El fotoperiodista Jordi Borràs presenta ‘Plus Ultra’, una obra de fotografía documental y periodismo de investigación sobre el nacionalismo español en Catalunya
ROGER XURIACH. EL PERIODICO.- En su currículum reciente, el independentismo catalán puede acreditar Diadas multitudinarias, la consulta del 9-N, actividades reivindicativas con la firma de la ANC y apariciones mesiánicas de Artur Mas. Episodios que las fuerzas antiseparatistas han tratado de contrarrestar con sus propias movilizaciones. Pero, ¿han sido estas convocatorias equiparables a las del frente soberanista? ¿Quién hay detrás de los grupos y partidos políticos que abanderan la reacción unionista? ¿Por qué la extrema derecha encuentra en estas manifestaciones una oportunidad para asomar la cabeza?
El fotógrafo Jordi Borràs (Barcelona, 1981) arroja algo de luz a estas preguntas en su segundo libro, Plus Ultra (Pol•len Edicions), una crónica fotoperiodística de más de 300 páginas sobre el españolismo en Catalunya durante el periodo 2009-2014. El libro, que se presenta este martes en la Ciudad Condal, es fruto de un trabajo iniciado hace ocho años, cuando el autor y su cámara empezaron a retratar este movimiento en todas sus expresiones, formas y actos. Aunque las imágenes hablan por sí solas, charlamos con él.
¿Cómo es el españolismo en Catalunya?
El españolismo en Catalunya es un movimiento que se niega a sí mismo, ya que se define como no nacionalista y constitucionalista. Su propuesta política es la de no cambiar nada, dejar las cosas como están. Todo lo contrario que el movimiento independentista, que ilusiona porque, como mínimo, propone.
¿Y por eso congrega a más gente a la calle que el otro?
El españolismo en Catalunya no tiene músculo social, entre otras razones, porque no necesita reivindicar lo que considera que ya es suyo. Se siente vencedor. Pero que no se equivoquen sus defensores: ellos están en el lado del ‘No’ y un día u otro tendrán que proponer algo si no quieren que el ‘Sí’ acabe convenciendo a los indecisos.
Tú que los has fotografiado de cerca: ¿cómo se manifiesta este españolismo?
Evidenciando, con total naturalidad, la existencia de vasos comunicantes entre el nacionalismo español y la extrema derecha.
Pero no todos los nacionalistas españoles son de extrema derecha…
Está claro. Se puede ser nacionalista español en Catalunya sin ser antidemocrático ni tener simpatías por grupos fascistas, algo que una parte del movimiento independentista a veces asocia injustamente. Pero lo que sí existe, porque así lo he constatado en el tiempo que llevo siguiendo sus actos, es una convivencia velada entre el españolismo y la extrema derecha.
En el libro lo manifiestas en los episodios relacionados con las concentraciones del 12 de Octubre o las celebraciones por la victoria del Mundial en 2010, todas en Barcelona.
Exacto. Son pocas las manifestaciones o exhibiciones de españolismo en las que no aparecen cruces gamadas y banderas anticonstitucionales. En la última manifestación del 12 de octubre la plataforma contraria a la independencia Sociedad Civil Catalana llenó una Plaça Catalunya donde había falangistas, legionarios y miembros de la Hermandad de Combatientes de la División Azul. En otras ocasiones han sido Albert Rivera (Ciutadans) y Alicia Sánchez Camacho (PP) quienes se han movilizado junto a la Falange. Es obvio que ‘españolista’ y ‘fascista’ son términos distintos pero el propio movimiento nacionalista español los junta sin pudor alguno.
¿Por qué?
Porque en estos vasos comunicantes no hay solo flujos ideológicos, también los hay de militancia. ¿Esto significa que el Partido Popular y Ciutadans son de extrema derecha? Rotundamente no. ¿Esto significa que pueden captar el voto de la ideología de ultraderecha? Rotundamente sí. Al contrario que otros países europeos, España no tiene partidos de extrema derecha con representación parlamentaria. ¿Es porque no existe? Claro que existe…
¿Entonces la izquierda españolista de Catalunya se queda en casa?
Entiendo que un ciudadano de izquierdas no querrá inmiscuirse bajo según qué signos y partidos antidemocráticos… No hay que engañarse: en Catalunya es la extrema derecha la que empuja al españolismo a la calle. Por eso siempre habrá un españolismo que jamás podré fotografiar. Desde luego el que se deja ver, es tal y como lo muestro en el libro.
