Un agente alemán está involucrado en un atentado de la célula neonazi NSU. Los servicios de inteligencia han entorpecido todos los intentos políticos y policiales de establecer su papel
ANTONIO MARTÍNEZ. EL CONFIDENCIAL.- Kassel. 6 de abril de 2006. 17.00 horas. Halit Yozgat, un joven alemán de 21 años y padres turcos, ocupa el escritorio de la entrada de su internet café. Es un local discreto que acaba de abrir hace apenas unos meses en el número 82 de la Holländische Straße. A esa hora de la tarde no hay mucha actividad. Yozgat hunde la cabeza en su ordenador. Es el momento para poner en orden un par de temas pendientes. De pronto dos desconocidos irrumpen en el establecimiento. Uno de ellos saca entonces una Ceská 83 con silenciador. Sin mediar palabra, le descerraja al dueño dos tiros a bocajarro en la cabeza. Yozgat muere en el acto. Fuera chirrían ya las llantas de un vehículo que acelera calle abajo hasta perderse.La policía alemana tipificó en un primer momento la muerte de Yozgat como un ajuste de cuentas entre bandas turcas, pero no llegó a esclarecerlo. Fue un gran error. Cinco años más tarde se descubriría que esta ejecución a sangre fría era el noveno atentado de una célula terrorista neonazi que se autodenominaba Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU). Se trataba de un trío asesino que campó a sus anchas durante siete años por Alemania sin levantar ninguna sospecha.
El caso se convirtió en uno de los fracasos más lacerantes de las fuerzas de seguridad del país por la cadena de fallos policiales y por las evidentes connotaciones políticas. El reguero de sangre de la NSU sólo se destapó en 2011. Y de forma fortuita. Las fuerzas de seguridad ni siquiera seguían su pista. Fue a raíz de un fallido atraco a un banco. Dos de los miembros de la célula, viéndose acorralados, optaron por suicidarse. La tercera integrante se entregó días después, tras volar por los aires la casa que compartían con gran parte de las pruebas de sus crímenes dentro. Desde 2013 está siendo juzgada en Múnich.
Pero el caso de Yozgat no se agota ahí. Porque menos de un cuarto de hora antes de que el joven turco fuese asesinado un hombre entró en su establecimiento y se sentó en la sala del fondo, en el ordenador número 2. Según quedó grabado en el historial de su navegador, accedió al portal de contactos iLove.de con el seudónimo «wildman70» y en esa página estuvo navegando apenas unos minutos. Entonces, a las 5.01 horas y 40 segundos, cerró su sesión y abandonó el local. Según establecieron expertos de la policía, este hombre casi con toda probabilidad dejó el ordenador unos 20 segundos después del asesinato. Así lo apunta la comparación de los metadatos de todos los ordenadores y móviles en el local con las declaraciones de los testigos que oyeron los dos disparos. El individuo pasó entonces junto al escritorio de la entrada, depositó una moneda por el tiempo que había estado en internet y abandonó el local.
Falta de consistencia
Andreas Temme no fue localizado por la policía hasta dos semanas después. No se había presentado como testigo, pero el perfil de «Wildman70» en iLove.de estaba vinculado a su teléfono móvil. Así que la policía se personó en su casa. Ante el juez alegó que no había visto ni oído nada. Además, declaró que sentía vergüenza porque estaba visitando un portal para adultos mientras su mujer embarazada le esperaba en casa. En su testimonio indicó asimismo que seguramente había abandonado el establecimiento antes del atentado, ya que estaba seguro de no haber oído los disparos. Tampoco había visto el cuerpo de Yozgat, tendido en el suelo en un charco de sangre tras el escritorio, cuando se marchó.
Su declaración era más que dudosa. La mayoría de investigadores la tacharon de inconsistente. Pero aún había un último giro que desataría todo tipo de especulaciones. Temme era entonces agente de la Oficina para la Protección de la Constitución (LfV) de Hessen, el servicio de inteligencia del estado federado alemán donde se encuentra Kassel. Un espía que además se dedicaba al seguimiento de ultraderechistas alemanes. Temme fue a la cárcel de manera preventiva. Pero salió sin cargos nueve meses más tarde. Su relación con aquel asesinato nunca fue totalmente explicada.
