El Estado Mayor también ha admitido la existencia de una fosa común
EL PAÍS.- El Ejército birmano ha reconocido este miércoles su participación en la ejecución de 10 rohingya, una minoría musulmana perseguida en Myanmar (antigua Birmania). El Estado Mayor de las fuerzas de seguridad de Myanmar también ha admitido la existencia de una fosa común de esta minoría religiosa en el Estado de Rajine, situado en la costa oeste del país en la frontera con Bangladés. Desde el pasado 25 de agosto, más de medio millón de rohingya han huido a Bangladés después de que el Ejército birmano quemara sus aldeas y llevara a cabo una «limpieza étnica»en su contra.
“Algunos habitantes de la aldea de Inn Din y miembros de las fuerzas de seguridad confesaron que mataron a 10 terroristas bangladesíes”, explicó el Estado Mayor en un mensaje en su página de Facebook, en alusión a los rohingya. “La decisión de matarlos fue tomada en el cementerio”, agregó. El pasado 2 de diciembre, Inn Din (situado en el Estado de Rajine) fue el escenario de choques entre sus habitantes y los rohingya, tras el asesinato de un vecino del pueblo.
El Ejército birmano es acusado de ejercer violencia contra la minoría musulmana rohingya, que, contrariamente a las 135 etnias del país, no es reconocida como tal. Birmania arrebató la ciudadanía de esta minoría en 1982 y los convirtió desde entonces en la mayor comunidad de apátridas del mundo.
A finales de agosto empezó el éxodo de los rohingya, que ha puesto el Gobierno de Aung San Suu Kyi en el punto de mira. Desde entonces, más de medio millón huyó a Bangladés y permanece hacinado en campos de refugiados, según datos de la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Por otra parte, las fuerzas de seguridad birmanas han sufrido varios ataques del Ejército de Salvación Rohingya de Arakan (ARSA) a sus cuarteles.
El comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el jordano Zeid Raad al Hussein, calificó el pasado mes de septiembre de “brutal” la operación militar contra los rohingya y consideró que es “un ejemplo de libro de limpieza étnica”. Los representantes birmanos en la ONU rechazaron la acusación y aseguraron que nunca tolerarían estas atrocidades.