciembre, 2023

El Plural.- Esteban Ibarra es el presidente de Movimiento contra la Intolerancia, una ONG creada a principios de los 90 para responder a los episodios racistas que se daban en nuestro país. «A estas alturas uno ya ha visto de todo», reconoce ahora a ElPlural.com el también secretario general del Consejo de Víctimas de Delitos de Odio

Recuerda con tristeza aquella España en blanco y negro, pero también denota cierta nostalgia al recordar la lucha en las calles, de la que fue partícipe. Sobre todo, lamenta que todavía hoy haya quienes expresan el odio en cualquiera de sus vertientes: machismo, xenofobia, racismo, etc. «Uno esperaba una mejor democracia y que todo esto estuviera erradicado», suspira; mientras lamenta el «poco caso» que les han hecho las instituciones. Todas -y todos los políticos- con independencia de signo o color. 

Por ende, las siguientes líneas son una llamada de atención para que entre todos venzamos al odio. ¿Una ilusión? Puede, pero alguien tiene que trabajar para ello; y la esperanza es lo último que se pierde. Que se lo digan a nuestro protagonista: «Yo soy muy Luther King».

Pero la entrevista que vas a leer a continuación es asimismo un repaso histórico pasando por el franquismo, la caída del muro de Berlín o los conflictos que permanecen abiertos, mientras se detiene en momentos concretos como el episodio de Vinicius o la violencia frente a Ferraz. Lo mejor de todo es que la voz principal no tiene reparo en llamar las cosas por su nombre. ¿Los violentos que se daban cita frente a la sede del PSOE? Nazis. ¿Colgar de un puente un muñeco del ‘7’ del Madrid? Práctica propia del Ku Klux Klan. Valentía, en definitiva, a la hora de hablar de quien un día «le pasaron las balas por encima». Disfruten, aprendan y ante todo, sueñen, que es gratis.

PREGUNTA (P): ¿Están creciendo los delitos de odio en España?

RESPUESTA (R): Los datos del Ministerio del Interior muestran un crecimiento pequeño, de un 3% progresivamente todos los años desde la pandemia. Aquí hubo un descenso por el confinamiento, y después se dio la subida. El registro actual es de 1.800.

Estos datos parten de las denuncias interpuestas, pero al margen nosotros percibimos que no hay gran confianza institucional, que no se denuncia todo lo que se debiera y que esos casos obedecen a entre un 20 y un 40% del total, según la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA).

Por otro lado, evidenciamos un crecimiento masivo del discurso de odio o los mensajes odiosos. Los segundos no tienen por qué constituir una infracción administrativa ni penal, pero crispan mucho y generan ese clima de intolerancia. Los primeros sí pueden ser sancionados y observamos una problemática sobre todo en los que pueden acarrear una sanción administrativa, porque la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación se ha aprobado, pero no está operativa porque el Gobierno no ha nombrado a la autoridad competente para ejecutarla. También en las que van por lo penal, porque se está produciendo un goteo, pero la Fiscalía entra en contradicción con lo referente a la libertad de expresión y es muy exigente a la hora de poder evaluar las consecuencias que tiene el discurso.

Y hay otro factor: las plataformas de servicios. Tienen un sistema de notificación por el que se les comunica que algo puede ser constitutivo de delito, y a veces lo quitan, y a veces no. Tienen una raíz anglosajona, que es mucho más laxa en materia de discurso de odio.
En cualquier caso, la consecuencia es que el delito de odio no se está acometiendo adecuadamente, y esto tiene una repercusión tremenda: clima de intolerancia, aumenta la polarización, el enfrentamiento y el caldo de cultivo para males mayores.

P: El otro día leí una noticia del coordinador de CEAR Madrid, Francisco Garrido, en la que apuntaba que en 25 años que llevaba trabajando en la Comunidad, no había visto el nivel de racismo que percibió la última vez. Apuntaba también al discurso de determinados sectores políticos, que provocaba que las personas no se escondan a la hora de odiar.

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