Agresores. Medio millar de valencianos de menos de 25 años acabaron el año pasado denunciados y con medidas cautelares por malos tratos
JUAN ANTONIO MARRAHÍ. LAS PROVINCIAS.- La joven Vanessa Ferrer acabó su vida con 15 años asesinada en Chella. Marta Calvo desapareció con 25 años a manos de su presunto homicida. La joven Yésica Gularte pereció por la misma lacra apenas superada la treintena. Y la última víctima del machismo criminal en la ciudad de Valencia, Ying Z., sólo tenía 26 años.
Lejos de alejarse con las generaciones jóvenes, como cabría esperar, el problema del machismo y su vertiente delictiva se agrava en estas franjas de edad. Y los homicidios, la demostración más atroz, así lo refleja. Pero también los casos graves que no acaban en muerte. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), casi 500 jóvenes de entre 18 y 24 años acabaron denunciados y con medidas cautelares por casos de violencia machista en la Comunitat. Es la cifra más elevada de la serie desde 2011, con un incremento que se arrastra media década. Casi un centenar de agresores más que en 2015.
Si bien en los menores se aprecia un esperanzador descenso, las agresiones machistas en la siguiente franja de edad, entre 25 y 44 años, también tocaron techo. Fueron casi 3.000 los agresores valencianos denunciados y con medidas judiciales para proteger a las víctimas. De nuevo en ascenso ininterrumpido desde 2016 y casi medio millar más que en ese año.
Jueces constatan el incremento de casos de violencia en jóvenes y urgen fórmulas contra el «machismo subliminal»
El control tecnológico
El magistrado valenciano Joaquim Bosch, voz de Juezas y Jueces para la Democracia, advierte del problema. «En los juzgados percibimos ese incremento». Y lo peor, ahonda, «la tendencia es correlativa a una aceptación de las mujeres jóvenes de situaciones de desigualdad en la relación de pareja». Por ejemplo, «en los mecanismos de control hacia ellas con dispositivos». El juez también advierte «en muchas chicas una normalización de la violencia de baja intensidad, que no es interpretada como delictiva».
En esta asimilación de la desigualdad y de las agresiones «influyen bastante los nuevos patrones culturales moldeados por los formatos de las nuevas tecnologías». Entre ellos sitúa «el acceso libre a determinadas formas agresivas de pornografía». También «los juegos audiovisuales o la influencia de youtubers con discursos marcadamente machistas». Para Bosch «este entramado cultural no regulado influye más en muchos jóvenes que la educación oficial». Según estima, «las medidas penales pueden tener un efecto pedagógico disuasorio pero llegan tarde a solucionar estas situaciones. Es mucho más importante reforzar los valores educativos igualitarios, para buscar cambios en las mentalidades».
El reto es, para el magistrado, «buscar fórmulas que puedan enfrentarse con éxito al machismo subliminal qué circula en los ámbitos culturales no oficiales que conforman la mentalidad de los jóvenes».
Chelo Álvarez es la mujer al frente de Alanna, asociación que apoya a víctimas de malos tratos. Desde su experiencia, «no estamos invirtiendo en educación. Ya no hablo de una asignatura, sino de que la igualdad se aborde en libros de texto». Y va más allá: «Cuando hay un crimen machista debería hablarse de ello en los centros. Y condenarlo aula por aula».
«Me adora porque me vigila»
Para Álvarez «las familias tenemos que hacer mucho, pero colegios y universidad podrían hacer más. Es su obligación. El origen del mundo, la física, la química… Eso es importante, vale. Pero ¿qué pasa con valores?». Según alerta, «las actitudes machistas se perpetúan con redes sociales y control de la pareja a través de Instagram, Facebook o Twitter. Ya hay más conductas de control entre jóvenes que en mayores».
Incide la experta en los mitos confundidos y asumidos: ‘Mi novio me adora porque me vigila’ o ‘me quiere mucho porque ayer se enfadó conmigo porque miré a otro chico’. «Si no hay relaciones de pareja basadas en libertad y confianza no hacemos nada». En el confinamiento, asegura, «se han producido muchas roturas de pareja por violencia de género» y han incrementado las consultas a la asociación de jóvenes víctimas en la veintena.
Para Tamara Enrech, de Amigas Supervivientes, «las mujeres jóvenes no están terminando de reconocer las conductas machistas y, en muchos casos, las asimilan como normales». En ocasiones «la víctima acaba incluso por asumir equivocadamente que tiene responsabilidad» en este tipo de conductas.