La fractura entre una parte de la sociedad catalana y los símbolos policiales del Estado parece ir más allá de los escraches que se repitieron ayer frente los hoteles que alojaban fuerzas del orden
DAVID BRUNAT. ABC.- Las cargas en los colegios electorales del 1 de octubre han desatado una oleada de rechazo contra la Policía Nacional y la Guardia Civil en toda Cataluña. La fractura entre una parte de la sociedad catalana y los símbolos policiales del Estado ha ido mucho más allá de los escraches de ayer frente a los hoteles que alojaban fuerzas del orden nacionales, como ocurrió en Calella, Pineda de Mar y Reus. O de la masiva concentración ante la Jefatura de Policía en la Via Laietana, en Barcelona, exigiendo al cuerpo policial que se vaya de Cataluña.
El sentimiento está a flor de piel y empieza a formar parte de la cotidianidad. Las pitadas a sus vehículos son ya frecuentes y algunos comerciantes (por ahora una pequeña minoría) niegan la entrada a los agentes en sus establecimientos. En Calella, un pequeño pueblo acostumbrado al turismo de clases medias y bajas europeas y en cuyas calles se oyen acentos de toda la Península, apareció el mismo domingo un cartel en la puerta de un céntrico restaurante (El Galliner) en el que se advertía de que “no se sirve a las fuerzas del orden público no autonómicas”.
Su propietaria asegura que varios agentes estuvieron en su local la noche antes del referéndum. “No sé cómo pudieron trabajar al día siguiente con todo lo que bebieron. Me acordé de ellos cuando empezaron a llegar imágenes de cargas policiales y no queremos el dinero de gente que tiene las manos manchadas de sangre. Me consta que hay otros comerciantes que van a hacer lo mismo que nosotros. Y hemos tenido más clientes que nunca. Muchos han venido aposta porque lo han visto en redes sociales y otros se paran, nos felicitan y se toman algo”, dice.
En Via Laietana, miles de personas se concentraron durante todo el día frente a la Jefatura Superior de Policía con el solo objetivo de exigir, a golpe de insulto, que se vayan. Gritos de «asesinos», «fuera, fuera» o «nuestras abuelas no se tocan» fueron muy recurrentes en una concentración que se alargó hasta la medianoche y contó con una gran cantidad de jóvenes y adolescentes. La Policía protegió el edificio de la jefatura con varias camionetas antidisturbios. Los agentes, muy serios tras las vallas, aguantaron durante horas las provocaciones de manifestantes plantados a dos palmos de distancia.
El concejal de Seguridad de Calella, Josep Grima, asegura que la Policía Nacional lleva muchos años viniendo al pueblo y nunca había habido un problema de convivencia. “Solo un hecho aislado, una vez que uno en un bar arrancó una señera, pero nada más”. El 1-O ha hecho saltar por los aires esa armonía. “Es gente muy corpulenta y grande, que a veces lleva unos bolsillos muy grandes. Se les reconoce perfectamente y los vecinos no están cómodos”.
Hay más negocios que están tomando decisiones similares. El grupo GHF Hotels, que gestiona los hoteles Volga, Kaktus Playa y Florida Park, justifica su decisión en un comunicado: “GHF Hotels, que históricamente ha venido dando hospitalidad a las unidades de intervención de la Policía Nacional en sus desplazamientos en Cataluña para prestar servicios de protección a la ciudadanía, ha rechazado la petición de alojamiento por parte de estas brigadas en las fechas próximas al 1-O. Entendíamos que la tarea en esta ocasión no iba a ser la protección de la ciudadanía sino todo lo contrario. Intuíamos que podría ser represiva, pero nunca pensamos que podría llegar a estos extremos. Por eso queremos poner de manifiesto que no estamos dispuestos a a colaborar, de manera voluntaria, en dar alojamiento a fuerzas represivas contra el pueblo catalán”.
El director del hotel Kaktus Playa explica cómo se las ingenió para rechazar a la Policía y la Guardia Civil sin tener que decirles directamente que no son bienvenidos. “Es un tema de precios. Si tú subes el precio de la habitación a 80 euros lo dejas fuera de su presupuesto y te descartan. Y luego ya dejan de llamarte. También les puedes decir que tienes el hotel lleno y que lo sientes mucho”. También han usado, reconoce, la táctica de ‘hotel lleno’ en este operativo del 1-O: “En previsión de lo que iban montando, decidimos que no íbamos a alojarlos. Un grupo de la Guardia Civil de Zaragoza nos llamó para ver si teníamos sitio y les dijimos que no, aunque sí que había habitaciones libres”.
También el sector del taxi ha decidido sumarse al boicot y negar el servicio a las fuerzas de seguridad del Estado. En concreto, según adelantó el vicepresidente de la Agrupación Radio Taxi de Tarragona, Eduard Barreiro, al diario ‘Nació Digital’, el 90% de los taxistas de la ciudad se va a negar en el futuro próximo a dar servicio a los agentes, acuerdo alcanzado tras la celebración de una junta de asociados. Barreiro confiesa que los agentes españoles «llaman muy a menudo» y son muy buenos clientes, un hecho que asegura no les hará retroceder en su boicot.
El rechazo social a las fuerzas españolas alcanza más ciudades. Un miembro de Policía Nacional relataba en un audio que corre en los grupos de WhatsApp del cuerpo estos días cómo le fue denegada la entrada en su gimnasio habitual en Figueres (Girona) ante las presiones recibidas por la empresa. “Me dice [la encargada] que no tiene que ver con ella, que anoche hubo una reunión convocada por los políticos de aquí con los dueños de establecimientos, se dijo que había mucha rabia y tensión y que todo lo que huela a España lo quieren fuera, que no se les va a servir a Policía Nacional y Guardia Civil”. Según el agente: “No quieren que se nos sirva, despreciándonos, haciéndonos ‘mobbing’ como el que sufrió mi padre en el País Vasco, que se tenía que ir 25 kilómetros a comprar tabaco”.