Según un informe de la organización ILGA, solo nueve países prohíben estas terapias a nivel nacional, pero otros diez discuten actualmente leyes para hacerlo
MARTA BORRAZ. ELDIARIO.ES.- Los tratamientos para modificar la orientación sexual o la identidad de género de las personas LGTBI siguen utilizándose en distintas partes del mundo. Desde técnicas de ‘electroshock’ o exorcismos a internamientos forzados en clínicas o consultas de psicoterapia. Todas ellas basadas «en la patologización» de la homosexualidad y la transexualidad. Es una de las conclusiones de la investigación Poniéndole límites al engaño. Estudio jurídico mundial sobre la regulación legal de las mal llamadas «terapias de conversión», publicado este miércoles por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA).
El estudio explora el abanico de «formas, métodos y prácticas» que adoptan estas técnicas, llamadas indistintamente ‘terapias de conversión’ o ‘reparativas’. Su utilización ha sido documentada durante el siglo XX, cuando se extendió la consideración pseudocientífica de la diversidad sexual «como una desviación, una perversión o una enfermedad que podría curarse». Sin embargo, aunque son contrarias a los estándares médicos actuales, «en numerosos países se siguen aplicando este tipo de prácticas» que son «ineficaces y crueles» y avocan a muchas personas «a vidas miserables y de autodesprecio» con «extremas consecuencias».
Entre ellas, están las terapias de aversión, que consisten en exponer a la persona a un estimulo (frecuentemente, imágenes eróticas de personas de su mismo sexo) al tiempo que se le hace experimentar una sensación dolorosa o desagradable para acabar rechazando el estímulo. En ellas se incluyen los ‘electroshock’, utilizados en España durante la dictadura franquista. Según el estudio, existen «indicios» de que a día de hoy todavía se practican en países como China, Malasia, Indonesia o Irán. En 2017, un médico libanés reconoció públicamente que todavía «practica esta terapia».
Una investigación de 2013 en Estados Unidos arrojó luz sobre otros tipos de terapias aversivas, entre ellas, el uso de hielos o bobinas calientes para infringir dolor. El estudio también cita el llamado «recondicionamiento masturbatorio», que consiste en que, mayoritariamente hombres homosexuales sean instados a masturbarse tras proveerles de material pornográfico heterosexual –documentado hace unos años en Perú– e incluso tratamientos de hipnosis, como, según publicó la BBC en 2017 se sigue ofreciendo en países como Rusia.
«Un cambio de marca»
ILGA señala también los internamientos forzados en clínicas o campamentos para personas LGTBI, muchas mujeres lesbianas, con el objetivo de modificar su orientación sexual o identidad de género, una práctica sobre la que llamó la atención hace unos años la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El estudio cita una investigación de 2017 que reveló la existencia en algunos estados de EEUU de campamentos a los que los padres enviaban a sus hijos LGTBI y reporta el caso de una mujer que fue internada y maltratada en uno de estos centros en Somalia.
El estudio pone el foco en que muchas de estas terapias son ofertadas por parte del entorno, y de líderes y grupos religiosos. En ese contexto, destacan aquellas que se basan en creencias espirituales o esotéricas «que atribuyen las causas de la homosexualidad a fantasmas o demonios» que «se expulsan» mediante técnicas como los exorcismos. La investigación ha constatado el caso de un joven trans sometido a ello en Perú en 2016 y el de un pastor mexicano que anunció haberlo hecho con una mujer trans, además de su utilización en «iglesias evangélicas de Brasil, Bolivia, Francia o Estados Unidos».
Junto a estas prácticas, las circunscritas a un ámbito puramente psicológico o psiquiátrico también ocupan un lugar destacado. La base de la terapia incluye nociones «de lo que debe considerarse una sexualidad normal» y el uso de la psicoterapia para «reparar el daño o trauma al que supuestamente conducen las desviaciones de esta normalidad sexual», destaca el estudio, que hace hincapié en cómo los promotores de estas técnicas han tenido que adaptar la forma de ofertarse en los últimos años en lo que la ILGA llama «un cambio de marca». Eso debido al rechazo que han desatado en buena parte del mundo, incide el informe.
Así, muchos «niegan» que brinden una ‘terapia de conversión’ e incluso «aceptan» que la homosexualidad no es una enfermedad intentando distanciarse de la patologización. Los términos que más usan se refieren a «ofrecer servicios que las personas tienen derecho a recibir» o «asistencia» sobre «cómo lidiar con lo que llaman la ‘atracción no deseada hacia personas del mismo sexo'». También lo envuelven de expresiones como «ayuda en la confusión» o «sexualidad saludable».
En España son conocidas las técnicas utilizadas en el Obispado de Alcalá (Madrid), que según reveló este medio, celebra cursos clandestinos que se presentan como «de acogida y acompañamiento», pero que tienen el objetivo de modificar la orientación sexual de sus asistentes.
El lento avance de las prohibiciones
El estudio pone de manifiesto la escasa regulación que existe a nivel global de este tipo de técnicas. Solo en tres países de Naciones Unidas (Brasil, Ecuador y Malta) están prohibidas a nivel nacional. En otros tres, existen leyes a nivel regional: en 19 estados de Estados Unidos (y Puerto Rico), en varias provincias de Canadá y en cinco comunidades autónomas de España (Madrid, Murcia, Andalucía, Valencia y Aragón). Seis estados más, entre ellos Argentina o Uruguay, cuentan con prohibiciones indirectas. En casi 70 países aún es ilegal la homosexualidad.
La protección contra estas terapias «ineficaces y crueles», señala la investigación, «es tan urgente como siempre» porque «en numerosos países se siguen aplicando prácticas espantosas que empujan a personas de diversas orientaciones e identidades a vidas miserables y de autodesprecio» con «extremas consecuencias». Por eso, teniendo en cuenta el lento avance de estas regulaciones, la ILGA considera que 2020 puede ser «un punto de inflexión» porque hay diez países más en los que se están discutiendo estos proyectos de ley.
Junto a México, Alemania o Francia, en este grupo está también España, que, según anunció este lunes la ministra de Igualdad, aprobará antes de verano el anteproyecto de ley LGTBI estatal pactada en el acuerdo de Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos. La norma incluye de forma explícita la prohibición en todo el territorio nacional de las llamadas ‘terapias de reversión’.
El rechazo de las asociaciones médicas
La investigación pone de manifiesto cómo el trabajo conjunto de activistas, asociaciones y profesionales «es crucial para proteger a las personas de un sinfín de prácticas pseudocientíficas que siguen teniendo un efecto destructivo en su vida». Así, hace un repaso por los posicionamientos contrarios a este tipo de terapias emitidos en los últimos años por parte de más de 60 asociaciones de profesionales de la salud repartidas en más de 20 países. La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Asociación Médica Mundial y la Asociación Mundial de Psiquiatría las han rechazado.
Esta última ha concluido que, además de «no haber evidencia científica sólida», estos tratamientos «pueden ser potencialmente dañinos» y reproducir el prejuicio y la discriminación hacia las personas LGTBI. La Asociación Médica Mundial, por su parte, considera que «representan una amenaza grave a la salud» y una «violación de los derechos humanos» que deben estar sujetas a sanciones: «Son prácticas injustificables que deben ser denunciadas».