JORGE FUENTELSAZ E ISAAC J. MARTÍN. ELDIARIO.ES.- El miedo y el desánimo se han apoderado de parte de la comunidad homosexual en Egipto, blanco de una «histérica» represión policial, con más de 50 personas detenidas en las últimas dos semanas, y de una campaña mediática de difamación con marcados tintes homófobos.
En una cafetería de El Cairo, un joven homosexual, que prefiere ocultar su identidad bajo el nombre ficticio de Ali por temor a ser detenido explica a Efe las precauciones que ha tomado desde el comienzo de los arrestos.
Aunque reconoce que siempre ha evitado los sitios de reunión de la comunidad de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGTB), ahora ha borrado de su móvil todas las aplicaciones de contactos que tenía y ha reducido al mínimo sus intervenciones en redes sociales.
La activista Dalia Abdelhamid, que se encarga de registrar el acoso a los LGTB y de conseguirles ayuda legal, aseguró a Efe que desde 2013 los cuerpos de seguridad han redoblado sus esfuerzos para «cazar» homosexuales en las redes sociales, a través de falsas aplicaciones de móvil y concertando citas, haciéndose pasar por gais.
En las oficinas de la ONG Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales, donde trabaja, Abdelhamid cuenta que desde octubre de 2013 hasta marzo de 2017 registraron 232 detenciones de personas por su orientación sexual, a las que habría que sumar las 57 ocurridas desde el 22 de septiembre.
Ese día, durante una actuación en El Cairo del grupo libanés Mashru Leila, cuyo cantante Hamed Sinno no oculta su homosexualidad, unos jóvenes mostraron la bandera multicolor que representa a la comunidad LGTB.
Ali apunta que más allá de las detenciones y los abusos denunciados por algunos procesados, como análisis anales, la campaña mediática lanzada por la prensa oficialista también ha contribuido ha desatar el «terror» entre la comunidad gai, porque, según explica, muchos medios han expuesto el lenguaje en clave empleado los LGTB.
Un acoso, azuzado desde tribunas oficiales como el Consejo Supremo para la Regulación de los Medios, que ha prohibido «la promoción o difusión de lemas homosexuales» así como la aparición de gais en los medios.
Una medida que muestra, según Abdelhamid, el «discurso único» que impera en Egipto.
«Esto refleja hasta qué punto el Estado controla los medios, después de que en los últimos años hubiera intentado de todas las formas posibles controlar la información con cero de tolerancia», dice una apesadumbrada Abdelhamid.
Otro joven egipcio, que prefiere identificarse bajo el pseudónimo de Hatem, también reconoce a Efe sentirse inseguro, después de ver cómo se ha extendido un discurso «homófobo» y de «odio», espoleado por televisiones, radios y periódicos.
Cuenta que también está observando cómo muchos de sus amigos en Facebook dejan en sus perfiles comentarios de rechazo a los homosexuales y condenando a todos los asistentes al concierto de Mashru Leila, en el que Hatem estuvo presente.
Por esta razón y al igual que Ali, comenta que mantiene un perfil bajo en las redes y que ha extremado las precauciones para que nadie pueda detectar su orientación sexual o identificarlo, sobre todos después de que sólo por haber escrito en Facebook que había acudido a ver al grupo libanés recibió «malos comentarios».
Dalia Abdelhamid no encuentra una explicación a la actual ola de arrestos, ni tampoco al continuo acoso que sufre esta comunidad desde la llegada al poder del presidente Abdelfatah al Sisi, tras el golpe de estado que protagonizó en julio de 2013.
Sin embargo, apunta que «todavía hay una gran homofobia en la sociedad» y que la Policía utiliza este rechazo social para reforzar esta campaña y promocionarse como los defensores de la religión, los valores y las costumbres de Egipto.
También apunta que hay quienes creen que todo comenzó para demostrar que el nuevo régimen era más religioso que los islamistas Hermanos Musulmanes, que controlaban la vida política antes de la asonada militar.
Agrega que hay quien sostiene que es una manera de distraer la atención de la crisis económica e incluso de que es un mensaje de los cuerpos policiales de que han vuelto a hacerse con el «control total» de la situación, tras los años de incertidumbre que siguieron a la malograda revolución de 2011.
Aunque no sabe cuándo acabará esta «locura», Abdelhamid se muestra optimista, porque, al menos, -dice- «ha abierto los ojos a muchos a los abusos y a las violaciones» que están sufriendo los detenidos.
Ali, por su parte, no comparte el mismo entusiasmo, y aunque sostiene que le encanta Egipto, dice que seguirá viviendo con cautela hasta que tenga la oportunidad de viajar al extranjero.