«No es un simple álbum de fotos», matiza Borràs sobre su nueva obra. «Al no haber bibliografía previa sobre el españolismo contemporáneo, la he tenido que crear, y eso ha implicado investigar y contextualizar cada imagen», prosigue. Barcelonés de nacimiento, «ilustrador de profesión y fotógrafo por accidente», Borràs se declara «independentista y de izquierdas» y afirma que, como en el periodismo, la neutralidad tampoco existe en la fotografía. «No me escondo: Plus Ultra es mi crónica gráfica y por lo tanto muestro aquello que el españolismo jamás querrá mostrar. ¿Que hay un rostro amable en los actos que aparecen en el libro? Claro, pero el peso ideológico se decanta siempre hacia el mismo lado y es ahí donde pongo el foco».
Colaborador en varios medios (Crític, Nació Digital, La Directa), desde hace año y medio no es bien recibido en según qué sitios. Un tuit suyo alertando de la presencia de un grupo neonazi en un bar barcelonés el 12 de octubre de 2013 provocó que miembros de la extrema derecha le acusaran de instigar una pelea posterior. No tardó ni 24 horas en recibir las primeras amenazas de muerte. «A raíz de aquello me pusieron cara», recuerda. Y sigue pagando las consecuencias: «Desde aquel incidente he visto peligrar mi integridad física en cuatro o cinco actos y me han echado de otros dos, no solo de ultraderecha, también de asociaciones españolistas. Por eso reconoce que los ultras que más miedo le dan son «los de corbata, los que se infiltran en el tejido social», mientras que a los del tatuaje y la cabeza rapada, «les encantan las fotografías y alardear de su apariencia».
¿Se podría hacer el mismo libro que has hecho tú sobre el movimiento independentista?
Seguro. Y habría fotos de banderas españolas quemándose. Asimismo, creo que el independentismo ha madurado; de lo contrario no habría podido haber llegado donde ha llegado. El españolismo, por su parte, sigue anclado en los mismos clichés.
¿Son dos movimientos que se retroalimentan?
Es que el independentismo nace del españolismo. Si el españolismo no hubiera negado los derechos nacionales y las libertades al pueblo catalán, no habría surgido el catalanismo, primero, y el independentismo, después. Al estar este último en su punto más álgido, se reactiva el españolismo. Es un pez que se muerde la cola.
¿Está a tiempo el españolismo de reaccionar masivamente en Catalunya?
Creo, honestamente, que el 12 de Octubre pasado en Plaça Catalunya vivimos el tope de congregación españolista, con 38.000 manifestantes según la Guàrdia Urbana. Pero que no salgan a la calle no quiere decir que no existan y que no vayan a votar el día que les pregunten si prefieren seguir en España o independizarse.
En el libro dedicas varias fotografías a miembros y actos de Societat Civil Catalana, la plataforma social antiindependentista que, de alguna manera, pretende ser la antítesis de la Assemblea Nacional Catalana.
SCC es el intento más serio que ha existido de hacer un movimiento españolista en Catalunya. Han actuado con mucha estrategia, porque en lugar de buscar un sustrato de la extrema derecha, porque ya lo tienen, están atacando sectores como el PSC o Unió Democrática. Me parece una jugada inteligente desestabilizar a partidos y formaciones en descomposición, exigidos por la polarización del proceso catalán.
Tu primer libro, Warcelona, compilaba fotografías de violencia callejera en Barcelona en una época en la que, paralelamente, la capital catalana albergaba movilizaciones pacíficas como las del 11 de septiembre. ¿No es paradójico?
La violencia en las calles de Barcelona no ha desaparecido nunca. Supongo que la democratización de la tecnología hace que ciertas imágenes tengan más repercusión y por eso la percepción mediática sea de que hay mucha más. Lo que sí ha aumentado desde la crisis, en 2007, ha sido la protesta ciudadana. En 2011 en una semana normal podía haber 40 manifestaciones en Barcelona y de estas las que acababan de forma violenta eran pocas. Sin embargo, a todos nos quedarán grabadas el desalojo de los indignados, la huelga general o Can Vies. Al final que Barcelona haya registrado manifestaciones tan masivas y otras de tan violentas, nos obliga a deducir que la gente quiere cambiar las cosas; en el aspecto social, político y nacional.