EFE. EL MUNDO.- La Justicia francesa condenó este jueves a cadena perpetua al terrorista marroquí Ayoub El Khazzani, que el 21 de agosto de 2015 atacó un tren de alta velocidad Thalys destinado a París con la intención de perpetrar una matanza, que fue impedida por cuatro pasajeros.
El Tribunal de lo Criminal de París sentenció además a penas de siete, 25 y 27 años de cárcel a tres cómplices de ese ataque, cuyo proceso comenzó el pasado 16 de noviembre. El Khazzani, de 31 años, se subió en Bruselas a ese Thalys, que había partido de Ámsterdam, con una bolsa en la que llevaba un fusil de asalto kalashnikov, una pistola y un arma blanca con los que, según la acusación, pretendía cometer una matanza entre los viajeros que no pudo perpetrar.
Cuando montó las armas en un baño, poco después de haber cruzado la frontera francesa, varios pasajeros lo oyeron y saltaron sobre él hasta reducirlo: dos jóvenes militares estadounidenses, Alek Skarlatos y Spencer Stone, un amigo de éstos, el estudiante Anthony Sadler, que estaba de vacaciones en Europa, y un británico de cierta edad.
El primer viajero que se encaró con él fue el francoestadounidense Mark Moogalian, con el que se cruzó al salir del baño y que resultó herido de bala en la espalda. «Lo siento desde el fondo de mi corazón», señaló este jueves El Khazzani en un último turno de palabra en el que, según los medios franceses, pidió perdón a los afectados por su acto. Su atentado, que el cineasta estadounidense Clint Eastwood narró en su película «The 15:17 to Paris», estuvo dirigido por Abdelhamid Abaaoud, el cerebro de una serie de ataques en París (2015) y Bruselas (2016) en los que murieron más de 160 personas.
«ESTABA COMO HIPNOTIZADO»
El Khazzani reconoció en su declaración del pasado 25 de noviembre que se dejó influir por Abaaoud y confesó haber decidido pasar a la acción tras haber visto vídeos de bombardeos de fuerzas occidentales en Siria en los que murió población civil. «Estaba como hipnotizado», dijo ese día ante la corte, a la que intentó convencer de que no pretendía cometer una matanza indiscriminada, sino atentar contra militares estadounidenses y trabajadores de la Comisión Europea (CE).
A lo largo del proceso comparecieron también los soldados que lo frenaron. «No me siento un héroe porque solo hicimos lo que debíamos hacer para sobrevivir», señaló Alek Skarlatos, que en ese momento era miembro de la Guardia Nacional del Ejército.