El xenófobo Jussi Halla-aho, condenado hace siete años por interrumpir en un servicio religioso y altercados contra los musulmanes, se queda a las puertas de ganar las elecciones en Finlandia con un diputado menos que los socialdemócratas
BELÉN DOMÍNGUEZ CECRIÁN. EL PAÍS.– Los populistas de ultra derecha se han quedado a las puertas de ganar las elecciones del domingo en Finlandia. Y Jussi Halla-aho (Tampere, 1971), un doctor en lengua eslava con un historial de altercados contra las comunidades musulmanas y los inmigrantes —y condenado por ello—, se ha convertido en el personaje del que todo el mundo habla ahora en el país nórdico de cinco millones y medio de habitantes.
Halla-aho, experto en lengua y cultura eslava, es un hombre seco, reservado, con mirada desconfiada, pero que ha sabido canalizar la rabia de muchos en Finlandia, un país que no consigue remontar de su particular crisis económica, que crece al 1,7% y que ha sufrido cuatro años de austeridad que han dañado especialmente al sistema sanitario y educativo. Ha sido el aumento de la desigualdad, pero también su discurso xenófobo, el que han elevado a Halla-aho hasta el segundo lugar, especialmente gracias al voto masculino.
Markk Jokisipilä, del Centro de Estudios Parlamentarios y profesor de Historia Contemporánea, asegura que el líder xenófobo es “muy racional” y que es “difícil” ganarle en los debates, especialmente en los temas que domina, como la inmigración. «Lo ha hecho bien (…) por su pasado académico, saca a rebatir muchos argumentos», añade Henri Vogt, profesor de Política Internacional en la Universidad de Turku.
Hace siete años, Halla-aho, que hoy tiene 47 años y tres hijos, fue condenado por el Tribunal Supremo finlandés a pagar 400 euros por interrumpir en un servicio religioso y por altercados contra los musulmanes. Este domingo, solo 6.000 votos le alejaron de la victoria, que finalmente es de su rival socialdemócrata, Antti Rinne, que ahora tiene la titánica tarea de intentar formar un Gobierno estable.
El líder ultra, durante los últimos años europarlamentario del grupo anti-UE de los Conservadores y Reformistas (ECR, por sus siglas en inglés), ha sido el encargado de liderar la formación desde que en junio de 2017 se dividiera en dos y saliera del Gobierno. Ha sido fuera del Ejecutivo, en el terreno donde abundan las promesas y escasea la rendición de cuentas, donde ha encontrado terreno fértil para cosechar 39 diputados —el partido ganador tiene 40— en un Eduskunta (Parlamento finlandés) de 200 escaños y altísimamente fragmentado ya que ninguna fuerza llega al 20%.
Pese a que las de este domingo fueron bautizadas por la sociedad como “elecciones climáticas”, Halla-aho ha sido especialmente crítico con los Verdes y las políticas para rebajar el calentamiento global. “Estoy a favor de unas políticas climáticas moderadas”, dijo el martes por la noche a EL PAÍS. Critica duramente el “alarmismo” que hay en la sociedad respecto al cambio climático y asegura que los desafíos importantes son otros. Verdaderos Finlandeses ha sido el único partido que no ha incluido la cuestión climática en su programa electoral. Se opuso también a dar pasos para que el país sea una sociedad libre de carbón para 2035, un compromiso que asumieron el resto de fuerzas a ambos lados del espectro político por primera vez en la historia.
El capitán del segundo partido en Finlandia será dificil de esquivar en un país con una profunda tradicion de coaliciones y que ha evitado, al contrario que en Suecia, los cordones sanitarios. MAria Bäck, de la Universidad Abo Akademi de Turku cree que ahora «los políticos de siempre tinen que pensar qué hacer y decidir si quieren o no cooperar con los Verdaderos Finlandeses». Pero las ideas y valores antiinmigración de Halla-aho «han ido demasiado lejos» para cualquier partido, dice Jokisipilä, incluso para sus exsocios conservadores de Coalición Nacional con quienes, sin embargo, sí comparten una política económica fiscal.