JAVIER PÉREZ / JORDI QUIXANO. EL PAÍS.- El racismo no es ajeno al fútbol. Parece que nunca lo fue. Incluso en los años 70, el mozambiqueño Eusebio, La Pantera Negra, cansado de los prejuicios raciales, explotó: “Blancos o negros, todos tenemos fútbol debajo de nuestra piel”. Pero en la Liga, indefectiblemente, ocurre cada año algún episodio del mismo calado. Bien con los ofensivos gritos simiescos; bien con el lanzamiento de cacahuetes o plátanos. El último caso ocurrió el domingo con Alves en El Madrigal, cuando le lanzaron una banana. El lateral azulgrana la cogió y le dio un mordisco, señal de indiferencia pero, al mismo tiempo, de rechazo. “Hay que tomárselo así, con humor. No vamos a cambiar esto fácilmente. Llevo 11 años sufriendo esto en España y hay que reírse de estos retrasados”. Un gesto que de inmediato elogió el exazulgrana e internacional inglés Gary Lineker en las redes: “Brillante la reacción de Alves. ¡Tratar la lacra racista con total desdén!”.
Nada nuevo en la Liga, toda vez que en el mes pasado los ultras del Atlético gritaron “Marcelo es un mono” cuando los suplentes del encuentro salieron a calentar en el Bernabéu. El mismo lateral del Madrid fue protagonista de otro episodio con Busquets. La UEFA abrió expediente al medio del Barcelona por llamar supuestamente “mono” a Marcelo, aunque no fue sancionado. Hace un año, Nosa, jugador del Betis, celebró con una doble peineta un tanto al Sevilla. Horas más tarde, se excusó en Twitter: “Pido disculpas por el gesto, pero no voy a tolerar el abuso racial que estaba recibiendo de unos pocos aficionados descerebrados”.
Norma habitual en España, como bien se expresó en casos más llamativos, como en sus tiempos a Roberto Carlos (Madrid) y a Eto’o, delantero del Barcelona que en 2006 amenazó con abandonar el partido si continuaban los insultos racistas en La Romareda, feudo del Zaragoza.
Puesto que, al contrario que en Inglaterra, no hay cámaras pendientes del público que identifiquen a los que profieren insultos —solo se utilizan si hay algún caso de lanzamiento o agresión—, a Neymar se le ocurrió lanzar una campaña en Twitter con los hastags #todossomosmacacos y #noalracismo. Y, como tiene 10,4 millones de seguidores en su cuenta, se expandió como la pólvora la fotografía que colgó, donde se le veía junto a su hijo, cada uno con un plátano. Le siguieron, entre muchos otros y del mismo modo, Agüero (Manchester City) y Marta —cinco veces balón de oro—, los jugadores del Chelsea Óscar, David Luiz y Willian, el delantero del Zenit Hulk y toda su familia, el propio Roberto Carlos… Hasta el primer ministro italiano, Matteo Renzi, se hizo una foto con un plátano. “Hay que tomar medidas y aplicar castigos de forma enérgica para cohibir este delito de prejuicio, pues se trata de una verdadera mancha al fútbol español”, escribió el exdeportivista Bebeto. “Es lamentable el episodio que sufrió Alves en España”, agregó Lavezzi (PSG). “¡Una banana para el racismo!”, escribió en Facebook Fred, compañero de Alves en la selección.
No tardó tampoco el Barcelona en solidarizarse con el lateral: “Apoyamos el mensaje de Respeto y No al racismo de la UEFA, y animamos a todos los clubes a seguir luchando contra la lacra que representa la agresión contra cualquier deportista en función de su raza”. Del mismo modo, desvincularon al Villarreal de cualquier culpa y agradecieron su actitud al respecto. Resulta que gracias a las fuerzas de seguridad presentes en El Madrigal y la colaboración de los aficionados amarillos, el club castellonense identificó al autor del lanzamiento del plátano. Por lo que la entidad de Roig le ha retirado de por vida el carnet de socio del Villarreal. No ha dado, sin embargo, las señas de identidad del autor que se encontraba en la esquina norte de El Madrigal, lugar donde se ubican un pequeño reducto de unos 50 integrantes que traen de cabeza a la directiva.
Es además el segundo incidente poléico que sucede en El Madrigal en el presente curso, tras el lanzamiento de un bote de gas lacrimógeno el pasado 15 de febrero en el encuentro entre el Villarreal y el Celta, y que obligó a suspender el partido 20 minutos y a que 14.000 aficionados abandonaran el recinto deportivo. Aún se desconoce la autoría del acto vandálico.