En el registro de la casa del ultra Luca Traini, que hirió a seis personas de color en Macerata, la Policía halló el texto del líder nazi
El problema de la inmigración favorece las posiciones del centro derecha, que roza la mayoría parlamentaria en los sondeos sobre las elecciones del 4 de marzo
ÁNGEL GÓMEZ FUENTES. ABC.- Italia está jugando de forma peligrosa con el fuego del racismo. Después del ataque racista de Macerata el pasado sábado, cuando el ultraderechista Luca Traini, de 28 años, hirió a seis personas de color, el problema del racismo ha centrado la campaña electoral, desplazando a otro tema, el de los impuestos, sobre el que se estaban haciendo las más disparatadas promesas.
La cuestión de la inmigración se plantea en términos muy dramáticos a causa de dos acontecimientos. Por un lado, la «caza al negro» desencadenada por el ultra Traini, seguidor de la xenófoba Liga Norte. Por otro, el asesinato en Macerata de una joven toxicodependiente, cuyo cuerpo fue descuartizado, siendo detenido como presunto responsable un nigeriano. Se han aprovechado los dos casos para la instrumentalización política haciendo surgir los peores instintos.
Sin duda, el más populista a la hora de soplar sobre el malestar social y rechazo de los inmigrantes es Matteo Salvini, líder de la Liga Norte que habla de «invasión» y grita «fuera inmigrantes», al mismo tiempo que, imitando a Donald Trump, ataca a los musulmanes y a los extranjeros. Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, quien para congraciarse con Europa pretendía jugar la baza de la moderación frente al populismo, no se ha distanciado de Matteo Salvini. Muy al contrario: Berlusconi declaró que, si gana las elecciones, expulsará a 600.000 inmigrantes porque son «una bomba social, lista para explotar».
Muchos observadores consideran que se trata de una propuesta lanzada con urgencia y superficialidad. «Sería interesante saber qué país acogería 600.000 inmigrantes. Nadie lo sabe y, naturalmente, no tiene la más mínima idea el propio Berlusconi. Bastaría esto para indicar la inconsciente superficialidad con que la clase política italiana está habituada a tratar el tema de la inmigración», escribe el profesor de Historia Ernesto Galli della Loggia en el «Corriere».
El temor es que el ataque racista de Macerata no sea un hecho aislado. «Italia es un país sano», ha dicho el ministro de Desarrollo Económico, Carlo Calenda, pero los síntomas racistas aparecen cada vez con más frecuencia como reflejan los medios de comunicación. Este martes mismo apareció una gran pancarta sostenida por varios jóvenes en Ponte Milvio, una de las zonas más frecuentadas por la movida de Roma, para ensalzar al racista responsable de la redada xenófoba a golpe de pistola en Macerata: «Honor a Luca Traini», se leía en la pancarta. En el registro que se hizo en la casa del ultra, la Policía encontró el «Mein kampf» («Mi lucha») de Hitler. No es casual que tras el ataque del ultra este libro del dictador nazi, escrito en 1925, se haya situado en el séptimo puesto entre los libros más vendidos por Amazon en Italia.
El problema de la inmigración ha unido al centro-derecha, que estaba desunido en cuestiones fundamentales, sobre todo en relación con Europa y el euro. De forma particular, el caso racista de Macerata les ayuda y permite que el viento sople a su favor. Por primera vez los últimos sondeos indican que es muy probable la victoria del centro-derecha en las elecciones del 4 de marzo: Roza el 40% la coalición formada por Forza Italia de Silvio Berlusconi, Liga Norte de Salvini, y Hermanos de Italia de Giorgia Meloni. Las encuestas dan por hecho que el centro derecha obtendría mayoría en el Senado y casi también en la Cámara de Diputados. Si ninguna fuerza política o coalición obtiene la mayoría parlamentaria, Silvio Berlusconi ha manifestado que se deberían convocar las elecciones. Con ello se ha mostrado de acuerdo el exprimer ministro Matteo Renzi. De todas formas, queda aún mucha campaña y son muchos los indecisos, por lo que el resultado final es incierto.
Advertencia de Europa
La instrumentalización de la inmigración, con el riesgo de favorezca a los extremismos, preocupa a Europa, como refleja esta dura advertencia del vicepresidente de la Comisión europea, Frans Timmermans. En Macerata se ha producido «un ataque voluntario a nuestros valores fundamentales, un intento de destruir el tejido que nos une como europeos», afirma Timmermans.
Curiosamente, la condena del centro-izquierda contra el racismo de Macerata ha sido un tanto débil. El Partido Democrático (PD) de Matteo Renzi ha preferido mantener un perfil bajo para no exaltar los ánimos. El PD ha atacado a Salvini, pero no ha querido elevar el tono de la polémica por temor a ser acusado de ser el partido que «hizo entrar a los inmigrantes en Italia».