MIQUEL ALBEROLA. EL PAÍS.- En su tradicional mensaje navideño, el Rey realizó este sábado un contundente alegato a favor del respeto y la convivencia que resulta aplicable en cualquiera de las áreas susceptibles de conflicto en la sociedad española. Desde el ámbito laboral y escolar al político, de la Constitución a las leyes, de la convivencia entre hombres y mujeres a la de jóvenes y mayores. “La intolerancia y la exclusión, la negación del otro o el desprecio al valor de la opinión ajena no pueden caber en la España de hoy”, afirmó Felipe VI en un discurso en el que dio por superada “la compleja situación política” y evitó mencionar expresamente a Cataluña.
En su mensaje de Navidad, grabado en su despacho de La Zarzuela, el Rey puso buena parte del énfasis en “la necesidad” de cuidar y mejorar la “convivencia” en un tiempo en el que la crisis económica y la convulsión política han dejado profundas grietas en España. La convivencia, enfatizó, “exige respeto y consideración a los demás”. “A los mayores, entre hombres y mujeres, en los colegios, en el ámbito laboral (…) al entorno natural, a las ideas distintas a las nuestras”, afirmó Felipe VI, enumerando diversos ámbitos en los que se producen a diario abusos, intransigencia o fanatismo.
En ese contexto, el Rey consideró “inadmisibles” las actitudes y comportamientos contra “los derechos que tienen y comparten todos los españoles para la organización de la vida en común”. “Vulnerar las normas que garantizan nuestra democracia y libertad solo lleva, primero, a tensiones y enfrentamientos estériles que no resuelven nada y, luego, al empobrecimiento moral y material de la sociedad”, señaló en aparente alusión a los ataques que recibe la Constitución desde algunas instancias políticas. El pulso independentista catalán resultaba evidente, sin mencionarlo.
El Rey no se refirió de forma expresa a la tensión territorialque vive el Estado en Cataluña y que constituye uno de los principales factores de desestabilización política en España. Dedicó algunas alusiones en sentido genérico al problema, sin anclarlas al sujeto, pero con pocas dudas respecto al destinatario. Así, vinculó el progreso a “una convivencia democrática basada en el respeto a la ley, en una voluntad decidida y leal de construir y no destruir”.
“Ya no vivimos tiempos para encerrarnos en nosotros mismos, sino para abrirnos al mundo (…) No lo son tampoco para fracturas, para divisiones internas, sino para poner el acento en lo que nos une, construyendo sobre nuestra diversidad”, añadió. “Son tiempos”, prosiguió, “para profundizar en una España de brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos rencores o abra heridas cerradas”. Unos tiempos, defendió, en los que hay “motivos y razones más que poderosas para la unión”.
En su alocución apenas hubo una referencia manifiesta a la política, cuando dio por cerrado el bloqueo que atenazó a España en 2016. Felipe VI pasó página y consideró superada esta “compleja situación política”. En ese tiempo, liberado de la presión política, con la “serenidad” y la “tranquilidad” recuperadas, llamó a que los ciudadanos puedan centrarse en sus proyectos de vida. Aunque para ello señaló como “esencial” que “el diálogo y el entendimiento entre los grupos políticos permita preservar e impulsar los consensos básicos para el mejor funcionamiento de nuestra sociedad”.
Carga social
Pero, por encima de todo, el mensaje del Rey tuvo una profunda carga socialy de reconocimiento a aquellos que en un tiempo adverso han afrontado los problemas “sin desfallecer ni resignarse”: a la extraordinaria vocación de servicio de los servidores públicos que “garantizan nuestras libertades, atienden nuestros hospitales o educan a nuestros hijos”. “Una sociedad que mantenga estas actitudes y estos valores”, subrayó, “no puede tener miedo al futuro”.
El jefe del Estado reafirmó su convicción en una España “decidida a superar las dificultades”, que consideró sobrellevables pese a ser “grandes”, e instó a “seguir mirando hacia adelante construyendo nuestro país, construyendo también Europa”. No obvió el impacto que ha tenido la profunda crisis económica en la sociedad, a la que se ha impuesto “grandes sacrificios”, y deseó que la recuperación iniciada “se consolide” y permita “corregir las desigualdades derivadas”, así como “fortalecer la cohesión social”.
Con la vista en el futuro, y entre los grandes desafíos que afronta España, Felipe VI hizo hincapié en la incidencia de los avances tecnológicos en la vida de los españoles, “un nuevo modelo del mundo que traspasa fronteras, sociedades, generaciones y creencias”. El Rey instó a los españoles a adaptarse a esa nueva realidad imparable y a que desarrollen al máximo sus habilidades en la ciencia, la economía, la cultura, la industria y la seguridad. “Pero”, previno, “preservando siempre los valores humanos que nos identifican y nos definen”: “No debemos esperar a que esa nueva realidad se imponga sobre nosotros”.
En ese desafío, Felipe VI consideró la educación “la clave esencial”. Reivindicó una educación que asegure y actualice permanentemente los conocimientos de todos los españoles y que forme “en lenguas y en cultura, en civismo y en valores”: “Que prepare a nuestros jóvenes para ser ciudadanos de este nuevo mundo, más libres y más capaces”, afirmó. Como es habitual, el Rey cerró su discurso felicitando las fiestas en las cuatro lenguas oficiales del Estado (castellano, gallego, vasco y catalán).
EL REY ELIGE POR VEZ PRIMERA SU DESPACHO PARA DIRIGIR SU MENSAJE
Felipe VI ha elegido por primera vez su despacho de trabajo en La Zarzuela como escenario para pronunciar su mensaje de Navidad. Este era el emplazamiento habitual de su padre, Juan Carlos I.
En 2014, Felipe VI habló a los españoles desde una sala del palacio; en 2015, desde el Salón del Trono. Este año, el Rey ha decidido hablar desde su despacho de trabajo habitual. Según explican a Europa Press fuentes de la Casa del Rey, la elección se debe a que, en este año tan atípico para la actividad de la Familia Real como consecuencia de la interinidad del Gobierno, el grueso de la actividad del Monarca se ha desarrollado en La Zarzuela, donde el jefe del Estado ha celebrado hasta cinco rondas de consultas con los partidos en busca de un candidato a la investidura como presidente del Gobierno.
Sentado delante del escritorio, el Rey se dirige a los españoles con las banderas de España y de la Unión Europea como fondo. En el despacho se puede ver un Belén y una Flor de Pascua, además de fotografías familiares e institucionales. Entre ellas, una de su proclamación como Rey, saludando junto al resto de la Familia Real desde el balcón del palacio.
También se observa una imagen con su padre, el día en que el entonces Príncipe de Asturias juró la Constitución al alcanzar la mayoría de edad; otra fotografía de sus padres, Juan Carlos y Sofía, y una más reciente, del verano pasado, con la reina Letizia y sus hijas en el Palacio de Marivent.
La grabación del Mensaje de Navidad muestra en algunas secuencias el retrato de Carlos III que luce en el despacho del Rey. Este monarca que practicó el despotismo ilustrado es uno de los favoritos de Felipe VI, que prefirió que le acompañase donde antes su padre tenía un cuadro de Felipe I de Parma.