La policía, según un informe que se filtró el año pasado, tachó de «incoherente» su discurso y de «improbable» el hecho de que abandonase el local antes del asesinato. Joachim Börger, inspector jefe en aquel entonces de la policía de Kassel, aseguró este año en una comisión de investigación en el parlamento de Hessen que le parecía poco creíble que el agente de los servicios secretos abandonase el lugar de crimen sin ver el cuerpo de Yozgat en el suelo. Gerhard Frese, un analista policía, se posicionó de forma similar al comparecer en ese mismo foro y agregó que Temme tenía que haber oído los dos disparos y percibido el olor a pólvora.
Falta de cooperación
Muchos denuncian que la inteligencia alemana ha tratado de entorpecer a toda costa la investigación, lo que ha alimentado todo tipo de especulaciones y teorías de la conspiración en torno al grupo terrorista neonazi más mortífero que ha sufrido Alemania desde la II Guerra Mundial. Los intentos de ocultación han sido múltiples. Han bloqueado las investigaciones de la policía y destruido pruebas. Un funcionario de los servicios secretos reconoció ante la fiscalía federal en 2014 haber destruido informes internos comprometidos en los que aparecían informantes de la extrema derecha apenas unos días después de que se suicidasen dos miembros de la NSU y la tercera se entregase a la policía. Además, el responsable de Interior de Hessen, el cristianodemócrata Boris Rhein, ordenó una investigación interna de lo sucedido pero el informe final, de 3.500 páginas, nunca vio la luz pública por presiones de los servicios secretos. Grandes fragmentos del texto fueron declarados secretos durante 120 años y muchos políticos tardaron años en conocer su mera existencia.
Helmut Wetzel, investigador jefe del caso Yozgat, reconoció en la comisión de investigación que la LfV se negó ha facilitar información de los contactos de Temme en la ultraderecha local. Uno de los datos tenidos por clave que ocultaron fue el nombre del informante a sueldo con el que el espía había hablado por teléfono menos de una hora antes de entrar en el escenario del crimen. Según Wetzel, Temme «presenció los hechos» y los servicios secretos no querían cooperar.
Las dudas sobre una conspiración se multiplicaron unos años más tarde, cuando se descubrió que Yozgat era además una víctima más de la NSU, una célula terrorista neonazi. Se llegó a especular, aunque sin pruebas, con que Temme -al que además se le incautaron armas, parafernalia nazi y una colección de citas del «Mein Kampf» de Hitler- podría haber sabido que se iba a cometer un asesinato y no supo o pudo evitarlo. «El espía del Gobierno o mató a mi hijo o vio a los asesinos«, aseguró Ismail Yozgat, padre del joven, en un acto de homenaje el pasado abril.
Falta de respuestas
El juicio a la única superviviente de la NSU, Beate Zschäpe, tampoco traerá respuestas cuando llegue a su fin, probablemente el año que viene. En la instrucción del caso se dejó fuera de la investigación el papel de las agencias de inteligencia alemanas. El juez Manfred Götzl lo decidió así pese a que es conocido que los grupúsculos de extrema derecha del país están intensamente infiltrados por los servicios secretos. Así lo evidenció el primer proceso para ilegalizar en el Tribunal Constitucional al NPD, el partido neonazi alemán.
Una comisión de investigación del Bundestag sobre la NSU concluyó tras meses de investigaciones que los servicios secretos habían obstruido la investigación de los asesinatos para proteger a sus informantes en los grupos ultraderechistas. El presidente de la comisión, el cristianodemócrata Clemens Binninger, afirmó recientemente al diario ‘Frankfurter Rundschau’ que había indicios de que el trío asesino contaba con «cooperadores» y cómplices que no han sido llevados ante la justicia.
Los familiares de las víctimas se quejan de que, seis años después de que se destapase la existencia del trío asesino, no se haya logrado establecer la verdad. La canciller alemana, Angela Merkel, les prometió respuestas. Ellos aseguran que aún no las han recibido.