El separatismo entona el ‘España nos contagia’ y alienta la división

| 23 marzo, 2020

El separatismo usa la crisis del coronavirus para culpar al Estado y alimentar el sentimiento secesionista

VÍCTOR MONDELO. EL MUNDO.- Acostumbrado a hacer de la crisis oportunidad, al aprovechamiento político de las más críticas situaciones, el independentismo catalán ha hallado en la pandemia del coronavirus un nuevo pretexto para espolear la división social.

Del originario «España nos roba» pasó el separatismo al «España nos reprime» cuando el Estado blandió la Constitución y la Justicia para frenar la declaración unilateral de independencia y ahora amenaza con acuñar el «España nos contagia» para culpar al Gobierno de no haber protegido la vida de los catalanes con suficiente celo durante el azote del Covid-19 y, así, disponer de un nuevo argumento para defender la necesidad de culminar la secesión.

El Govern de la Generalitat mantuvo las apariencias, la mínima lealtad institucional, hasta la víspera de la declaración del estado de alarma, que conllevó la implantación de un mando único para centralizar y coordinar con mayor eficiencia la respuesta a la pandemia. El pasado viernes día 13, ya antes de que Pedro Sánchez hiciera uso de esa prerrogativa extraordinaria, Torra había anunciado el «confinamiento total de Cataluña» a la población, a sabiendas de que carecía de competencias para ejecutarlo.

Indujo premeditadamente al equívoco el president en un momento desesperado para poder culpar a Sánchez de estar bloqueando las medidas necesarias para evitar la propagación masiva del virus en Cataluña. En adelante, la Generalitat quedaba eximida de toda responsabilidad y España señalada como ese enemigo recurrente que ya no sólo expolia a Cataluña o cercena sus ansias de «libertad», sino que abandona a su población ante un virus altamente infeccioso y de letalidad incierta.

«Son los de los virus para todos. Su concepción del federalismo. Antes infectada que rota. El virus del centralismo no descansa ni en tiempo de pandemia», declaró Carles Puigdemont en cuanto el estado de alarma fue anunciado. El líder de la causa independentista marcaba la estrategia a seguir: la confrontación, incluso en las más oscuras circunstancias, y el Govern volvió a obedecer las instrucciones del prófugo.

Sólo un día después, Torra se convirtió en el único presidente autonómico en negarse a firmar el compromiso de coordinación derivado del mando único con la falaz justificación de que el Estado estaba aprovechando la pandemia para aplicar «otro 155 encubierto». A partir de ese momento, el Ejecutivo catalán volcaría todos sus esfuerzos en exigir diariamente el aislamiento de la Comunidad de Madrid, por ser la «zona más afectada», y en denunciar que los contagios se multiplicaban en Cataluña porque el Gobierno se negaba a dictar su confinamiento total.

Mientras tanto, el todo vale bendecido por Puigdemont alumbraba inhumanas mofas jaleadas por el separatismo más radical, como el tristemente célebre «de Madrid al cielo», proclamado por la ex consejera fugada Clara Ponsatí cuando la capital de España contaba ya 288 muertos o la pronunciada por el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona y ex miembro de la ANC, Joan Canadell, quien, cuando el país acumulaba ya 1.002 muertos, exclamó: «La España vaciada».

MÁS PREOCUPACIÓN POR LA GRIPE

«No quiero banalizar, pero me preocupa más la gripe que el coronavirus», sostenía el secretario de Salud Pública de la Generalitat, Joan Guix, unos días antes de que la propagación del virus se desbocase en Cataluña con el surgimiento del virulento brote de Igualada. El homólogo de Fernando Simón en la Generalitat subestimó tanto la incidencia del coronavirus como lo hizo el Gobierno central al retrasar las medidas de distanciamiento social de la población hasta después de la celebración de actos masivos como la manifestación del 8-M.

Pero el Govern y los partidos que lo conforman ha decidido tapar el desacierto de sus expertos sanitarios difundiendo bulos como que el Estado confisca las mascarillas que necesitan los hospitales catalanes para proteger a sus sanitarios del contagio -afirmación que realizó la portavoz del Govern, Meritxell Budó– o que capta estudiantes de medicina catalanes para reforzar las plantillas de los hospitales madrileños, aseveración que lanzó la líder de JxCat en el Congreso Laura Borràs.

El repudio a la labor del Ejército para mitigar los efectos de la pandemia en Cataluña ha concentrado también los esfuerzos del independentismo, a pesar de que actuaciones tan difícilmente criticables como la desinfección del aeropuerto de El Prat o el puerto de Barcelona, o la instalación de un centro para acoger a indigentes en la capital catalana mientras dure el confinamiento. No sólo un concejal de la CUP en Vic llamó a «toser en la cara» a los militares para expulsarlos, también la consejera de Salud rechazó pedir auxilio «a no se qué Ejército» ante un posible colapso de los hospitales.

Toda esta propaganda contra el Estado fue también puntualmente difundida internacionalmente. De ello se encargó Torra con una entrevista a la BBC o con el envío de cartas a los dirigentes de la UE para denunciar inacción del Gobierno ante el Covid-19.

Duramente y públicamente criticado por su deslealtad, Torra decidió moderar sus críticas al Ejecutivo durante la segunda reunión entre Sánchez y los presidentes autonómicos. Denunció el president que sus peticiones siguen sin ser atendidas, pero rehusó hacer nuevos «reproches» e incluso abrió la puerta a pedir ayuda al Ejército. Eso sí, «porque Cataluña también lo paga».

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