Cada 23 minutos muere una persona negra por disparos policiales. Casi el 80% de las víctimas de homicidio son afrobrasileñas. Las tasas de homicidio se incrementaron un 11,5%
ABEL GILBERT. EL PERIÓDICO.- «Como hombre y presidente, soy daltónico». Elpresidente brasileño Jair Bolsonaro se ha desentendido con su actual ligereza de uno de los episodios que han marcado el 2020 en Brasil: el odio racial. De acuerdo con el Atlas de la violencia 2020, el 75,7% de las víctimas de homicidio han sido afrobrasileños. «No hay racismo», ha insistido el vicepresidente Hamilton Mourao.
En noviembre fue asesinado João Alberto Freitas a las puertas de un supermercado de la cadena Carrefour en Porto Alegre por agentes de seguridad y se generó una ola de indignación. A principios de diciembre fueron alcanzadas por balas policiales Rebeca Beatriz Rodrigues dos Santos, de siete años, y su prima Emilly Victoria Silva dos Santos, tres años menor, mientras jugaban en la puerta de sus casas en un barrio de la periferia de Río de Janeiro. Murieron en el acto. Otros 18 niños como ellas tuvieron el mismo destino fatal en la «ciudad maravillosa» en medio de la pandemia.
De acuerdo con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGB), el 9,3% de los habitantes de ese país se declaran negros y otro 46,5% mulatos. Entre 2008 y 2018, las tasas de homicidio aumentaron un 11,5% para los afrobrasileños en general, más allá de las gradaciones de color que los ojos del presidente no distinguen. «Cada 23 minutos muere una persona negra en Brasil. Antes de terminar este texto, podría ser que otra mujer u hombre negro sea asesinado en algún rincón de nuestro país», advirtió la escritora Jessica Moreira en Folha de Sao Paul.
Para el portavoz de la policía militar carioca, mayor Ivan Blaz, solo se trata a veces de errores de procedimiento. El pasado 14 de diciembre, un grupo de uniformados interceptó a Edson Arguinez Junior, de 20 años, y Jordan Luiz Natividade, de 18, cuando viajaban en una motocicleta. Las cámaras de seguridad de la calle captaron cuando uno de los policías empezó a disparar por disparar. La acción de esos agentes, dijo Blaz, fue «extremadamente equivocada». Moreira prefiere glosar al filósofo camerunés Achille Mbembe, quien habla de «necropolítica«, una política de muerte adaptada por el estado brasileño. La Red de Observatorios de Seguridad le pone cifras a esa aseveración: el 97% de los asesinados por la policía en Bahía son negros; 86% en Río de Janeiro, 90% en el estado de Pernambuco y 64% en Sao Paulo.
La posición de la ONU
«Los brasileños negros padecen racismo estructural e institucional, exclusión, marginación y violencia, con, en muchos casos, consecuencias letales», consideró semanas atrás Ravina Shamdasani, portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU. Lo ocurrido a lo largo de 2020, añadió, «ofrece una clara ilustración de la persistente discriminación estructural». Bolsonaro rechaza ese diagnóstico: “Hay quien quiere destruir (la esencia) y poner en su lugar el conflicto, el resentimiento, el odio y la división entre clases, siempre disfrazados de lucha por la igualdad o justicia social, todo en aras de la búsqueda del poder».Te puede interesar
Adilson Jose Moreira es filósofo y autor de un libro que provocó revuelo en 2019, justo cuando se iniciaba la era de la ultraderecha: Pensar como un negro: Un ensayo sobre hermenéutica jurídica. A su criterio, el racismo no es solo «un problema de comportamiento» ni el resultado de «percepciones inadecuadas sobre el otro». Se trata, a su criterio de «un sistema de dominación social«. Moreira, quien acaba de editar su Tratado de derecho antidiscriminatorio, pregunta por qué el crimen racista no es considerado por los tribunales: «Se debe a que todo el sistema judicial y todos los procesos están controlados por personas blancas». Lo que lo lleva a pensar que «los crímenes racistas en Brasil son el crimen perfecto«, argumenta para añadir: «De hecho, la ley contra el racismo tiene más de 20 años y pocas personas han sido condenadas por ella».
El Congreso tampoco contribuye a enfrentar la situación. El Observatorio Legislativo Brasileño (OLB) ha informado que la Cámara de diputados ha actuado en los hechos en contra de la agenda de promoción de la igualdad racial entre los años 2015 y 2018. El abismo entre la palabra y los hechos le lleva a decir a la poeta Tatiana Nascimento que en su país «el derecho a la muerte natural» es apenas «un privilegio de los blancos».